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«No somos mercancía en manos de políticos y banqueros, pero tampoco somos de interés para los medios de comunicación»

Fuentes: Rebelión

En torno a 150.000 personas salieron a la calle ayer día 15 de mayo. 150.000 reales, repartidas en más de 50 cortejos en más de 50 ciudades de la geografía española con ramificaciones también en Portugal, Francia y Bulgaria. Una manifestación propiamente europea, y singular, convocada por iniciativa del foro Democracia Real Ya, y soportada […]

En torno a 150.000 personas salieron a la calle ayer día 15 de mayo. 150.000 reales, repartidas en más de 50 cortejos en más de 50 ciudades de la geografía española con ramificaciones también en Portugal, Francia y Bulgaria. Una manifestación propiamente europea, y singular, convocada por iniciativa del foro Democracia Real Ya, y soportada y promovida por otra multitud de grupos y colectivos. Ningún partido, ningún sindicato, ningún medio de comunicación. Pura y simple autoorganización social, creatividad y rechazo de todo el tinglado representativo: «Lo llaman democracia y no lo es», «Que no, que no nos representan», «PPSOE la misma mierda es», «su riqueza nuestra ruina»

La respuesta de los medios, la esperada: silencio administrativo, notas ligeras y casi folklóricas acerca de «algunos miles» de personas en las calles aderezadas acentos tenebrosos sobre los disturbios que se llevaron por delante cuatro contenedores y tres papeleras (¡y sólo en Madrid!). En cualquier caso, en la ya clásica y patética guerra de cifras a la que vienen acostumbrándonos los medios, la manifestación de ayer debiera haber caído como un mazo sobre la opinión pública. Tomada en conjunto fue mayor que cualquiera de las últimas convocadas por los Foros de la Familia en Madrid (con estimaciones reales, entre los 60 y los 85.000), mayor también que la del Estatut catalán (con estimaciones reales de no más de 70.000), que la del Primero de Mayo de nuestros patéticos sindicatos mayoritarios y comparable a aquellas otras contra la guerra. ¿Qué ha pasado, entonces, para que esta manifestación pase tan inadvertida? ¿Para que apenas se tome nota de su orignalidad en relación a sus mensajes, sus demandas y la forma de organización? Sencillamente la pregunta para lo que propiamente podríamos llamar ya con la vieja palabra establishment es completamente otra: ¿qué podemos hacer con una demanda tan inasumible para todo el tinglado institucional como de que no hay democracia o que la que hay es tan pobre? Desde esta perspectiva, siempre tan mezquina, la manifestación es «inoportuna», «irrelevante», «marginal» frente l o que verdaderamente importa: la contienda electoral. Mejor meterla de tapadillo debajo de la alfombra, como si no hubiera pasado nada.

La paradoja aquí es que los 150.000 que participamos en la primera gran demostración contra la crisis y contra el aparataje político que nos envía su factura a golpe de recortes sociales, pensionazo y reformas laborales, no vamos a permanecer callados, seguiremos comunicando dos claros mensajes que, por subterráneos y clandestinos, no dejan de gritar lo que ya es de sentido común: (1) «no nos representais», ya no sois creíbles y lo único que nos dejáis es un sarpullido de mala hostia e indignación; y (2) éste es el principio de un movimiento ciudadano que no va a cejar hasta terminar con la última mota de complacencia para con un sistema de representación absolutamente corrompido e inaceptable. Lo de ayer fue un ejercicio de la única democracia real: la que se basa en la organización directa de la ciudadanía. Frente a la respuesta de los medios, parece que una vez más no nos hemos equivocado y que habrá que empezar a levantar la casa por los cimientos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.