Las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos tendrán lugar en un momento crucial de la historia.
El sistema económico capitalista se enfrenta actualmente a una de sus peores crisis. La crisis ecológica de nuestro planeta ha ido de mal en peor, ya que el capitalismo resulta incompatible con la sostenibilidad social o ambiental. La pandemia covid-19 está teniendo un impacto masivo en los pobres y los millones de marginados que tienen un acceso limitado a la atención de la salud, están perdiendo sus empleos y están expuestos a los mayores riesgos. La crisis de la salud lleva años gestándose y, como resultado de la respuesta tan deficiente del gobierno a la pandemia, más de 8,7 millones de personas se han infectado y 225 mil han muerto en los Estados Unidos.
La elección de Donald Trump en 2016 fue un punto de inflexión en la política estadounidense, ya que reflejó un proceso de creciente polarización. Envalentonó a la derecha y a los fascistas, pero no impidió el contraataque de la clase trabajadora y las comunidades negra, latina e inmigrante. El movimiento Black Lives Matter y millones de personas respondieron al brutal asesinato de George Floyd con el mayor movimiento de masas desde la década de 1960. Un amplio movimiento desafió el racismo y la brutalidad policial a pesar de la represión, exigiendo que se desfinanciara a la policía y exigiendo cárcel para los policías asesinos.
Tanto el movimiento Black Lives Matter como el feminista señalan el camino a seguir. También muestran la necesidad de construir una organización política que encarne esas luchas, así como las de la clase trabajadora, que a pesar de los obstáculos que interpone la burocracia sindical ha participado en cientos de huelgas este año, muchas de ellas en solidaridad con el BLM. La rebelión antirracista debilitó la apuesta de Trump por la reelección.
Una reelección de Trump seguiría siendo una amenaza para los trabajadores de este país, envalentonando a los supremacistas blancos y a la extrema derecha, dando continuidad a los ataques contra los derechos democráticos. La mayoría de la gente en los EE.UU. quiere poner fin a la presidencia de Trump, que ha sido especialmente beneficiosa para las multinacionales. Al igual que esa mayoría, reconocemos que el Presidente Trump se ha apoyado en el racismo para sembrar divisiones en la sociedad y marginar aún más a los afroamericanos y a los inmigrantes. Trump y sus aliados ultraconservadores también han impulsado políticas antiaborto, lo que supone un revés para los derechos reproductivos de las mujeres. Nosotros también queremos derrotar a Trump y su derechismo populista. Pero creemos que sustituir a un político reaccionario recalcitrante por un político como Joe Biden no es la solución. Como socialistas revolucionarios, somos transparentes y advertimos a la gente que Joe Biden no permitirá avances significativos contra la explotación capitalista, el racismo y todas las formas de opresión, ya que representa al Partido Demócrata, el otro partido capitalista. De hecho, los demócratas han fracasado a la hora de ejercer una oposición coherente a la presidencia de Trump. La verdadera oposición ha venido de las masas movilizadas en las calles y ahí es donde una alternativa política real está en forma embrionaria.
Como Trump ha prometido no ceder si pierde las elecciones, llamamos a los trabajadores que exijan a sus sindicatos planes de huelga si hay algún intento de fraude por parte del gobierno y que todos los activistas se preparen para salir a las calles. Algunos sindicatos, por ejemplo en Seattle, se están pronunciando en este sentido e incluso están considerando la posibilidad de una huelga general, lo cual es muy positivo, pero es su responsabilidad ir más allá de las palabras y organizarse.
En los Estados Unidos, los dos partidos del capitalismo, el republicano y el demócrata respectivamente, siguen sirviendo a los intereses de los ricos, y en el mundo practican políticas imperialistas. Tal como están las cosas, para la clase trabajadora las elecciones presidenciales de EE.UU. no ofrecen ninguna alternativa política para atender sus necesidades cotidianas. Por ejemplo, desde el comienzo de la pandemia, los activistas de la vivienda en todo el país han exigido la cancelación del alquiler. Pero la demanda de cancelar el alquiler para las personas que perdieron sus trabajos e ingresos durante la pandemia ha enfrentado la resistencia tanto del presidente Trump como de los demócratas. Si hay una moratoria de desalojo vigente es por la presión desde abajo.
El sistema electoral de los EE.UU. está diseñado para evitar que las fuerzas políticas emergentes que representan los intereses de la clase trabajadora logren representación en el Congreso y en el Senado, ya que no hay representación proporcional y se impone una hegemonía bipartidista. La elección presidencial de segundo grado a través del colegio electoral viola el principio de «una persona, un voto». Además, hay prácticas de supresión de votantes utilizadas por los republicanos, dirigidas específicamente contra los afroamericanos, nativos americanos y otras comunidades oprimidas. Necesitamos luchar para poner fin a estas características antidemocráticas del sistema electoral de los EE.UU.
Vivimos en un país rico que tiene suficientes recursos para proporcionar servicios básicos como la vivienda y la atención sanitaria gratuita y universal para todos, así como el acceso a la educación pública gratuita en todos los niveles. Para lograr un verdadero cambio económico y social, que ponga las necesidades de la clase trabajadora, la juventud, los sectores populares y marginados, por encima de las ganancias y para acabar con el racismo y la represión, es necesario luchar por un gobierno de la clase trabajadora. En esa perspectiva debemos situar todas nuestras actuales luchas democráticas y sociales, destacando la necesidad de organizar y luchar en las calles, más allá del ámbito electoral, y organizarnos en una nueva alternativa política, un nuevo partido o movimiento de izquierda independiente que represente verdaderamente los intereses de la clase trabajadora, la juventud y el movimiento antirracista. Un paso importante en esa dirección sería un frente unido de la izquierda socialista. La unidad en la acción y la realización de los debates necesarios ayudarían a construir esa alternativa política para las millones de personas que se han movilizado este año y lo seguirán haciendo en el futuro contra la austeridad, la pérdida de puestos de trabajo, por el derecho a la salud, contra el racismo y en defensa de los derechos democráticos. Entendemos y respetamos que millones de votantes usarán la boleta de Biden-Harris a regañadientes como un voto contra Trump. Por nuestra parte no votaremos ni por Trump ni por Biden, llamamos a un voto crítico para cualquiera de los candidatos presidenciales de la izquierda independiente. También apoyamos el voto para los candidatos de la izquierda independiente a nivel local.
Más allá de quién gane las elecciones, la lucha continuará.
Socialist Core-Núcleo Socialista (UIT-CI)
Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional
New York, 28 de octubre de 2020