Recomiendo:
0

Mensaje de un veterano de la época de My Lai (Vietnam)

«Nuestro descenso al infierno ha comenzado»

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens

Hace pocos días recibimos una amistosa carta de Tony Swindell, editor de un periódico en Sherman, Texas. «Comiencen a prestar atención,» nos instó Swindell, «a informes desde Iraq como el reciente sobre Marines de USA que mataron a un grupo de civiles cerca de Bagdad. Es el próximo paso en la guerra de Iraq a medida que crece la frustración de nuestros soldados – especialmente de aquellos con múltiples estadías en ese país.

«Serví con la 11 Brigada de Infantería Ligera, División Americal, y My Lai no fue un incidente aislado. Llegamos a ser conocidos como la Brigada de Carniceros, y también fuimos el lugar en que nació el Programa Phoenix. El comandante de la brigada y un comandante de batallón estaban a cargo del asesinato de civiles (les disparaban desde helicópteros, lo que quedó registrado en algunas de mis fotos. Si recuerdan su autobiografía, Colin Powell sirvió brevemente en la 11ª en Duc Pho antes de ir al cuartel general de la división en Chu Lai.

«Las atrocidades contra civiles iraquíes son dejadas de lado por el radar de los medios, pero dentro de poco estallarán en plena cara de Usamérica y harán parecer pequeño el incidente (sic) de Abu Ghraib. En comparación, fue una fiesta estudiantil con cerveza. El episodio de Ft. Still [descrito en el artículo de JoAnn Wypijewski en CounterPunch] es una nube de tormenta que aparece en el horizonte. Sinceramente, temo por nuestro país.»

Le pedimos a Swindell que elaborara esos pensamientos. Lo que sigue es su contundente respuesta. AC/JSC

En Iraq, ha comenzado nuestro descenso al infierno, nuestro momento de «Apocalipsis ahora». Primero fue Gitmo [Guantánamo], luego el programa global de entregas, después Abu Ghraib, seguido por la pulverización de Faluya, y ahora incursiones de gatillo fácil que llenan multitudes de tumbas arenosas con hombres, mujeres y niños. ¿Se ha convertido – «¡Mátenlos a todos y que Dios se las arregle con ellos!» – en la misión en Babilonia? ¿No hay quien se recuerde de Vietnam, donde dejamos más de un millón de civiles muertos? En Iraq, ya llevamos más de medio millón, probablemente más de un millón, si contamos las sanciones de los años noventa. ¿Son los usamericanos tan ciegos y sordos como parecen? ¿No nos vemos caminando a través de las puertas del infierno y no podemos escuchar como resuenan las puertas al cerrarse sobre nuestro país?

Preguntareis, quién soy, para decir todo esto. Tenéis razón, respondo. Así que quisiera contaros una historia sobre crímenes y tragedias monstruosos de mi generación que está a punto de repetirse en Iraq a la vista de todo el mundo. Primero, hay que comprender que no se puede esperar que un solo soldado comprenda la criminalidad total de la guerra porque todo su universo es un ínfimo sitio justo delante de su nariz. Para poder seguir en vida, si supiera todo lo que sucede, se le partiría el corazón, y si también supiera por qué, se volvería loco.

La estrechez de su visión es exactamente lo que lleva a que el mejor y más humano de los soldados, se convierta a regañadientes en un monstruo, y la gente que crea la guerra lo sabe. Por dolor y rabia, con el hedor de la carne desgarrada de su compinche en sus ventanas nasales, el soldado deja de hacerse preguntas y comienza a crear sus propias reglas con un rifle. Ha tocado el corazón de la oscuridad y no hay vuelta atrás. El abrazo de la puta llamada guerra destruye la moralidad, y hacer todo eso por una causa ignominiosa agrava el daño.

Por eso, nosotros, los que hemos estado allí debemos pronunciarnos vigorosamente. Si es necesario dar una fuerte bofetada en la boca para despertar los sesos de algún neoconservador aturullado, así sea. Y en el caso de alguien que recibe su verdad política de cojines auto-inflantes de mentiras como Rush Limbaugh y Bill O’Reilly, no será antes de tiempo. Guardar silencio esta vez pone en peligro que se pierda todo lo que representa nuestro país.

La historia que quiero contarles comienza en un miserable día de calor en febrero de 1969, mientras veía como el coronel del ejército de USA, John W. Donaldson, acercaba a sus labios una taza de vino de arroz mezclado con sangre y la bebía con fruición. No le importó que el brebaje estuviera lleno de parásitos. Donaldson no chistó. En aquel entonces, yo servía como corresponsal de guerra del ejército adscrito a la 11 Brigada de Infantería Ligera y mi trabajo ese día era seguir a Donaldson por todas partes, sacando foto tras foto de las macabras festividades que se desarrollaban ante mis ojos. Era el comandante de la brigada en un sangriento chivo expiatorio llamado LZ Bronco cerca de la aldea de Duc Pho. El campamento base de la brigada formaba parte de la División Americal, con su cuartel al norte, en Chu Lai.

El coronel y un gran contingente de otros oficiales de brigada y división eran los invitados de honor en un festival del Tet en la aldea de montañeses de Ba To en la meseta central al sudoeste de Chu Lai. Un campo del Equipo A de las Fuerzas Especiales se encontraba cerca, una siniestra fortaleza triangular erizada por doquier de cañones de 105 m que disparaban salvas de flechillas. Ni una serpiente hubiera podido arrastrarse a través de la maraña de afiladas alambradas de púas y cuchillas que rodeaban el complejo y había docenas de minas claymore fijadas en los muros. Una claymore que estalle cerca te convertirá instantáneamente en tus moléculas constituyentes.

La aldea de los montañeses y el campo del Equipo A habían sido golpeadas duramente por fuerzas norvietnamitas concentradas anteriormente durante esa misma semana, y la presencia de Donaldson era en parte una provocación para los comandantes enemigos que lamían sus heridas en la cercana selva de triple cubierta. El paisaje me provocaba escalofríos, porque los hermosos montes moteados de verde alrededor de la aldea estaban salpicados de cientos de cráteres recientes de artillería y bombas, que revelaban el suelo de un rojo vivo. No podía alejar de mi mente la imagen del Jolly Green Giant con un fuerte ataque de acné. Mientras mujeres montañesas con el busto al descubierto acicalaban el área con tótems y estandartes para cubrir el daño del ataque, un ternero de búfalo de agua propiciatorio era matado lentamente con una lanza por el jefe de la aldea local. Tardó casi media hora hasta que el ternero cayera exhausto sobre sus rodillas, demasiado débil para bramar. El jefe entonces cortó la garganta del ternero sobre una gran vasija de barro para recoger la sangre palpitante, mientras otro aldeano servía vino de arroz y revolvía.

Los visitantes no sabían que los montañeses habían asesinado torturándolos a tres cautivos norvietnamitas y que compartieron su sangre en compañía de soldados del Equipo A de las Fuerzas Especiales. Los pobres fueron empalados con pértigas de bambú y asesinados con la misma lanza que el ternero. Después, sus cuerpos fueron exhibidos a lo largo de los senderos de infiltración del enemigo como una advertencia mortal.

Ese día se convirtió en mi propio momento personal de «Apocalipsis Ahora», toda una década antes de que se mostrara la película de Francis Ford Coppola. Poco antes, supimos personalmente que soldados del 1er. Batallón, del 20 de Infantería, habían arrasado My Lai cuando la policía militar registró nuestra choza a la busca de evidencia y luego se llevaron esposado a Rusty Calley. Mientras tanto, los Equipos Tigre creaban un caos implacable, sangriento, en toda la península Batangan contra presuntos cuadros del enemigo. La brutalidad contra civiles era un procedimiento operativo estándar. Como resultado de los traslados masivos del Programa de Pacificación, sectores completos del campo comenzaron a parecerse al Distrito Quemado de Missouri durante la Guerra Civil.

El Programa Phoenix estaba en pleno auge, y era el horror que terminaría con todos los horrores. Yo había pasado antes por una misión Phoenix dirigida por la Policía Nacional de la policía sudvietnamita, y os ahorraré los detalles. Creedme, más vale que no sepáis lo que se hacía. Estar allí contemplando a Donaldson mientras bebía de la taza, el simbolismo profundo de todo lo que iba mal en ese lugar, me dio como un golpe en la cara. Irónicamente, una publicación contra la guerra llamada Overseas Weekly u Overseas se hizo con una de mis fotos y le puso la leyenda: «Mandamases del ejército beben sangre en ceremonias paganas».

Al llegar febrero de 1969, la moral en la brigada había llegado a su punto más bajo por las horribles víctimas causadas sobre todo por bombas trampa, y todo un batallón había sido desacuartelado por no ser funcional. Los norvietnamitas atacaban interminablemente nuestras posiciones de artillería con cohetes de 122 m, y LZ Bronco fue alcanzado más de 200 veces durante un famoso ataque que llegó a ser conocido como «Duc Pho en llamas». Los motines, insubordinaciones y los ataques con bombas de fragmentación contra oficiales se hicieron comunes. Soldados sufrían crisis nerviosas y algunos se suicidaron. Uno perdió los nervios y abrió el fuego contra el recinto de prisioneros de guerra, matando a varios enemigos capturados. El coronel Donaldson y un comandante de batallón, dos de los oficiales superiores de la brigada, fueron acusados de asesinato de civiles desde helicópteros, cuando la investigación de My Lai aún no había terminado. Un joven mayor Colin Powell asignado a la 11 Brigada – que era un conocido cercano de Donaldson – escribió en su autobiografía que le dejó atónito lo que presenció en la 11ª. Tal vez había vivido su propio momento de «Apocalipsis ahora».

Me aturde ver que las mismas pesadillas se convierten en realidad de nuevo en Iraq, y me pregunto lo que ha ocurrido al alma usamericana. ¿Es esto lo que deseamos, otra generación amamantada con el veneno de otro liderazgo renegado? Los ‘amarillos’ se han convertido en ‘cabezas de trapo’, y todo hombre adulto es un insurgente candidato a la tortura, y toda casa iraquí repleta de hombres, mujeres y niños es una zona de fuego a discreción. Incluso los lugares de culto son arrasados. Una vez más, hemos penetrado en otro asilo lunático en la Zona en Decadencia.

¿Cómo pudo suceder? ¿Por qué nos quedamos tan tranquilos y permitimos que nuestros dirigentes iniciaran una guerra no-provocada por encargo? Una nube en forma de hongo sobre Cleveland, provocada por un pobre tipo. ¿Iraq que ni siquiera pudo hacer volar un avión o sacar a un tanque desvencijado fuera de sus propias fronteras sin perder una oruga? ¡Déjenme en paz! ¿Cómo pudo el usamericano medio permitir que lo engañaran hasta que creyera que Sadam Husein era una amenaza real?

Ahora que tenemos a Irán en la mira, suplico que nuestra amnesia nacional se esté disipando. Sé que de costa a costa hay una cantidad creciente de personas – especialmente muchos veteranos de guerra como yo – que se sienten impotentes, confundidos, atemorizados y perdidos. Tres años de Iraq, ¿Por qué seguimos escuchando el mismo refrán, guerra preventiva hasta la próxima generación? Lo repiten una y otra y otra vez, pero desgraciadamente nuestros emperadores en Washington tratan a los usamericanos de a pie que formulan preguntas difíciles como si cobraran facturas en un funeral, o los crucifican públicamente como extremistas y traidores. ¡Y ni pienses en hablar de la participación israelí en el desastre que Bush llama una política para el Oriente Próximo!

Escucho en vano para oír las voces de jóvenes usamericanos que serán afectados directa e inmediatamente. Los actuales eventos en Oriente Próximo deberían constituir un tema de importancia primordial pero, inexplicablemente, los chicos se muestran totalmente despreocupados. Educados con Internet y las X-Boxes, puede que Iraq no sea para ellos más que una producción mediática al estilo de Hollywood. Pero, voy a hacer un pronóstico. Nuestra salvación vendrá cuando comiencen llegar a los buzones los avisos del Servicio de Selección, y no cabe duda que llegarán. Pronostico que pronto las voces jóvenes serán las más enérgicas contra el imperio cuando los hip-hoppers, los boppers adolescentes y los vagos descubran bruscamente que el combate involuntario no tiene nada que ver con los juegos de vídeo o con las cajas de resonancia, ni con maratones de toma de cerveza, y por cierto no con muchachas adolescentes en tangas.

Nosotros, los de la generación mayor, podemos ayudar a que las cosas mejoren. Primero, apaguemos las televisiones y estudiemos un poco de historia usamericana, como las partes que nos advierten repetidamente contra los enredos exteriores y los apegos apasionados. Pensemos realmente en qué en USA estamos entregando a nuestros hijos. Organicemos escuadrones de vejetes que acorralen a los políticos, y alistemos una caballería de remolones para que hagan llover correos electrónicos sobre todo burócrata que esté a la vista. Que todos sepan que no nos gusta el nuevo orden mundial y el Destino Corporativo Manifiesto. Digamos a Washington que las guerras preventivas, no-provocadas, contradicen todo lo que es usamericano, y que ya no vamos a otorgarles el Sello de Aprobación del Buen Homicidio.

Ya que estamos en ello, hagamos un sincero esfuerzo por decir en cada oportunidad posible a los representantes elegidos, sin dejar lugar a duda, que queremos que los lobbies políticos y corporativos nos devuelvan nuestro gobierno. Demos a toda la estructura burocrática el mensaje de que queremos rápido la verdad, toda la verdad y sólo la verdad sobre cualquier cosa que afecte nuestras vidas, antes de que se dispare otra bala o se lance otra bomba en un momento de ira. Todos los que dirigen el Departamento de Estado de USA necesitan especialmente que les martillen el mensaje en sus cabezas hasta que les zumben los oídos.

No hay que olvidar a los Billy Graham, Jerry Falwell, y Pat Robertson, y a sus legiones de robots religiosos. A todos esos revienta-Biblias hay que hacerles una simple pregunta: ¿hermano, quién bombardearía, torturaría, violaría y asesinaría? Mientras se asfixian en su propia hipocresía, hay que enviarlos al Libro de Juan en el Nuevo Testamento para que les refresquen la teología. A Cristo no lo llamaban por nada el Príncipe de la Paz.

Hay que recordar constantemente a todo el que escuche que la Revolución Usamericana floreció con un feroz compromiso de mantener a un nuevo continente libre de dos mil años de imperios, monarquías, dictaduras feudales, e instituciones religiosas armadas mantenidos en el poder por la fuerza bruta y por la doctrina de que el poder lo justifica todo. Gente como Washington, Jefferson y Franklin gritaron no. El poder resulta de la JUSTICIA. Este concepto inmortal fue un arma inmortal contra las Casacas Rojas del Rey Jorge y es igual de poderoso contra las armas nucleares y los grupos de transporte de combate,

Sí, habrá que tener agallas, ¿pero cuál es la alternativa? O comenzamos a vivir según nuestros propios ideales o muy pronto el mundo nos obligará a hacerlo. Es decir, si el resto del mundo piensa que vale la pena salvarnos.

Para vuestra información, mi unidad mereció todo un capítulo en la colección de Time Life «Guerra de Vietnam» sobre fotos y corresponsales en la guerra. En breve, fuimos por todas partes – infantería, reconocimiento, Fuerzas Especiales, ingenieros militares, artillería, dondequiera esperaban combates. Servimos en gran medida como ojos del ejército, registramos la acción e información sobre víctimas y transmitimos la información, etc. Como resultado, teníamos una buena perspectiva de lo que sucedía. Nuestra unidad estaba compuesta en su casi totalidad de soldados experimentados en el combate que se unieron a la unidad después de servir en la selva. Hay que ser algo especial para poderse concentrar en la cámara fotográfica mientras te disparan con armas automáticas o con granadas de alto poder explosivo. Me derribaron una vez en un ataque contra los norvietnamitas en la 1ª de Huey en una zona de aterrizaje así que pude tomar fotos de los infantes que llegaban. En total participé en más de 30 misiones de combate de envergadura y varias más a bordo de vuelos Medevac. Mis compinches en la unidad tuvieron experiencias igualmente desgarradoras: uno de ellos recibió una bala de AK a través del objetivo de su cámara. Pienso que cada uno de nosotros obtuvo cuatro estrellas de batalla en 11 meses, lo que otorgaba 4 semanas de anticipo en el retorno de Vietnam. Todos teníamos apodos, y el mío era Torch [antorcha].

——–

Para contactos con Tony Swindell: [email protected]

http://www.counterpunch.org/swindell05042006.html

Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft