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Nueva hoja de ruta para Afganistán

Fuentes: Rebelión

La Administración estadounidense habría establecido nuevos objetivos para la lucha contra Al Qaeda en Pakistán y Afganistán, desde el fortalecimiento de las capacidades de contrainsurgencia de Islamabad hasta mejorar las fuerzas de seguridad afganas para que pueda reducirse la asistencia de Estados Unidos, según informa Reuters.El primer objetivo estipulado en el borrador, titulado «Evaluando el […]

La Administración estadounidense habría establecido nuevos objetivos para la lucha contra Al Qaeda en Pakistán y Afganistán, desde el fortalecimiento de las capacidades de contrainsurgencia de Islamabad hasta mejorar las fuerzas de seguridad afganas para que pueda reducirse la asistencia de Estados Unidos, según informa Reuters.
El primer objetivo estipulado en el borrador, titulado «Evaluando el Progreso en Afganistán-Pakistan», es el de lograr desbaratar «las redes terroristas en Afganistán y especialmente en Pakistán para degradar cualquier habilidad que tengan para planear y lanzar ataques terroristas internacionales». En cuanto a Pakistán, el documento indica que los objetivos son limitar la participación miliciana en el Gobierno civil para desarrollar la capacidad de contrainsurgencia de Islamabad y que el Gobierno realice «acciones demostrables» contra la corrupción. Además, pide más ayuda internacional para Pakistán desde China, Turquía y Arabia Saudí.
La nueva «hoja de ruta» para Afganistán se basaría en los siguientes puntos:

Implementación de una nueva estrategia contrainsurgente

El general Stanley McChrystal, Comandante de la Fuerza Internacional de la Asistencia a la Seguridad de Afganistán (ISAF) que tomó posesión de su cargo el pasado 15 de junio, envió al Pentágono y a la OTAN las conclusiones de una evaluación encargada personalmente por el Secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates. En ella se incluyen la necesidad de implementar una nueva estrategia contrainsurgente, pasando de una estrategia bélica tradicional a un escenario más dinámico, en el que además de combatir a los insurgentes se impulse el desarrollo económico y la seguridad ciudadana en el país, para lograr la pérdida del apoyo social con que cuentan los talibanes.

Se estima que en Afganistán habría unos 62.000 soldados estadounidenses que a finales de año podría incrementarse hasta los 68.000 combatiendo a los talibanes y a Al Qaeda y la guerrilla talibán podría estar integrada por algo más de diez mil hombres activos sin contar a los simpatizantes (la mayoría campesinos) e individuos de otras nacionalidades que se han sumado a sus filas con el pretexto de compartir fines políticos, religiosos e ideológicos.

En su informe, McChrystal recomienda centrarse en neutralizar la insurgencia en los grandes núcleos de población, en lugar de perseguir a las células asistidas por Al Qaeda en las remotas zonas montañosas que lindan con Pakistán y entrenar a la policía y a las fuerzas armadas afganas para que lideren la lucha contra los terroristas, pues según señala el último informe del Consejo Internacional de Seguridad y Desarrollo (ICOS), la insurgencia talibán habría conseguido una presencia permanente en el 72% del territorio de Afganistán, (lo que representa un aumento del 18% con respecto a noviembre de 2007) y se acercarían a la capital Kabul, habiendo establecido los talibanes una especie de gobierno «de facto» en algunas ciudades y pueblos afganos, con una red de administración ejecutiva y judicial paralela a la del Gobierno de Karzai, con juzgados, hospitales y escuelas propias.
Asimismo, tras los últimos ataques a las instalaciones logísticas de Estados Unidos y la OTAN en el área de Pesawar, las fuerzas occidentales negocian la apertura de rutas por Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán para ayudar al abastecimiento de las tropas de la NATO por el norte de Afganistán, pacto que deberá contar con las bendiciones de Rusia para abrir sus ferrocarriles y carreteras al tránsito de mercancías para la OTAN y supondría que los soldados de la ISAF contaran con más reservas de combustible que serían transportadas desde las refinerías de Baku, Azerbaián y Turkmenistán.

Impulso del desarrollo económico y mejora de la seguridad ciudadana

Tras tres décadas de guerras, Afganistán sería un estado fallido y corrupto que apenas rebasa los límites de su capital, Kabul y donde la inseguridad generalizada ha dado alas al negocio de la seguridad privada, que emplearía a unos 43.000 hombres (las cifras que maneja la ONU hablan de más de 1.100 civiles muertos en el primer semestre de 2009, un 60% por yihadistas o bandidos y el resto por las tropas extranjeras, un 24% más que en igual período de 2008).

En cuanto a los 45.000 millones de euros llegados del exterior desde 2002, sólo un 12% se habría invertido en mejorar la vida de una población (con un 42% de pobres y un 33% en serio riesgo de hambruna), sirviendo el resto para alimentar la corrupción o financiar los ejércitos privados y respecto al cultivo del opio, el número dos de la Embajada de Estados Unidos en Kabul, Christopher Dell, indica que «el mapa de la insurgencia talibán coincide exactamente con el del cultivo del opio. De hecho, decenas de miles de dólares están sirviendo para financiar los actos terroristas».

Así, desde 2004, un billón de dólares del tráfico de opio habría sido utilizado para financiar la guerra en todos los frentes, aunque hay que resaltar que los ingresos por opio de los talibanes sólo representan el 5% del montante total que genera el negocio. La operación de recolección de opio se repite tres veces dentro de cada quince y veinte días y se le paga entre diez y veinte dólares la hora, siendo una de los mayores fuentes de ingreso para el campesinado, pues en un país donde hay más de 197 mil acres cultivados, sólo este proceso generaría más de ocho millones de puestos de trabajo).

Por otra parte, habría que añadir que la realización de programas alternativos al cultivo del opio puede llevar como mínimo entre diez y veinte años en un país en condiciones normales y deben ir precedidas de la solución de necesidades básicas como la construcción y reconstrucción de carreteras, el suministro de diesel para la producción inmediata de energía eléctrica, la expansión de electricidad entre las fronteras, la inversión en proyectos hidráulicos para mejorar la productividad de la agricultura, el desarrollo de la infraestructura para la explotación mineral y un programa de construcciones para los sectores público y privado, con lo que dada la efervescencia de la insurgencia talibán se antoja un objetivo irrealizable en la actualidad.

Recuperación de la credibilidad democrática

El objetivo exigido por EEUU de mejorar la capacidad del Gobierno para celebrar «elecciones creíbles», ya no está incluido en el citado borrador al que ha tenido acceso Reuters, aunque si pide «acciones demostrables del Gobierno contra la corrupción».

Hamid Karzai, habría conseguido la mayoría absoluta en los comicios presidenciales, al rebasar la barrera del 50% necesaria para evitar la convocatoria de una segunda vuelta, (54,4 %) en unas elecciones marcadas por el miedo escénico de las amenazas talibanes y que tendría su reflejo en una escuálida participación del 38,7%. No obstante, la misión de observadores de la Unión Europea (UE) difundió un comunicado en el que cifró en 1,5 millones los votos de las elecciones del 20 de agosto «sospechosos» de ser fraudulentos, (1,1 millones de ellos favorables a Karzai) por lo que quedaría pendiente un nuevo recuento del 10% de los colegios electorales en los que se han registrado indicios de fraude, recuento que presumiblemente no cambiará sustancialmente el resultado final de las elecciones al ser inviable en estos momentos la celebración de una segunda vuelta electoral en el polvorín afgano.
Convendría recordar además que cuando irrumpieron en el tablero afgano los talibán, (milicia ultraintegrista procedente de las madrazas deobandis del norte de Pakistán), Karzai dispuso lo necesario para facilitarles el control de las ciudades en las regiones de influencia popalzai, ya que pese a su fanatismo religioso los consideraba como una milicia de hombres virtuosos que buscaban pacificar un país sumido en los desmanes de los numerosos señores de la guerra, por lo que la CIA habría iniciado la búsqueda de un sustituto a Karzai al no gozar ya su confianza.

Mediante una operación de propaganda, Hamid Karzai sería acusado de tibieza en la lucha contra los talibanes e inicio de conversaciones secretas que tendrían como mediador a su hermano Ahmed Wali para la gestación de un Gobierno de Coalición islamista entre pastunes y talibanes y que tras conseguir en unas elecciones anticipadas la legitimación democrática en las urnas en el horizonte del 2011 procederían a la creación de la República Islámica de Afganistán, lo que exigiría la retirada de las tropas de EEUU y la consecuente pérdida de presencia en un país considerado por el Alto Mando de EEUU «como pieza geoestratégica vital » en el rompecabezas del Oriente Medio, por lo que no sería descartable la creación de un ambiente propicio al golpe de Estado y posterior derrocamiento y asesinato de Karzai.