Los resultados ya llegaron: el huracán Gustav ayudó a John McCain en su intento por llegar a la Casa Blanca. Esto es por lo menos increíble. La combinación de Nueva Orleans y huracanes es el más contundente argumento posible para la necesidad de un «cambio». Todo está ahí: una enorme desigualdad, un profundo racismo, una […]
Los resultados ya llegaron: el huracán Gustav ayudó a John McCain en su intento por llegar a la Casa Blanca. Esto es por lo menos increíble.
La combinación de Nueva Orleans y huracanes es el más contundente argumento posible para la necesidad de un «cambio». Todo está ahí: una enorme desigualdad, un profundo racismo, una infraestructura pública en desintegración, el calentamiento global, una rampante corrupción, la blackwaterización del sector público. Y nada de esto está en el pasado. En Nueva Orleans, barrios completos se fueron al traste, el Charity Hospital permanece clausurado, las viviendas de interés social fueron deliberadamente destruidas y el sistema de diques está lejos de ser reparado.
Gustav debería haber sido veneno para ratas para los republicanos, sin importar lo bien que se manejara el asunto. Sin embargo, como hizo notar Peter Backer en The New York Times, «en vez de huir del huracán y sus riesgos políticos, John McCain corrió hacia él». Si esta estrategia funcionó, fue al menos en parte porque Barack Obama ha estado huyendo de Nueva Orleans durante toda su campaña.
A diferencia de John Edwards, quien comenzó y finalizó su campaña por la nominación rodeado por la decadencia en el Ninth Ward de Nueva Orleans, Obama rehuyó el poderoso simbolismo que ofrece la ciudad. Esperó a que pasara casi un año del huracán Katrina para visitar Nueva Orleans y estuvo ahí sólo medio día, previo a la primaria en Luisiana. Durante la Convención Nacional Demócrata, Michelle Obama, Hillary Clinton y Joe Biden no mencionaron Nueva Orleans en sus discursos principales. Bill Clinton sólo le dedicó dos palabras: «Katrina y el compadrazgo político».
En su discurso en Denver, Obama sí invocó un gobierno «que se sienta sobre sus manos mientras una importante ciudad estadunidense se ahoga ante nuestros ojos». Pero eso sólo rasga la superficie de lo que le pasó a los más pobres residentes de Nueva Orleans, quienes primero fueron desplazados a la fuerza y luego forzados a mirar desde lejos cómo les robaban sus hogares, escuelas y hospitales. Mientras Obama hablaba en Denver, las familias en Nueva Orleans ya empacaban su equipaje anticipándose a Gustav, armándose de valor para un desalojo más. No escucharon del candidato demócrata a la presidencia ni siquiera la rutinaria frase «nuestros pensamientos y rezos están con ustedes».
Hay bastantes razones políticas para esto, claro. La campaña de Obama se proyecta a la clase media, no a la clase de gente desechada que Nueva Orleans representa. El problema es que al mantenerse virtualmente silencioso acerca de la más dramática atrocidad en Estados Unidos, en su historia moderna, Obama creó un vacío político. Cuando Gustav llegó, todo lo que McCain necesitaba hacer para llenarlo era presentarse. Claro, fue un acto cínico que McCain utilizara la zona del huracán como telón de fondo de la campaña. Pero fue Obama el que dejó ese potente terreno tan vacante como un lote en Lower Ninth Ward.
Hasta ahora, quienes apoyan a Obama han aceptado en gran medida la evaluación de las concesiones que la campaña cree necesarias para ganar, y solamente se han dado suaves codazos entre sí. El hecho de que los republicanos hayan logrado revertir Nueva Orleans a su favor debería poner un contundente fin a esta obediencia ciega.
Los republicanos tienen una mejor actitud hacia su candidato. Cuando no les gustan las posiciones de McCain, simplemente las cambian. Tomemos el tema más candente de la campaña: la perforación petrolera en mar. Hace escasos cuatro meses, apenas estaba en el radar. Durante las primarias republicanas, el asunto prácticamente no surgió, y cuando lo hizo, McCain no lo apoyó. Nada de esto molestó al ex líder de la Cámara de Representantes Newt Gingrich y sus recién acuñadas Soluciones Estadunidenses para Ganar el Futuro. Gingrich esperó pacientemente lo que su partido más ama: una crisis. Llegó en mayo, cuando el precio del petróleo se acercó a los 130 dólares el barril. Primero llegó la petición de bajar los precios de la gasolina mediante la ampliación de la perforación en Estados Unidos (absurdo). Le siguió una encuesta con preguntas risiblemente tramposas: «Algunos han sugerido que para combatir el creciente costo de la energía y reducir la dependencia de fuentes energéticas extranjeras, Estados Unidos debería usar más reservas energéticas internas, incluyendo el petróleo y el carbón que ya tiene Estados Unidos. ¿Apoya o está en contra de esta idea?» Puede adivinar lo que dijo la gente. Dos semanas después, McCain cambió de posición sobre la perforación petrolera en el mar.
Había un riesgo en hacer de la perforación petrolera fuera de costas la pieza central de la campaña de McCain, ya que de ninguna manera es tan segura como lo afirman sus promotores. Los ambientalistas han intentado dejarlo claro, pero nada es tan contundente como un huracán categoría 5 meciendo las plataformas petroleras en el Golfo de México, que obliga a llevar a cabo desalojos e incrementa el espectro de un derrame serio.
Gustav fue uno de esos escasos momentos en los que los argumentos políticos se hacen con la realidad, no con la retórica. Era el momento para simplemente decir: «Esta es la razón por la cual nos oponemos a más perforación». También era el momento para recordar que durante los huracanes Katrina y Rita, el informe del Mineral Management Service encontró más de 100 accidentes que ocasionaron un total de 743 mil 400 galones de petróleo derramados en la región. Para darle perspectiva a ese dato: 100 mil galones está clasificado como un «derrame mayor». Si uno se siente especialmente audaz, un huracán categoría 5 también es tiempo oportuno para mencionar que los científicos perciben una relación entre las tormentas más fuertes y las temperaturas crecientes del océano, en parte calentado por los combustibles fósiles extraídos de esas falibles plataformas.
Obama no fue capaz de plantear este tipo de razonamientos cuando llegó Gustav. Eso fue porque su campaña hizo otra decisión «estratégica»: conceder en el tema de la perforación petrolera en el mar. De nuevo, el vacío fue rápidamente llenado por los republicanos, quienes inmediatamente (y absurdamente) vincularon el huracán con la necesidad de «seguridad energética». La mañana que Gustav tocó tierra, Bush hizo un llamado a realizar más perforaciones. Antes, McCain había visitado la zona del huracán con su nueva compañera de fórmula, Sarah Palin, cuyo único anterior atisbo a la fama nacional fue decir en programas de cable que «necesitamos perforar, perforar, perforar».
En los momentos de crisis, es posible decir duras verdades con gran fuerza y claridad. Pero cuando la verdad se calla, las mentiras, dichas audazmente, funcionan casi tan bien.
Copyright 2008 Naomi Klein.
* Es autora de La doctrina del shock. www.naomiklein.org.
La columna fue publicada en la revista The Nation.
Traducción: Tania Molina Ramírez.