El enconamiento visceral de demócratas y republicanos en EEUU podría hacer que no se alcanzara el necesario acuerdo para elevar el techo de deuda de EEUU y así evitar «in extremis» la suspensión de pagos, con lo que se podría repetir el jueves negro de Wall Street (crash bursátil del 24 octubre de 1929), estallido […]
El enconamiento visceral de demócratas y republicanos en EEUU podría hacer que no se alcanzara el necesario acuerdo para elevar el techo de deuda de EEUU y así evitar «in extremis» la suspensión de pagos, con lo que se podría repetir el jueves negro de Wall Street (crash bursátil del 24 octubre de 1929), estallido que por mimetismo se extenderá a todas las Bolsas mundiales y provocará la consiguiente inanición financiera de las empresas y la subsiguiente devaluación de sus monedas nacionales para incrementar sus exportaciones.Dicho crash bursátil tendrá como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado (como ocurrió el viernes negro de Wall Street) y como daños colaterales la ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de la estratosfera, la inanición financiera de las empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras con tasas de paro desconocidas desde el 2009.
Asimismo, asistiremos al finiquito del consumismo compulsivo imperante en la pasada década debido a las tasas de paro galopantes y a la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, lo que unido al deterioro progresivo de sus condiciones laborales provocará frecuentes estallidos de conflictividad laboral y la agudización de la fractura social, quedando diluidos los efectos benéficos de las pretéritas medidas sociales de Papá Estado al darse por finiquitado el estado asistencial. Finalmente, el escenario post-batalla se terminará de dibujar con unos incrementos espectaculares del déficit Público y de la Deuda Externa y el estancamiento de la crisis económica mundial, lo que representará el retorno al proteccionismo, la consiguiente contracción del comercio mundial, el subsiguiente finiquito a la globalización económica y el retorno a escenarios económicos de compartimentos estancos.
En cuanto a los países emergenes (BRICS, México, Corea del Sur y Tigres asiáticos), sufrirán un severo estancamiento de sus economías, no siendo descartable su entrada en recesión tras un decenio espectacular con tasas de crecimiento superiores a los dos dígitos, debido a la brutal constricción de las exportaciones por la contracción del consumo mundial y a la elevación de los parámetros de calidad exigidos por los países del Primer Mundo que obligará a los países emergentes a adoptar leyes laborales y medioambientales más estrictas, lo que conllevará la aparición de los primeros Déficit por cuenta corriente. Asimismo, deberán padecer tasas de inflación desbocadas, debido al rally alcista de los precios del crudo y a la necesidad imperiosa de importar cantidades ingentes de alimentos para abastecer a sus habitantes ante la alarmante carestía de productos agrícolas básicos para su alimentación, lo que acelerará la agudización de la fractura social, el incremento de la inestabilidad social y un severo retroceso de sus incipientes libertades democráticas.
Respecto a los países del Tercer mundo, el estrangulamiento de sus exportaciones y la depreciación generalizada de sus monedas a causa de la severa crisis económica global plasmada en la contracción de la demanda mundial de materias, obligará a una gran parte de su población a vivir por debajo del umbral de la pobreza al sufrir tasas de inflación desbocadas cercanas a los dos dígitos e incrementos espectaculares de la Deuda Exterior.
Así, el cambio de patrones de consumo de los países emergentes, el rally alcista de los precios del crudo (rondando los 110 $) aunado con inusuales sequías e inundaciones y la aplicación de restricciones a la exportación de los principales graneros mundiales para asegurar su auto-abastecimiento podría provocar el desabastecimiento en los mercados mundiales de productos agrícolas básicos para la alimentación (trigo, maíz, mijo, sorgo y arroz) , elevar sus precios hasta niveles estratosféricos y provocar una nueva crisis alimentaria mundial.Dicha crisis irá «in crescendo» hasta alcanzar su cenit en el horizonte del 2016 y afectará especialmente a las Antillas, América Central, México, Colombia, Venezuela, Egipto, Corea de Norte, India, China, Bangladesh, Sudeste Asiático y Este de Europa, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la hambruna de los 1.000 millones actuales a los 2.000 millones estimados por los analistas.