Un colega y buen amigo mío, el profesor Nelson P. Valdés, estadounidense nacido en Cuba, disiente de mi apreciación en un reciente artículo titulado «Esperanzas Desvanecidas» en que afirmé que el Presidente de los Estados Unidos había sido utilizado por la élite del poder y ahora era llevado al fracaso por la inacción que le […]
Un colega y buen amigo mío, el profesor Nelson P. Valdés, estadounidense nacido en Cuba, disiente de mi apreciación en un reciente artículo titulado «Esperanzas Desvanecidas» en que afirmé que el Presidente de los Estados Unidos había sido utilizado por la élite del poder y ahora era llevado al fracaso por la inacción que le impone esa misma élite. Considera él que Obama es parte y no víctima de esa cúpula que maneja los destinos de la superpotencia.
Así me dice mi amigo:
«Por primera vez no comparto tu interpretación de Obama. Él nunca fue un personaje progresista, ni mínimamente «liberal». Él escogió su estado mayor y son todos representantes del sistema financiero, los bancos, etc. Lo que acá se le llama FIRE: Finance, Insurance, Real Estate (Finanzas, Seguros, Bienes Raíces). A esto hay que sumar al Pentágono.
» Obama comenzó su vida política en 1996 cuando fue elegido al senado de Illinois. O sea, tenía una proyección limitada a un estado. Perdió las primarias en el 2000 cuando trató de ser elegido al Senado de Estados Unidos. Los miembros de su partido no lo seleccionaron como candidato estatal. Logró ser elegido en el 2005 al Senado de Estados Unidos representando a su estado y después de cuatro años se convirtió en candidato presidencial. Lo demás es historia. Tal parece un fenómeno «providencial».
«No te sorprenda que en las próximas elecciones sea una mujer la «elegida» de presidente y después sea un «hispano» o un indígena. Así es como acá le toman el pelo a la gente – enfatizando lo que por acá llaman «identity«. Se asume en la cultura política primitiva de este lado que el color o la ascendencia o la raza (aquí todo eso se confunde) determina su posición ideológica y política. De ahí que se piense que un negro tiene que ser progresista, y que un mejicano americano no puede ser conservador… Por acá se habla de todo, menos de clases. Obama es parte de la tomadura de pelo. Obama no es víctima, es partícipe.
«La globalización capitalista requiere que los explotadores se parezcan a los explotados… No te sorprenda que se aparezca en algún momento un Adolfo ‘Jitler‘ y que los hispanos le apoyen. Igual que se enfatiza ahora que los homosexuales deben de tener derecho para hacerle la guerra a la gente en el Medio Oriente – y que, de este lado, eso sea considerado progresista.
«No sorprende que la guerra contra Iraq estuviera en las manos de negros (Powell, Condolezza) y latinos (Sánchez). Siempre ha existido de este lado la dicotomía del house nigger y el field nigger, términos altamente racistas utilizados por los propios analistas e intelectuales negros para enfatizar una diferencia entre los que estaban contra la plantación y la esclavitud, y los que colaboran a fin de escapar los aspectos mas graves de ese sistema esclavista de explotación. El house nigger vivía con los blancos, era su sirviente y no tenía relación directa con la población que trabajaba en el campo, en la plantación de algodón. El otro era el field nigger.
«Barack Obama continua esa tradición», concluye mi colega estadounidense Nelson P. Valdés.
Debo confesar queel criterio de mi respetado amigo expresa de manera sintética y simple, un análisis muy inteligente, de mucha profundidad.
En mi opinión, el actual presidente de los Estados Unidos logró presentarse -quizás porque así lo proyectaron sus patrocinadores desde el poder real- como un político honesto (hasta donde puede serlo un político en aquel sistema dominado por una élite egoísta y sin escrúpulos), dispuesto a lograr que su país escape de la grave crisis a que sigue abocado y recupere el lugar hegemónico que había ostentado en el planeta desde el final de la II Guerra Mundial.
Poseía el carisma y la inteligencia suficientes para convocar a la mayor parte de la ciudadanía a apoyarle quebrando tradicionales prejuicios racistas y para obtener la indulgencia de los factores que integran el poder real oligárquico e imperialista, convenciéndoles de que no tenían más opción que la que él representa para salvar al capitalismo global.
Pero una vez Obama en el ejercicio del poder político formal, no resultaba fácil conciliar las expectativas conservadoras de sus patrocinadores de la élite con los programas y promesas por las que votaron sus electores.
Es cierto que esto era pronosticable por la composición de su equipo de colaboradores, todos fuertemente comprometidos con el poder real, prácticamente sin la inclusión de elementos progresistas o, al menos, liberales.
Pero en un escenario en el que la derecha se movía con gran tenacidad contra los proyectos e iniciativas de Obama por mucho que ellos fueran recortados, los sectores populares parecían tratar de defender sus esperanzas antes que ceder a la frustración o a la resignación que ahora les abate, presagiando con ello el regreso a la Casa Blanca de la ultraderecha neoconservadora.
La historia ha demostrado que Roosevelt , acusado de traidor a su clase, resultó ser el salvador del capitalismo en Estados Unidos, aunque sea el ex presidente menos reverenciado.
No parece sin embargo que al primer inquilino negro en la Casa Blanca le habrán de permitir un final comparable.
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