Las encuestas y sus interpretes indican que la carrera a la Presidencia de EEUU, que culmina en menos de un mes, sigue apretada. Barack Obama, candidato del Partido Demócrata, tiene una ventaja no muy significativa de tres o cuatro puntos porcentuales en el voto popular. En cuanto a los votos electorales, que son los decisivos, […]
Las encuestas y sus interpretes indican que la carrera a la Presidencia de EEUU, que culmina en menos de un mes, sigue apretada. Barack Obama, candidato del Partido Demócrata, tiene una ventaja no muy significativa de tres o cuatro puntos porcentuales en el voto popular. En cuanto a los votos electorales, que son los decisivos, a menos de un mes de las elecciones, Obama tiene una ventaja cómoda pero no segura. El ganador tiene que reunir un mínimo de 270 votos electorales. Obama, según las encuestas más conservadoras, cuenta con una mayoría de 286 votos. En cambio, el candidato del Partido Republicano, John McCain, sólo tiene 252 votos electorales.
Sin embargo, todavía hay varios estados que se balancean entre uno y otro candidato. Por esa razón, es probable que la elección la gane el candidato que triunfe en los estados más golpeados por la crisis económica de EEUU. Todo indica que Obama ganará en Michigan. La elección se gana o se pierde en los estados de Pennsilvania y Ohio.
Los candidatos han celebrado dos debates donde Obama ha demostrado mayor destreza en el manejo de los problemas económicos que agobian a EEUU y ha criticado la dirección que Bush y su copartidario McCain le han dado a las guerras imperiales de Washington. McCain subraya la falta de experiencia de Obama para asumir la presidencia de ese país. Además, en avisos pagados, McCain destaca la relación que Obama ha tenido con personalidades no pertenecientes al establishment.
Desde que los dos partidos políticos más grandes de EEUU presentaron al país y al mundo sus candidatos a ocupar la Casa Blanca de 2009 a 2013 en sendas convenciones nacionales, realizadas hace más de un mes, Obama y McCain tienden a encontrar cada vez más terreno común frente el hundimiento de la economía norteamericana y a las guerras imperiales de EEUU. Ambos siguen invadiendo decenas de millones de hogares en las horas pico de audiencia con el mismo mensaje.
McCain concentrará sus últimos esfuerzos en atacar la figura de Obama, tratando de minar su confiabilidad. En cambio, Obama le recordará al pueblo norteamericano que la recesión económica es culpa de los republicanos.
En la recta final de la campaña, la estrategia de Obama ha consistido en dirigir su discurso hacia los sectores que ocupan posiciones en el centro político, buscando posiciones más tradicionales para neutralizar los esfuerzos de McCain quien trata de convencer a los indecisos. La estrategia de McCain se ha concentrado en consolidar el electorado fundamentalista y atraer los votos conservadores de la clase trabajadora. Los fundamentalistas se convirtieron en una masa electoral importante desde que Reagan los organizó en torno al Partido Republicano. El voto conservador de la clase obrera, en una época muy demócrata, también fue conquistada por Reagan en la década de 1980 y, desde entonces, no ha sido leal a ninguno de los partidos.
Barak Obama, el candidato del Partido Demócrata, quiere proyectar una posición moderada y sus credenciales de «comunicador» o buen orador. El discurso fogoso que Obama utilizó durante las elecciones primarias, anunciando el «cambio», se ha ido apagando. La crisis financiera de EEUU le ofreció a Obama una oportunidad histórica para asumir el liderazgo de una nación desesperada. La oportunidad no la aprovechó al confundirse con los burócratas grises de Washington en los momentos más críticos. El candidato del Partido Republicano, John McCain, quien sólo tiene credenciales como «héroe de guerra», se confiesa perdido en materia económica. Trató de presentarse en la Casa Blanca de Bush en medio de la crisis como figura negociadora haciendo un triste papel. Su único golpe de efecto aparentemente ha sido reclutar una candidata poco conocida a vice-presidente, Sarah Palin, quien ha resultado un beneficio ya que le ha movilizado la base conservadora de los republicanos.
La elección del 4 de noviembre la ganará el candidato que reúna y combine tres factores fundamentales. Primero, y más importante, el que más dinero logra amasar en sus cofres. En segundo lugar, el que presenta el carisma capaz de atraer a los electores. Por último, el que presenta el discurso más coherente en torno a los problemas (issues) que preocupan a la gente.
En materia de dinero, durante la campaña, que se inició hace año y medio, el candidato Obama recibió más donaciones que McCain. Obama es apoyado por el «establishment» financiero de EEUU. Sin embargo, el Partido Republicano de McCain tiene reservas más grandes. McCain cuenta con el dinero de los industriales de la guerra y del petróleo. Obama ha sido más efectivo como candidato recibiendo directamente, hasta hace poco, 63 millones de dólares de sus «comités», mientras que McCain sólo ha recaudado 36 millones.
El estilo y el carisma de Obama ha opacado a McCain. Sin embargo, Obama es hijo de un africano, hecho que en EEUU despierta prejuicios racistas. El factor étnico es una carta que hasta el momento no parece frenar a Obama. A su vez, McCain escogió para acompañarlo a Sarah Palin, apostando al factor género y a su atractivo con los sectores fundamentalistas y conservadores.
Obama era el candidato que supuestamente dominaba mejor los problemas de la economía (empleos), pero su pérdida de perfil con motivo de la crisis de Wall Street lo ha debilitado ante sus partidarios más entusiastas. Tiene una última carta fuerte en la mano: el fracaso del gobierno de Bush tanto en materia económica como en su costosa guerra en Irak. Todos se preguntan dónde quedó la «promesa» del senador de Illinois de crear nuevos empleos industriales y de aplicar impuestos a los empresarios que «exportan» los empleos manufactureros al exterior (China). Obama también mostró su lado «guerrero» («más de lo mismo») planteando la necesidad de reducir el número de tropas en la guerra en Irak para trasladarlas a Afganistán con el consiguiente aumento en los gastos bélicos.
McCain, por su lado, no ha logrado alejarse lo suficiente de Bush, quien es su copartidario, tratando de mantener una imagen más «macho» que la de Obama. El senador por Arizona «promete» seguir rebajando los impuestos a los más ricos y acabar con la resistencia iraquí sin importar que la guerra dure «cien años».
– Marco A. Gandásegui, hijo, es profesor de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA.