Mientras Barak Obama y su recién nombrado escudero, Joseph Biden, se preparan para aceptar la nominación demócrata esta semana, el terreno de juego de las relaciones internacionales sigue cambiando a marchas forzadas. Más allá de los debates que puedan tener con el equipo del candidato republicano a la presidencia, John McCain, son las crisis ya […]
Mientras Barak Obama y su recién nombrado escudero, Joseph Biden, se preparan para aceptar la nominación demócrata esta semana, el terreno de juego de las relaciones internacionales sigue cambiando a marchas forzadas. Más allá de los debates que puedan tener con el equipo del candidato republicano a la presidencia, John McCain, son las crisis ya suscitadas y las que están surgiendo las que deberían servir para delimitar la capacidad y las propuestas de cada cual. Conocemos, más o menos, el futuro que nos espera si es McCain el elegido por los pocos estadounidenses que acudan a votar en noviembre. ¿Pero qué sucederá si gana Obama? ¿Cuál será definitivamente su actitud, por ejemplo, hacia Irak, Afganistán y Pakistán, Rusia o África? La estabilidad internacional se juega en estos campos de juego y en algunos otros, pero seguimos sin conocer cómo abordará cada candidato estas crisis.
Pero no sólo se trata de política internacional. Más importante para los votantes será saber cómo piensa abordar cada uno de los candidatos lo que ya ha sido calificado por el FMI como «la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión». Por primera vez, un ciclo de expansión económica finaliza sin que las familias estadounidenses hayan podido aumentar sustancialmente sus ingresos y, por lo tanto, su capacidad de ahorro. Y esto, obviamente, será aplicable a Europa. El concepto teórico del desarrollo económico choca de frente con la realidad cuando uno se da cuenta de que no podrá tener una vida mejor que la de sus padres (lo cual, para buena parte de la clase media estadounidense, se concreta en la siguiente ecuación: mejor asistencia médica, un nuevo coche y una bonita casa). En este contexto, sin síntomas de recuperación económica, ni McCain ni Obama han puesto sus cartas sobre la mesa: McCain sigue vivo a pesar de representar al partido y a las políticas del defenestrado Bush; y Obama, quien para algunos representa el modelo neoliberal europeo aplicado al contexto estadounidense, ha virado hacia un reformismo pragmático, según la expresión de moda. De momento, ambos siguen escondiendo sus cartas.