El presidente Obama tocó triunfantes notas en su discurso del Estado de la Unión. Pero no mencionó su fracaso en cambiar la política que no funciona. Algo que hay que mirar es Cuba, donde la niebla de irrealidad ha envuelto a la política de EE.UU. durante más de medio siglo. En las oficinas de Washington […]
El presidente Obama tocó triunfantes notas en su discurso del Estado de la Unión. Pero no mencionó su fracaso en cambiar la política que no funciona. Algo que hay que mirar es Cuba, donde la niebla de irrealidad ha envuelto a la política de EE.UU. durante más de medio siglo. En las oficinas de Washington donde se trazan políticas y en el Capitolio, pocos parecen darse cuenta de que los intentos por subvertir el gobierno de Cuba no han funcionado. Vean el fracaso de Bahía de Cochinos en abril de 1961, la subsiguiente Crisis de los Misiles que resultó de que los líderes cubanos aceptaran armas nucleares soviéticas para impedir una amenaza de invasión de EE.UU., y al fracasado embargo económico de más de 50 años y los intentos de aislar diplomáticamente a Cuba.
Cada año, el Congreso asigna dinero para crear daño en nuestra isla vecina, como si apoyando a los «disidentes» y organizando teléfonos satelitales y grupos de Internet harán que de alguna manera las infelices masas cubanas saldrán a las calles de sus ciudades para derrocar al gobierno.
Esa política norteamericana tiene ya 54 años. «Denle tiempo», gritan los seguidores de la línea dura, como los senadores Marco Rubio (republicano por la Florida) y Bob Menéndez (demócrata por Nueva Jersey) y la representante Ileana Ros-Lehtinen, todos cubanoamericanos. Estos fanáticos anticastristas y su cabildo han engañado al país por demasiado tiempo. Es hora de que Obama y el secretario de Estado John Kerry sean realistas y disipen la bruma de estupidez que ha nublado el cerebro político de Washington.
Piensen en la vida en Cuba como si la viviera gente de Estados Unidos: los cubanos van a trabajar y a la escuela por la mañana, se montan en autobuses, almuerzan, regresan a sus hogares, pero sin tener que preocuparse de que le ejecuten la hipoteca o los desahucien, y más de 90% de ellos votaron a favor del gobierno en sus elecciones parlamentarias hace dos semanas.
Ante un gobierno que ha durado 54 años, ha hecho significativas inversiones en la salud y la educación de su pueblo y que funciona de una manera tan rutinaria como cualquier gobierno en el hemisferio, ¿por qué los hacedores de políticas en Washington siguen inventando ilusiones como base para la estrategia política de EE.UU., al creer que una conspiración continua puede derrocar a un gobierno que provee a su pueblo de servicios médicos gratuitos, alimentos subsidiados, educación gratuita desde enfermería a doctorados y muchos otros beneficios sociales?
En Cuba no se ve a gente sin casa o a niños descalzos que se escapan de la escuela. ¿Por qué los hacedores de política continúan comportándose como si pudieran derrocar a un gobierno que provee a su pueblo de beneficios de los que no disfrutan los norteamericanos? El no realismo reina en la política hacia Cuba desde 1959.
Durante décadas, los países latinoamericanos y caribeños, presionados por Washington a principios de los años de 1960 para que rompieran relaciones con Cuba, han restablecido las relaciones normales, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) acaba de seleccionar a Raúl Castro para encabezar la organización regional. Creada en Caracas en 2011, la CELAC surgió como una alternativa a la Organización de Estados Americanos dominada por EE.UU. Ni Estados Unidos ni Canadá pertenecen, pero varios jefes de estado latinoamericanos alaban ahora a los Castro y apoyan firmemente la independencia cubana de Washington. Los presidentes de Brasil, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina y Nicaragua se reúnen regularmente con su homólogo cubano y discuten temas latinoamericanos y caribeños. La reunión de Trinidad en 2009, en la que Obama se reunió con jefes de estado latinoamericanos y caribeños y en la que habló de su franqueza y prometió «empezar de nuevo» ahora provoca desdeñosos comentarios de los que asistieron.
Obama soportó duras críticas latinoamericanas por el comportamiento anterior de EE.UU. en la región, acusaciones que fueron de grosera explotación económica al constante apoyo a las dictaduras militares de fines de la década de 1960 y de las de 1970 y 1980. El nuevo empezar norteamericano de Obama con Latinoamérica hasta ahora no ha tenido mucho que pudiera calificarse de «nuevo», en especial respecto a la política hacia Cuba. En efecto, la USAID financia la subversión en Cuba, lo cual provocó el arresto de Alan Gross, el cual trabajaba para una compañía que tenía un contrato con USAID para organizar un grupo de «disidentes» bajo el pretexto de proveer de conectividad a Internet a la comunidad judía cubana. Gross fue atrapado con caros y sofisticados equipos y el disco duro de su laptop, el cual contenía copias de sus «informes de viaje» a Cuba que detallaban sus devaneos subversivos. La Seguridad del Estado cubana se había infiltrado en grupos disidentes y un tribunal cubano condenó al norteamericano por cometer delitos contra el estado cubanos. Recibió una sanción de 15 años de prisión.
Obama podría fácilmente hacer que Gross sea liberado si concede una amnistía a los Cinco de Cuba, agentes de inteligencia que se infiltraron en grupos de violentos exiliados con sede en Miami que habían comenzado a poner bombas en La Habana. Fueron arrestados por el FBI y declarados culpables de conspiración para cometer el delito de espionaje. Un acto tal también abriría la puerta a negociaciones mayores y la restauración de las relaciones.
Así que, ¿cuándo oirá Obama las noticias? ¿Cuándo aplicará un realismo «nuevo» a la política EE.UU.-Cuba, abandonará el medio siglo de búsqueda de derrocar al gobierno de Cuba, y restaurar las relaciones diplomáticas y comerciales con la Isla? El resto del mundo ha abandonado la Guerra Fría. Pero no fue realmente la Guerra Fría o la involucración soviética con la isla lo que primero dio a Washington un golpe en las tripas. La desobediencia de Cuba, su ausencia de veneración por la supremacía de EE.UU. en la región, su rechazo a la Doctrina Monroe y el Corolario de Roosevelt, y la expropiación por parte de Castro de las propiedades corporativas norteamericanas hicieron de La Habana un blanco cuya insolencia continúa molestando a la élite de Washington.
Pero ellos han coexistido antes con inconveniencias.
Los filmes de Saul Landau Fidel y Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie pueden obtenerse en DVD por medio de cinemalibrestudio.com. Landau es miembro del Instituto para Estudios de Políticas.