Una vez que los jerarcas estadunidenses fueron derrotados aplastantemente en su intento por asaltar y destrozar rápidamente la revolución cubana en las playas de Girón en abril de 1961, una vez que lo que quedaba de su famosa Brigada 2506 fue intercambiada por compotas infantiles (Gerbers) y medicinas, se reunieron a mascullar su odio infinito […]
Una vez que los jerarcas estadunidenses fueron derrotados aplastantemente en su intento por asaltar y destrozar rápidamente la revolución cubana en las playas de Girón en abril de 1961, una vez que lo que quedaba de su famosa Brigada 2506 fue intercambiada por compotas infantiles (Gerbers) y medicinas, se reunieron a mascullar su odio infinito y cocinaron la famosa Operation Mongoose (Operación Mangosta), acción encubierta de la CIA. La operación contaba con 33 tareas (ya que existen 33 especies de mangostas), 13 de ellas concentradas en la guerra económica, seis en la política, cinco en lo militar, cinco en subversión político-ideológica y cuatro de inteligencia. El general Landsdale encabezaría la operación y fue escogido por su vasta experiencia en contrainteligencia adquirida en las Filipinas, donde participó en el aniquilamiento de la rebelión de los Hukbalahap, combatientes antijaponeses nacionalistas acusados de comunistas en los años 50.
El objetivo explícito era lograr una revuelta interna en Cuba para octubre de 1962 y derrocar a la dictadura castrista, para establecer un nuevo gobierno con el que se pudiera vivir en paz. Como evidentemente se había podido con el de Batista, Duvalier o Trujillo, renombrados próceres de la paz norteamericana en el Caribe. Lograr una revuelta interna ha sido su sueño enfermizo desde entonces. Para ello han invertido miles de millones de dólares junto con todo tipo de injerencias y barbarie, a pesar de las cuales nunca lo han logrado.
Los documentos desclasificados en Estados Unidos durante 1997 constan de mil 520 páginas, en las cuales se describen en detalle las tareas: dificultar todo transporte marítimo hacia Cuba; minar puertos cubanos; fracasar la cosecha de alimentos y azúcar quemando e infestando plagas; impedir ventas de níquel; generar acaparamientos y mercado negro; fuga de capitales e inflación descontrolada; paros patronales y despidos de trabajadores; hasta atentados con bombas en lugares públicos y ataques a plantas eléctricas. Combinar el total desquiciamiento de la economía con el pánico de las acciones terroristas, acusar a los propios revolucionarios cubanos de atacar violentamente a la oposición y simular vuelos de aviones cubanos hundiendo balsas de migrantes en alta mar son algunas de las tareas dirigidas a lograr un levantamiento popular, que en estas condiciones de desamparo pidiera una muy justa y democrática intervención estadunidense.
El objetivo de Estados Unidos y sus tareas se reforzaron mediante una sostenida batalla mediática y diplomática desplegada en todos los foros internacionales. Especialistas en el manejo de los grandes medios habían logrado convencer, por ejemplo, que la reforma agraria promulgada por el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz representaba un terrible peligro comunista, al grado de gestar su derrocamiento y brutales asesinatos que le siguieron. ¿Por qué no hacer lo mismo después de la reforma agraria en Cuba, que volvía a poner en riesgo los sagrados intereses de la United Fruit Company? Sólo que en Cuba la oligarquía terrateniente y el ejército nunca pudieron fraguar un golpe de Estado semejante.
En 14 meses se registraron 716 sabotajes de todo tipo, según los datos más conservadores. Fabián Escalante, miembro del equipo de seguridad de Fidel Castro, ha señalado que se registraron 638 variadísimos planes para asesinarlo. El primer intento fue en febrero de 1959, escasamente un mes después del triunfo de la revolución. Se montaron 415 equipos diferentes de intervención y lograron infiltrar 117 agentes. La Operación Mangosta fue un rico semillero de donde salieron miles de agentes a sueldo, terroristas, implicados en asesinatos políticos, tráfico de armas y drogas, asociados con la mafia y cabecillas de la Fundación Nacional Cubanoamericana, que convirtieron el terror en negocio, encubiertos y protegidos siempre por el gobierno estadunidense.
Dicha operación fue oficialmente cancelada después del acuerdo Kennedy-Kruschov, pero en realidad operó estratégicamente cada vez que un gobierno de fuerte arraigo popular y nacionalista ganó reiteradamente las elecciones sin poderlo derrotar por esa vía. En primer lugar la operación se extendió inmediatamente hacia Guyana para desestabilizar al primer ministro Cheddi Jagan, quien en 1961 nacionalizó la compañía eléctrica, proclamó una reforma agraria y puso un fuerte impuesto a la extracción de bauxita. En 1963, con el apoyo de Inglaterra, la CIA desató la desestabilización. Cuba envió incluso barcos con comida y gasolina para apoyar a Jagan. Velozmente se precipitaron fuga de capitales, mercado negro, cierres patronales, desempleo, agitación anti-comunista, bombas y enfrentamientos raciales. Todo el paquete. Los ejemplos más conocidos de esta estrategia replicada exitosamente son con los gobiernos de Salvador Allende, en Chile, y de Mickel Manley, en Jamaica, en 1976.
Indiscutiblemente, de nuevo la Operación Mangosta está en marcha en Venezuela, con todas sus tareas, desplegándose sin importar los costos humanos y materiales, con una perfecta sincronización con la derecha golpista para salvaguardar las propiedades y buenos negocios por encima de las esperanzas del pueblo en resistencia.
* Profesora de la Universidad Pedagógica Nacional