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En los últimos meses ha llegado a cuadruplicarse el aforo del centro de estancia temporal para personas migrantes

Organizaciones sociales denuncian la «saturación» y «precariedad» en el CETI de Melilla

Fuentes: Rebelión

Inaugurado en 1999, y con capacidad para 480 personas, el Centro de Estancia Temporal de personas migrantes de Melilla (CETI) tiene como fin ofrecer servicios sociales básicos a migrantes y solicitantes de asilo que llegan a esta ciudad. En los últimos meses ha llegado incluso a cuadruplicarse el aforo del CETI melillense, lo que ha […]

Inaugurado en 1999, y con capacidad para 480 personas, el Centro de Estancia Temporal de personas migrantes de Melilla (CETI) tiene como fin ofrecer servicios sociales básicos a migrantes y solicitantes de asilo que llegan a esta ciudad. En los últimos meses ha llegado incluso a cuadruplicarse el aforo del CETI melillense, lo que ha llevado a que diferentes organizaciones sociales agrupadas en la Comisión de Observación de Derechos Humanos (CODH) denuncien la «saturación», «precariedad» y «peligrosidad» del centro, pero también la falta de higiene en el entorno.

Ésta es una de las principales conclusiones del informe «Vulneraciones de Derechos Humanos en la Frontera Sur-Melilla», correspondiente a julio de 2014, que se presentó el pasado viernes en el Colegio de Abogados de Barcelona. La CODH está formada por la Campaña Estatal por el Cierre de los CIE, la Coordinadora Estatal para la Prevención y Denuncia de la Tortura, el Grupo de Acción Comunitaria (Centro de Recursos en Salud Mental y Derechos Humanos); y el Observatorio del Sistema Penal y Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona.

El informe caracteriza las instalaciones del CETI como «improvisadas», «precarias» y «peligrosas». El centro se divide en módulos, cada uno con seis camas, seis taquillas, un escritorio y una mesa. En los módulos se alojan mujeres, niños, enfermos y heridos (como consecuencia de la violencia sufrida en la frontera). Entre los añadidos, el informe detalla la implantación de diversas tiendas de campañas del ejército y dos filas de literas separadas por mantas, que los residentes han bautizado como el «gallinero».

Después de una visita de tres días al CETMI y la realización de diversas entrevistas, los miembros de la CODH subrayan que la «precariedad de las instalaciones y su saturación es un riesgo potencial ante posibles incendios». Asimismo, «la zona que concentra las 70 literas dificulta el acceso de los operarios de seguridad en caso de agresiones o conflictos». Falta de intimidad, ausencia de taquillas (lo que favorece numerosos robos de objetos personales e incluso un mercado irregular de estos objetos) y numerosos conflictos salpican la realidad cotidiana del CETMI.

La mayoría de las personas que se hallan en el centro (y que han accedido a Melilla por los pasos fronterizos) se declaran de nacionalidad siria, aunque muchos de ellos fueron reclutados en la guerra sin que oficialmente hayan vivido en este país. El segundo grupo en número de miembros procede del África Subsahariana, de países como Malí, Burkina Fasso, Guinea-Konakri y Camerún. El informe destaca que las mujeres y familias ingresan principalmente a través de embarcaciones por puestos no fronterizos, mientras que los hombres más jóvenes y con menos recursos tratan de saltar en muchos casos el perímetro fronterizo. El perfil del CETMI se completa -según los datos publicados por ACNUR para el mes de mayo- con los datos del porcentaje de hombres (70,9%), mujeres (11,3%) y menores (17,8%).

En la primera semana de julio, cuando los miembros de la CODH realizaron el trabajo de observación en Melilla, la ocupación «real» del centro de estancia temporal (según las cifras del Servicio Jesuita a Migrantes) se situaba en torno a las 1.600 personas (435 menores), más del triple de la capacidad del CETI.

Otro punto de crítica formulado por los miembros de la CODH señala a la falta de higiene en el entorno del centro, concretamente en la explanada de acceso y en el Cauce del Río de Oro. De hecho, añaden, «la zona no cuenta con servicio de limpieza o mantenimiento alguno por parte del Ayuntamiento de Melilla». La cuestión no resulta baladí: «los niveles de basura y contaminación de estos espacios, apreciables a simple vista, constituyen un problema medioambiental y de salud pública, máxime teniendo en cuenta que los alrededores del CETI son el espacio donde juegan e interactúan un gran número de niños y niñas».

Por otro lado, el informe subraya la ausencia de traductores (únicamente dos) para una población (del CETI) que mayoritariamente utiliza el árabe como lengua vehicular. El centro dispone sólo de una psicóloga, pese a que se trata de «población procedente de países golpeados por guerras y otros conflictos, que han sufrido experiencias traumáticas en el periplo migratorio (robos, agresiones y violaciones)». Otros problemas psicológicos pueden derivarse de la convivencia en el CETI, o del hecho que la ruta migratoria concluya en Melilla, sin posibilidad de acceso a la península, «así como no contar con una cierta autonomía a la hora de tener recursos propios o medios de vida». Además, la CODH ha averiguado que en las últimas semanas, al menos en dos ocasiones, personas que habían solicitado consulta psicológica tuvieron que buscar apoyo al margen del CETI, ya que la psicóloga del centro no observó la existencia de problemas (Melilla Acoge señaló que la primera persona necesitaba tratamiento psiquiátrico y la segunda, depresión grave).

El documento «Vulneraciones de Derechos Humanos en la Frontera Sur-Melilla» hace referencia además al trato que el personal de seguridad del CETI y los profesionales y voluntarios de la Cruz Roja propinan a las personas migrantes. Señala el «trato de superioridad, la falta de respeto, de educación y desdén». Los miembros de la CODH dan cuenta en el informe de cómo un trabajador de la seguridad del centro se interpuso en una pelea entre personas migrantes, y expresó imprecaciones como «sois todos escoria; iros a vuestro país; sois basura». Al mediar los voluntarios de la CODH, los empleados de seguridad respondieron de manera «ofensiva e insultante».

Otro asunto de relevancia es que en el CETI de Melilla no se establezcan medidas en relación con el aborto, «lo que unido a la situación de violencia sexual a la que están sometidas gran parte de las mujeres que llegan a Melilla, y a la exclusión sanitaria de la población migrante en esta ciudad, da lugar a una situación muy alarmante». En ese contexto, detalla el informe, se han observado «prácticas de aborto muy lesivas para las mujeres, que sólo son evidentes cuando los sangrados requieren traslados hospitalarios».

En el microcosmos del centro, las relaciones de género y la violencia suponen en ocasiones un grave problema. En la población siria se establece tal relación jerárquica que el hombre «ve legítima la violencia contra las mujeres». Ocurre que si la víctima comunica a los responsables del CETI las agresiones, «se produce una condena por parte de la comunidad, que puede convertir de nuevo a la mujer en víctima de malos tratos también por los restantes miembros de la familia». De hecho, agrega el documento, «las sanciones de expulsión a los agresores durante días no funcionan, pues la mujer se retracta debido a la presión grupal». Los celos de los hombres resultan otro motivo de conflicto.

Otra de las situaciones sobre las que alerta el documento de la CODH es la de los menores sirios. La califica de «particularmente grave», y añade que es necesario contar con un grupo de profesionales que puede identificar la situación de las niñas y niños, informar a las madres y padres, y satisfacer sus necesidades. Entre otros problemas, se han detectado «casos puntuales» de posibles malos tratos y el empleo de menores en labores diarias que han dado lugar (en algunas ocasiones) a accidentes, lesiones y quemaduras. Asimismo, se ha observado desatención en aspectos como la higiene diaria, alimentación y absentismo en los talleres formativos (primera alfabetización en español).

Para combatir las actitudes racistas dentro del CETI, el informe resalta la importancia de los talleres para adultos en los que participen diferentes grupos, etnias y géneros porque «contribuyen a la participación, el reconocimiento mutuo y la reducción de actitudes y valores racistas». Estos conflictos entre grupos y etnias encuentran cierta explicación en la saturación del centro, la escasez de recursos y la competencia por estos. Otro asunto son las actitudes «homófobas y discriminatorias» contra personas LGTTBI (lésbica, gay, transexual, travesti, bisexual e intersexual): «los insultos, vejaciones y agresiones son constantes, lo que demuestra que su permanencia en el centro no garantiza su integridad física o psicológica». Por último, el informe hace una mención especial al «compromiso, dedicación, atención y accesibilidad del director del CETI», valores en los que han coincidido diversas fuentes.

Fotografía: Robert Bonet

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.