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Oriente Próximo tras el atentado de Alejandría

Fuentes: Le Monde diplomatique

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

El atentado contra una iglesia copta de Alejandría el pasado 31 de diciembre ha suscitado condenas unánimes, incluidas las instancias musulmanas, contrariamente a lo que escribió Vincent Giret en el editorial del 3 de enero de Libération, «Survie» [«Supervivencia»]: «Seules quelques voix isolées dans le monde musulman ont osé protester» [«Sólo han osado protestar alguna voces aisladas en el mundo musulmán»] . Pocas voces han faltado desde Al-Azhar hasta Hizbulá, desde Arabia Saudí a los Hermanos Musulmanes, de los suníes a los chiíes. En cambio, no ha habido grandes manifestaciones, pero por una simple razón: tanto en Egipto como en la mayoría de los países árabes las manifestaciones están prohibidas de facto, ya sea por atentados contra los coptos o sobre Palestina.

Sin desarrollarlo demasiado (Le Monde diplomatique del mes de febrero volverá con más detalles sobre los cristianos de Oriente), quisiera hacer algunas observaciones generales sobre el significado de este atentado en la evolución de la región:

– Los cristianos de Oriente no constituyen una «etnia»: nada les diferencia de sus compatriotas, ni la lengua (con raras excepciones), ni la cultura, ni la mayoría de las tradiciones. Son parte integrante del mundo árabe y contribuyeron de forma importante a los movimientos de renacimiento del siglo XIX, a la creación del nacionalismo árabe. El debilitamiento de este nacionalismo, a lo que Occidente contribuyó en gran medida, favoreció la emergencia de un discurso islamista con múltiples tendencias que llevó a cada minoría a organizarse sobre un modo confesional (hay que recordar que en Palestina, por ejemplo, muchos cristianos votaron a Hamás, incluso en Belén, y que personas no musulmanas militan en Hizbulá, al que consideran un movimiento de resistencia);

– Su situación difiere mucho según cada país. En Líbano son un actor importante de la vida política y económica; en Palestina sufren la ocupación, lo que unido a la crisis económica y social empuja a muchos a emigrar; en Iraq son víctimas del desmoronamiento del Estado provocado por la guerra estadounidense; en Siria viven bajo la protección del régimen. El caso de Egipto es un tanto aparte; por un lado, el régimen se presenta como defensor de los cristianos, por otro trata de ganar una legitimidad musulmana y manipula en su propio beneficio las tensiones confesionales para presentarse como garante de la estabilidad;

– Al mismo tiempo, aunque las condiciones difieren de un país a otro, los ataques contra las minorías, ya sean cristianas o no, es uno de los aspectos de una crisis profunda, la del Estado nacional. En todas partes este Estado se enfrenta a un cuestionamiento facilitado por dos factores: unos regímenes antidemocráticos cada vez más impopulares y que escapan a todo control, y unas intervenciones extranjeras y guerras que desde Líbano a Iraq favorecen la emergencia de grupos de resistencia no estatales. Esta situación ha provocado un repliegue sobre sí mismo y unas lecturas del Islam cada vez más conservadoras;

– Se puede, pues, hablar de confesionalización sobre el modelo libanés. Pocos observadores han insistido en el hecho de que el sistema establecido por Estados Unidos en Bagdad era «étnico-confesional»: un presidente kurdo, un primer ministro chií, un presidente del parlamento sunní. Esto corresponde a una cierta visión estadounidense que yo recordaba en un artículo anterior: «Este sistema confesional [en Iraq] fue inaugurado desde 2003 por el general David Petraeus, entonces comandante de la Décima División Aerotransportada estadounidense, que tomó el control de Mosul e instauró un sistema electoral tribal, con urnas diferentes para cada confesión …»;

– Esta visión se impone también entre los políticos europeos y los medios de comunicación en los que se habla cada vez más de defensa de los cristianos de Oriente y se conmina a los musulmanes a tomar postura, con lo que se contribuye a la idea de que son sospechosos (y uno se indigna tras las declaraciones de Marine Le Pen). Como señalaba el antropólogo Hosham Dawod en Le Monde del 10 de noviembre de 2010, «Chrétiens d’Irak: ne choisissons pas nos victimes!», a propósito de la recepción de refugiados cristianos iraquíes en Francia: «La decisión tomada el 2 de noviembre de acoger en suelo francés a 150 cristianos víctimas del atentado de Bagdad del 1 de noviembre (…) es emblemática a este respecto. Bajo la apariencia de una gestión humanitaria se trata de elegir a las víctimas (…) [porque en el mismo momento] explotaron en varios barrios de Bagdad una veintena de coches bomba que causaron cientos de víctimas. Y ello no provocó después la misma compasión. Que se entienda bien: hay que ayudar a las víctimas de atentados tanto en Iraq como en otras partes, pero ya sean cristianas o musulmanas, kurdas o árabes, mazdeístas yazidis o shabaks».

– Algunos políticos piensan que Occidente tiene el deber de defender a los cristianos. Olvidan que gran parte de la historia de los siglos XIX y XX se caracterizó por las injerencias europeas en la región, con frecuencia en nombre de la defensa de las minorías, lo que hace que sea sospechoso este tipo de discurso que, además, tiende a acreditar la idea de que estas minorías son agentes del extranjero (Véase «La tragédie des chrétiens d’Orient : la responsabilité de l’Occident«, por Abderrahim, 12 de noviembre, en la página web L’islam en France.)

Tras el atentado, el diputado de la UMP Bernard Carayon llamaba el 2 de enero a los franceses musulmanes a manifestarse en masa: «En nombre del Islam, de los «soldados de Dios», organizan la lenta masacre de los cristianos de Oriente. Puesto que las organizaciones musulmanas de Francia profesan un Islam moderado, que lo demuestren y no se contenten con comunicados de prensa emotivos y corteses: que se manifiesten en masa contra la violencia integrista de sus correligionarios». Así, también en nuestra sociedad se conminaría a cada persona a tomar postura en función de sus convicciones religiosas: entonces, ¿por qué no pedir a los judíos de Francia que se manifiesten contra la ocupación de Palestina por parte del «Estado judío»?

No existe una solución simple para los problemas de Oriente Próximo. Pero son necesarias dos condiciones para que la región emprenda otro camino: el final de las guerras y de las opresiones, desde Iraq a Palestina, y el final de los regímenes impopulares y antidemocráticos. Decir que Occidente tiene una responsabilidad en ambos terrenos es decir poco. Y no contribuirá a ello la complacencia que Francia demuestra con respecto al régimen egipcio o al de Túnez (hay que leer las declaraciones del portavoz del Quai d’Orsay [sede del ministerio de Asuntos Exteriores francés] sobre las manifestaciones en este país para medir la «neolengua» que a veces caracteriza a nuestra diplomacia).

Fuente: http://blog.mondediplo.net/2011-01-04-Le-Proche-Orient-apres-l-attentat-d-Alexandrie

rCR