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Egipto

Pan, mentiras y dignidad

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Así pues, Omar «Jeque al-Tortura» Suleimán ha advertido de que la única alternativa al diálogo con la oposición es un «golpe de Estado». El hombre clave, de suaves maneras, de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos en las entregas extraordinarias a Egipto, ungido ahora por Washington como conductor de la «transición ordenada», es posible que esté más versado en descargas eléctricas que en onanismo; de otra forma se habría dado cuenta que una dictadura militar que se derroca a sí misma sólo puede acabar siendo una dictadura militar.

Sin embargo, quizá fuera eso exactamente lo que él quería decir. Suleimán dijo que las protestas son «muy peligrosas», queriendo implicar, no muy sutilmente, la interferencia de agendas ocultas por parte de periodistas extranjeros; de una coalición subversiva de EEUU, Israel, Hamas, Hibollah, Irán y Al Yasira; de los Hermanos Musulmanes; y de todo lo anterior junto y revuelto (y todo debidamente evocado por el régimen).

A Osama Saraya, editor-jefe del pro-gubernamental periódico Al-Ahram , que estaba allí presente cuando Suleimán musitó sus siniestras advertencias, se le aseguró que no sólo se refería a un golpe militar, sino también a un golpe de Estado islamista.

La reacción de la calle no se hizo esperar. La sentada frente al Parlamento -un segundo frente además del de la Plaza Tahrir- es ahora permanente, miles de manifestantes han obligado ya al elemento de la junta militar convertido ahora en Primer Ministro, Ahmed Shafiq, a trasladar al Ministerio de Aviación Civil al otro lado de El Cairo. Recapitulemos: la actual junta militar en el poder está compuesta por Suleimán, Shafiq, el Mariscal de Campo Mohammed Hussein Tantawi (Ministro de Defensa desde hace ya veinte años) y el Teniente General Sami Annan (el jefe del ejército).

¿Y qué ocurre con los miles de trabajadores que protestan frente al Ministerio del Petróleo? El bloguero Osma El-Hamalawy da en el clavo cuando dice: «la clase trabajadora ha entrado oficialmente en la batalla».

Por su parte, los Hermanos Musulmanes están dando al régimen un plazo de «una semana» para cumplir las demandas populares. El movimiento de jóvenes del 6 de abril, en un correo electrónico a todos sus miembros en su página de Facebook, les recordó que no habrá conversaciones con el régimen hasta que no se marche el Presidente Mubarak. Y que sólo después se entraría en materia: reformas claves constitucionales en derechos civiles, libertad política e independencia judicial; y nuevas e importantes políticas económicas para combatir la pobreza, el desempleo, la injusticia social y la monstruosa corrupción.

En cuanto al «diálogo» del Jeque al-Tortura con la oposición, la calle, así como la rama de la oposición más institucionalizada, lo valora en lo que es: un espejismo. No importa que los ataques se estén extendiendo como un fuego descontrolado; los empleados de los medios de comunicación están abandonando el barco; los recién designados para los distintos gabinetes están dimitiendo; el régimen está intentando todos los trucos a su alcance, desde enjuiciar a ex ministros hasta ofrecer un 15% de aumento en los salarios, pero las protestas en la calle son cada vez mayores.

Diaa Rashwan, del autodenominado Consejo de Sabios, dice que las negociaciones están muertas: «La estrategia del régimen ha consistido en jugar para ganar tiempo y dilatar las cosas… Realmente, no quieren hablar con nadie. Al principio de esta semana estaban convencidos de que las protestas iban a desaparecer».

Mientras tanto, alrededor del Potomac…

Eso es lo que consigues cuando el caballo al que has apostado es adicto a la tortura. Los actores del poder en Washington, sus dedicados cortesanos imperiales, sus hordas de aduladores en los medios con su trajes malos, todos están absolutamente atónitos.

Muy pocos, si es que había alguno, y muy dispersos, alrededor de esta descontrolada tierra de apparatchik , acogedora, acomodada, con tecnologías punta, podían siquiera imaginar que se les iba a enfrentar una revolución de la calle no violenta, no sectaria, no islamista, no ideológica, no jerarquizada y dirigida por ciudadanos decentes comunes y corrientes del ¡Santo Corán!, nada menos que de un estado clientelista árabe.

No hay un ejército (decrépito) al que combatir, o con el que llegar a un cínico acuerdo (aunque siempre se puede comprar al «Jefe al-Tortura» y a sus cohortes militares, pero ellos no son el enemigo; ellos son «nuestros» caballos). ¿Dónde estaban Ho Chi Minh, el Che Guevara, Ruhollah Jomeini, Saddam Hussein, Osama bin Laden, cuando les necesitábais?

No hay nadie a quien demonizar, no podéis decir aquello de «o con nosotros o contra nosotros», no hay territorio que bombardear con conmoción y pavor. A menos que consideréis que el «enemigo» son los grupos de jóvenes (y no los «hombres sabios») que encabezan la revolución, y que el domingo formaron una coalición denominada «Liderazgo Unificado de Jóvenes de la Revolución de la Ira». «¡ Guau , eso suena a comunista!», estarán susurrando muchos en Langley.

El «enemigo» son los jóvenes egipcios -los chicos del Movimiento de Jóvenes del 6 de Abril, el Grupo por la Libertad y la Justicia, la Campaña Popular de Apoyo a [Mohamed] El Baradei, el Partido del Frente Democrático, y ¡ oh , alerta terrorista!, los Hermanos Musulmanes. Todo eso conforma un liderazgo combinado de 14 jóvenes de veintitantos a treinta y pocos años. Es un mundo ideal para el «nosotros contra ellos», un equipo brillante de fuerzas especiales -o, más rentablemente, un Reaper- de aviones no tripulados que podría arrojar algo de realpolitik en sus cráneos.

¿Cómo derrocar a Mubarak cuando los 325.000 matones/informantes en la seguridad central y los 60.000 soldados de la Guardia Nacional están bajo su Ministerio del Interior? ¿Y cómo mantener la dictadura militar en su lugar, los mismos militares que se enriquecieron gracias al mubarakismo ? ¿Cómo hacerles aceptar algunas concesiones electorales simbólicas para apaciguar y desmovilizar la revolución en la calle? ¿Y cómo hacer que todo esto sea creíble, con la clase trabajadora ahora metida en el ajo, para que una masa de soldados reclutados pobres y rurales no empiecen también a entretenerse con ideas revolucionarias? (y no estamos siquiera mencionando el campo, donde viven el 57% de los egipcios, y el 40% con menos de 2 dólares al día).

No es de extrañar que Washington tenga miedo. No puede solicitar incrementos infectados de aviones no tripulados.

Mientras tanto, los otros pilares dictatoriales de la «estabilidad» en el Oriente Medio -rutinariamente descritos por los aduladores imperiales como «moderados»- están aún más aterrados. El Rey Abdullah de Jordania está exigiendo «una transición tranquila y pacífica», como si el Jeque al-Tortura y su panda fueran personajes de Disney. El bastión de la ilustración, la Casa de Saud, al menos mostró su auténtico rostro, advirtiendo a Washington de que una salida apresurada de Mubarak podría «socavar los intereses estadounidenses», como si se temieran: «que vamos los siguientes».

Pan y tortura

Bajo las tres décadas de Mubarak, Egipto siguió siendo pobre, en el puesto 116 del mundo en el PIB per capita. Es de justicia decir que últimamente se ha empobrecido aún más gracias a Wall Street.

El maíz subió un 92% en un año, el trigo un 80%, con el usual efecto llamada en el coste del pan, carne y productos lácteos. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación ha mostrado que los precios globales de los alimentos han alcanzado niveles de record, incluso más altos que durante la crisis alimentaría de 2007/2008. La inflación alimentaria se extiende ahora por todo el mundo, no sólo en Egipto (donde más de la mitad de los ingresos medios va a parar en comida; la inflación del precio de los alimentos en Egipto se ha situado ya en un enorme 17% al año).

Pero el punto clave absoluto en todo esto no es la creciente demanda de gigantes emergentes como China y la India; ni los recortes en los subsidios alimentarios; ni los estados que utilizan más biofuel a partir del maíz, o en las sequías y las pobres cosechas en Rusia, Australia, Argentina, o la próxima en China. Todos estos son factores. Pero pedir a los manifestantes que recen para que llueva en China es un golpe bajo. El factor crucial absoluto es la especulación propia de casino de los bancos inversores en materias primas alimentarias.

Resumiéndolo todo: por mucho que la burbuja de las hipotecas aumentara exponencialmente la riqueza de los muy ricos banqueros globales (dejando a millones sin hogar), la burbuja alimentaria funciona del mismo modo (y está arrojando a decenas de millones a morir de hambre), sin que se vislumbre final alguno.

Eso es consecuencia directa de la desregularización operada por el Acta de Modernización de Futuros sobre Mercancías de 2000, aprobada por la administración Bill Clinton, y el advenimiento de «oscuros» mercados desregulados de futuros sobre mercancías, como el Intercontinental Exchange en Londres, inventado por Wall Street, los bancos inversores europeos y sectores de las Grandes del Petróleo.

Robert Alvarez, un importante experto del Institute for Policy Studies, señala lo que el administrador de fondos de cobertura Michael McMasters dijo en un panel del Senado de EEUU en 2008: Esto equivale a «una forma de acaparamiento electrónico e incrementa en muy gran medida el efecto inflacionario del mercado. Significa, literalmente, el hambre para millones de pobres en el mundo».

Masters ha estimado que en los intercambios estadounidenses, el 64% de todos los contratos del trigo eran pura especulación. Es probable que el porcentaje sea más alto ahora. Esto es lo que George Soros describió como «acaparar secretamente alimentos durante una crisis de hambre para conseguir beneficios incrementando los precios».

Después viene Goldman Sachs y su fondo de índices de materias primas, más la artificialmente creada «demanda shock», en la que esencialmente se inventa una demanda artificial para comprar trigo y después se establece el precio. ¿A quién le preocupa la gente hambrienta en los países del Norte de África cuando pueden hacerse miles de millones de dólares fáciles? Y la burbuja seguirá. Y Egipto continuará sufriendo por tal motivo.

Hablemos de sufrimiento. Los acreedores de la «comunidad internacional» están ya esperando como una manada de buitres a recoger la pasta. Egipto debe 17.600 millones de euros a Francia; 10.700 millones al Reino Unido; 6.300 millones a Italia; 5.350 millones a Estados Unidos y 2.400 millones a Alemania. El buitre-jefe del Fondo Monetario Internacional está preparando más ajustes estructurales.

La misma «comunidad internacional» está ya ocupada desviando los flujos turísticos a Egipto (55% de las divisas del país) a otros destinos en África, mientras el capital extranjero se va, se va, se fue, siguiendo el ejemplo de la pequeña oligarquía vinculada con Mubarak, que incluye las telecomunicaciones del magnate Naguib Sawiris y el acero del magnate Ahmed Ezz.

Las elites del poder en Occidente exigen de Egipto «estabilidad» política y la preservación del statu quo. Esto implica la seguridad total de Israel, el aislamiento draconiano de Gaza y un Egipto totalmente alineado con Arabia Saudí y Jordania como leales vasallos de EEUU.

Pero eso no es precisamente lo que la revolución de la calle quiere, después de acabar con la fase I. El Liderazgo Unificado de los Jóvenes de la Revolución de la Ira, a través de su portavoz, el abogado Ziad al-Olaimai, de 32 años, ha fijado sus siete demandas principales, por ahora, que son las siguientes: dimisión de Mubarak; levantamiento inmediato del estado de emergencia; liberación de todos los prisioneros políticos; disolución de las cámaras alta y baja del parlamento; formación de un gobierno de unidad nacional para gestionar el período de transición; investigación por la judicatura de los abusos de las fuerzas de seguridad durante la revolución; y que el ejército proteja a los manifestantes.

Y esto sería sólo el principio; un gobierno egipcio verdaderamente soberano no se va a comportar como un sátrapa subordinado a los EEUU. Pero ahora no hay vuelta atrás posible. La calle sabe que sencillamente no puede recoger e irse a casa, como al régimen le gustaría.

Saben que en la oscuridad de la noche, Suleimán podría ordenar a su inmenso y «secreto» escuadrón de matones que metan a cientos de miles de ellos en las cámaras de tortura que dirige en nombre de la CIA; tales como Abu Zaabal, o el calabozo de máxima seguridad Escorpión, para que puedan ser sometidos a simulacro de ahogamiento, a descargas eléctricas de arriba abajo, a obligarles a mentir en un somier electrificado, o a golpearles con picanas eléctricas, o a que perros especialmente entrenados les violen analmente, o a tener la espinal dorsal tan estirada que se les fracture, o a estar encerrados durante días en la espantosa jaula del «diminuto ataud», o simplemente a dejar que se pudran envueltos de la cabeza a los pies con cinta adhesiva como una momia.

Y Suleimán estará allí para supervisarlo todo. Todo en secreto, por supuesto, para que la «comunidad internacional» no se altere en sus silenciosas plegarias por la «estabilidad».

Pepe Escobar es autor de » Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War » (Nimble Books, 2007) y » Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge». Su último libro es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected].

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MB11Ak01.html

rCR