Según el juicio de Federico Pieraccini, reproducido por Global Times el diez de noviembre, las elecciones estadounidenses de medio término constituyeron un lotería de cargos públicos entre demócratas y republicanos que culminó con una derrota para la administración de Trump y una clara victoria para el «Partido de la Guerra» de Washington. Aunque sea cierto […]
Según el juicio de Federico Pieraccini, reproducido por Global Times el diez de noviembre, las elecciones estadounidenses de medio término constituyeron un lotería de cargos públicos entre demócratas y republicanos que culminó con una derrota para la administración de Trump y una clara victoria para el «Partido de la Guerra» de Washington.
Aunque sea cierto que es en el Senado donde se confirman los nombramientos más importantes, la Cámara es la que lleva el peso principal en lo que respecta a la política interna y el hecho de que los demócratas tengan allí la mayoría de escaños hace sumamente ardua la batalla por la reelección de Trump en 2020.
Trump tendría que ser capaz de demostrar a sus electores que ha cumplido sus promesas formuladas en 2016 y ello se le hace casi imposible con la Cámara en manos de sus oponentes.
Como asevera Pieraccini, «el país se enfrenta a un escenario de entrega al partido de la guerra, que es esa facción que responde a los intereses de conglomerados específicos de poder y no a electores. Los verdaderos ganadores han sido las agencias de inteligencia, Wall Street y los bancos, las agencias de calificación de créditos, la Reserva Federal, los grandes medios de comunicación, los grupos de reflexión, las direcciones políticas y el complejo militar-industrial. Trump ha podido descubrir, en sus dos primeros años como presidente, la poca autonomía que tiene en política exterior, por culpa del belicismo del establishment estadounidense».
La visión realista de la política exterior en que Trump basó su campaña electoral fue barrida a pocos días de su victoria. Con la esperanza de sobornar a los halcones en Washington, se rodeó de neoconservadores, que terminaron tratando de encajonarlo en algo parecido al Consenso de Washington en el que todo intento de diálogo con oponentes es visto como debilidad o señal de rendición, según hace notar Pieraccini.
«Washington y sus élites viven atrapados en una burbuja unipolar, convencidos de que Estados Unidos es la única potencia mundial que queda en el tablero geopolítico. Los planificadores del Pentágono han confirmado en dos documentos oficiales (Revisión de la Postura Nuclear y Revisión de la Defensa Nacional) cómo las relaciones internacionales se han convertido en realidad multipolar en la que Estados Unidos tendrá que lidiar con competidores como Rusia y China».
El resultado de las elecciones de medio término podría acelerar este proceso. Con la Cámara de Representantes en manos de los demócratas, Trump tendrá que abandonar su política exterior realista aún más de lo que lo ha hecho en los últimos dos años. La acumulación de concesiones en materia de política exterior es notable. Basta notar que en la enemistad hacia Irán, es fomentada por Israel y Arabia Saudita, que son los principales socios de la administración Trump. Lo mismo ocurre con China, con el antagonismo fomentado por el propio Trump para justificar el empobrecimiento de la clase media norteamericana que votó por él para cambiar esa situación. Y, por supuesto, sigue el odio endémico hacia Rusia, enemigo jurado del establishment de Washington.
Pero tras su derrota en la Cámara, para que ésta apruebe algo, tendrá que conceder mucha más libertad en política exterior a los neoliberales, ansiosos por reactivar la política exterior de Bush y Obama. Sin ninguna concesión por parte de la Cámara, todas las promesas nacionales de Trump a sus electores se verán frustradas. La guerra civil política permanente en Estados Unidos parece destinada a intensificarse y la perspectiva de una administración aún menos independiente en política exterior impulsará al resto del mundo a depender cada vez menos de Washington y a empezar a mirar hacia otro lado. Incluso hacia países europeos como Francia, Alemania e Italia que parecen haber comprendido que una alianza exclusiva con Washington no les es beneficiosa y, de hecho, está destinada al fracaso como resultado del caos en la política exterior estadounidense. Mientras que muchos países euroasiáticos como India, Japón, Turquía, Irán, Rusia, China, Afganistán y Pakistán intentan superar sus diferencias creando marcos de cooperación internacional, Washington empuja innecesariamente el acelerador del desorden.
Ejemplo del declive de Washington se advierte claramente en Corea donde Seúl y Pyongyang parecen encaminarse hacia una reconciliación pacífica, sin la participación directa de EEUU.
En los desacuerdos de India con China y las disputas de Japón con China y con Rusia, siempre la tensión se centra en los intereses del Washington distante más que en los de los demás involucrados. Los próximos dos años resolverán la cuestión de si la realidad actual es ya multipolar, o si el orden unipolar permanece, siendo Washington la nación indispensable para sus amigos y enemigos.
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