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Cronopiando

Patxi López y la deslegitimación de la violencia

Fuentes: Rebelión

«No habrá un solo espacio de impunidad en democracia para que nadie dé cobertura, aplauda o justifique la violencia». Así de rotundo se mostraba Patxi López que, cansado de hacerse pasar por ingeniero, ahora trata de hacernos creer que es lehendakari, lo que no quita para que uno aplauda su loable interés en deslegitimar la […]

«No habrá un solo espacio de impunidad en democracia para que nadie dé cobertura, aplauda o justifique la violencia». Así de rotundo se mostraba Patxi López que, cansado de hacerse pasar por ingeniero, ahora trata de hacernos creer que es lehendakari, lo que no quita para que uno aplauda su loable interés en deslegitimar la violencia en el país, inquietud que, según he leído, se dispone a aplicar, especialmente, en las escuelas.

Y va a contar para ello, no podía ser menos, con verdaderos expertos en el asunto, como su mano derecha, Rodolfo Ares, y la mano derecha que gobierna a ambos, la del ministro Rubalcaba, otro perito de larga data en el tema de la violencia y las impunidades, y tan docto en la materia que, si acaso, sólo Felipe González pueda presumir de mayor conocimiento y experiencia.

Precisamente el ex presidente de gobierno, ya que Patxi López se propone hacer desfilar por las aulas del País Vasco a personas de acrisolada moralidad que puedan sentar jurisprudencia en relación a la condena de la violencia por haber sido, incluso, objeto de ella, sea una de las más idóneas figuras para tal cometido. Y en su defecto, si González no pudiera presentarse ante los escolares vascos por sus muchas responsabilidades en su actual empleo como sabio de Europa, bien pudiera el nuevo lehendakari hacerse con el concurso del enigmático Señor X cuyo dominio del tema es tan indiscutible como su silenciada identidad.

Otros virtuosos prohombres como Martín Villa, Corcuera, Sancristóbal, Barrionuevo, Rafael Vera, Damborenea, Amedo o Galindo, por citar algunos, podrían ilustrar, también, a los estudiantes vascos sobre la necesidad de condenar la violencia y condenarla tanto como la impunidad de su ejercicio.

Y como el flamante lehendakari no sólo se propone deslegitimar la violencia sino introducir en las aulas y el conocimiento del alumnado vasco los verdaderos valores democráticos que nadie mejor que su persona, su partido y sus aliados representan, no estaría de más que se refrendara en los centros de enseñanza la honestidad como propuesta ética y política, de la mano de la ínclita Rosa Díez o de la propia Esperanza Aguirre; y que Paco el Pocero, Botín, Conde o el Cachuli sirvieran a los estudiantes como propuesta y modelo de lo que debe ser una gestión virtuosa y transparente; y que puedan conocer los estudiantes, con testimonios de primera mano para mejor empaparse de cultura democrática, los casos de Filesa, Ibercorp, Marbella, Naseiro, Banesto, Ave, Gescartera, Malaya, Forum Filatélico y otros muchos ejemplos de democrática probidad.

Y que no falten cursos o seminarios sobre tortura democrática, guerras humanitarias, bélicas misiones de paz, asesinatos y detenciones preventivas, fabricación y comercio de armas inofensivas, cierre de medios de comunicación, ilegalización de partidos, conculcación de derechos civiles y humanos, y otros logros característicos de la cultura democrática cuyo conocimiento quiere el nuevo gobierno vasco estimular entre los estudiantes.

Hasta el propio Patxi López, si sus responsabilidades en Ajurianea o como ingeniero le dejaran tiempo, podría darse su vuelta por las aulas del País Vasco para explicar a los estudiantes como legalizar un fraude sin que parezca un delito o como legalizar el delito sin que parezca un fraude.