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Grandes lagos: relatos del genocidio en la Audiencia Nacional

Paul Kagame y el ejército útil para los EE UU

Fuentes: Periodico Diagonal

El juicio en la Audiencia Nacional sobre la guerra en el Congo ha sacado a la luz los abusos cometidos contra la población civil, en especial contra las mujeres, con el consentimiento de EE UU y la UE. La segunda guerra del Congo comenzó el 2 de agosto de 1998 y terminó oficialmente en 2003, […]

El juicio en la Audiencia Nacional sobre la guerra en el Congo ha sacado a la luz los abusos cometidos contra la población civil, en especial contra las mujeres, con el consentimiento de EE UU y la UE.

La segunda guerra del Congo comenzó el 2 de agosto de 1998 y terminó oficialmente en 2003, aunque en realidad continuó con intensidad decreciente, alterada con estallidos como el de hace un par de meses, cuando irrumpieron las guerrillas de Laurent Nkunda con el objetivo de proteger a la comunidad de los tutsis congoleños, amenazados por guerrillas hutus ruandesas o por congoleños may may.

En el auto emitido el 6 de febrero por el juez de la Audiencia Nacional F. Andreu, que supuso 40 órdenes internacionales de arresto por genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad contra altos cargos nombrados por el actual Gobierno ruandés de Paul Kagame, se recogen testimonios de testigos protegidos, quienes señalan que su objetivo en el Congo era eliminar a la mayor parte posible de población. Las violaciones masivas están también dentro de esta estrategia que busca el vaciamiento de población de las provincias congoleñas de los kivus, muy ricas en todo tipo de minerales, para preparar su futura anexión a Ruanda o en su defecto, la creación de un Estado independiente, que sería manejado por Ruanda.

De acuerdo con John Holmes, coordinador de urgencias de la ONU, sólo en la provincia de Kivu del Sur, se han registrado más de 32.000 violaciones en el último año y medio. Estas agresiones contra las mujeres se han utilizado como arma de guerra y están, por lo tanto, íntimamente unidas al conflicto que vive desde hace una década la R. D. del Congo. Venantie Bisimwa, directora ejecutiva de la Red de Mujeres por el Derecho y la Paz afirma que la violación busca la humillación del enemigo, «destruyendo sus órganos genitales y minando la psicología de hombres y mujeres para acabar con la capacidad de producción y reproducción de la población».

Encubrimiento occidental

El gran problema por el cual no ha sido posible la paz en el Congo o el cese de las violaciones masivas, reside fundamentalmente en el encubrimiento por parte de las grandes potencias de los crímenes y la falta de democracia del actual Gobierno de Ruanda y de sus guerrillas aliadas, como la de Nkunda. Esta actitud de las grandes potencias se ha traducido en una amnesia de los medios y de la gran mayoría de organizaciones de DD HH presentes en el área cuando se trataba de investigar o difundir las masacres, que son las cometidas por el bando financiado por Occidente. Este motivo impulsó hace unas semanas una campaña contra la organización de DD HH International Rescue Committee, que cuenta a Henry Kissinger entre su directiva. EE UU no puede prescindir de la Ruanda de Paul Kagame. Su ejército sigue siendo considerado como el pilar principal para el control de las inmensas riquezas mineras del este del Congo y es utilizado para deponer presidentes congoleños cuando éstos no se ajustan a los intereses económicos de las grandes potencias. Así ocurrió en la primera y en la segunda guerra del Congo. Esta última iniciada, según muchos analistas congoleños como R. Mbelo, M. Bitumba Tipo-Tipo, etc., cuando Laurent Kabila se retractó y rompió los acuerdos firmados que daban poderes casi ilimitados a varias multinacionales como la American Mineral Fields Inc. EE UU necesita a Paul Kagame, no sólo por las riquezas del este del Congo, sino incluso para tener una punta de lanza más al norte, donde junto a Francia y otros países occidentales se juegan con China y Sudán, el control del petróleo del Estado semiautónomo del sur de Sudán, el de Chad, así como el petróleo y el uranio de Darfur, el de R. Centroafricana o el de Níger. 

José Lucas es miembro del Comité de Solidaridad con África Negra.