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Libia

Pecados del padre, pecados del hijo

Fuentes: Al-Yazira

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

La brutalidad de la represión de las protestas contra el gobierno en Libia ha puesto en evidencia la falacia de las dictaduras árabes post-coloniales que han usado consignas revolucionarias como fuente de legitimidad.

Desde su ascensión al poder a través de un golpe militar en 1969, el coronel Muammar Gadafi ha utilizado todas los artículos del libro de la retórica revolucionaria para justificar sus acciones, incluida la consolidación del poder en manos de sus familiares y allegados y la creación de una red de fuerzas de seguridad y milicias para obligar a los libios a que se conformen con los caprichos de su régimen cruel.

Mediante su apoyo a movimientos revolucionarios de diferentes partes del mundo -a aquellos que, por supuesto, no ponían en peligro su propio gobierno- ha tratado de presentarse como «defensor de los oprimidos» ganándose la ira de Occidente en el proceso. Pero ahora el pueblo, desafiando valientemente la represión de su régimen salvaje, está enviando el mensaje de que las consignas antioccidentales, aunque ocasionalmente respaldadas por apoyar causas justas, ya no pueden sostener a los regímenes opresivos de la región.

Se ha iniciado una nueva era en la que los dirigentes serán juzgados por su capacidad de representar las aspiraciones del pueblo y en la que tendrán que rendir cuentas por sus acciones. Ya no se va a permitir lanzar consignas contra un enemigo extranjero, aun cuando ese enemigo sea muy real, mientras se infligen injusticias contra el propio pueblo.

Los regímenes árabes post-coloniales, incluidos los que cabalgaban las olas de la resistencia anticolonial o los que la representaron genuinamente en algún momento, han tenido que recurrir a depender de la policía secreta y de leyes draconianas para subordinar a sus súbditos. La lección es clara: sin una democracia representativa, las repúblicas árabes se han transformado en horribles dinastías hereditarias que tratan a sus países como su empresa privada.

Mientras pisoteaba los intereses de su propio pueblo, Gadafi se constituyó en el campeón de la causa palestina que vertía los ataques verbales más feroces contra Israel. Pero este es un tema recurrente en una región donde los dirigentes han de ser pro palestinos de boquilla para dar a su régimen el sello de «legitimidad». El «apoyo» de Gadafi, sin embargo, no le impidió deportar a los palestinos que vivían en Libia y dejarles varados en el desierto cuando se trataba de «castigar a los dirigentes palestinos» por negociar con Israel.

Pero aún más cínica que su posición «pro-palestina» es la explotación de la difícil situación de los pueblos africanos designándose a sí mismo líder del continente. Si se demuestra que las noticias son ciertas, es trágico que haya utilizado trabajadores migrantes del África subsahariana en contra de los manifestantes libios. Pero es, por desgracia, muy creíble que un dictador despiadado, impulsado por la histeria ante la perspectiva de perder su riqueza y poder, pueda enfrentar a pobres y marginados contra pobres y oprimidos.

El niño mimado de Occidente

Seif al-Islam, hijo de Gadafi, que apareció en la televisión estatal libia para advertir de que los manifestantes amenazaban con hundir a Libia en la guerra civil, no tiene por qué pretender, a diferencia de su padre, abogar por el mundo de los desfavorecidos. Su poder deriva de algo completamente diferente.

Cuando Seif advirtió que fluirían «ríos de sangre» si las protestas no se detenían se estaba dando a sí mismo el derecho, por el mero hecho de ser hijo de su padre, de rechazar las quejas de millones de personas y emitir amenazas indignantes. Seif puede parecer y sonar más sofisticado que su errático padre, pero su actuación fue la de un señor feudal incapaz de comprender por qué sus siervos desafían su autoridad. No tiene necesidad de emplear las tácticas de su padre, ni invocar la vacía retórica revolucionaria -Gadafi ha utilizado con éxito el Consejo del Comando Revolucionario y los Comités Revolucionarios del país que se supone que representan los intereses del pueblo- para consolidar el poder de su familia y como herramienta con la que subyugar a las masas.

Pero el papel de Seif se ha garantizado no sólo por su poder dentro del país. De acuerdo con Vivienne Walt, de la revista Time, desde el levantamiento de las sanciones de Occidente contra Libia en 2005, Seif ha actuado «como garantía» para las compañías petroleras que han invertido millones de dólares en el país.

«En entrevistas con ejecutivos petroleros, todos afirman que Seif es la persona a la que más les gustaría ver gobernando Libia. Ha aparecido ocasionalmente en el Foro Económico Mundial. Y durante dos visitas a Libia he visto un sinnúmero de ejecutivos de empresas de Estados Unidos y Europa haciendo fila para obtener una cita con Seif» escribía recientemente.

No es de extrañar que Seif tenga la suficiente confianza para amenazar al pueblo libio sin poseer siquiera un cargo oficial. Su posición como favorito de Occidente, se cree él claramente, le da derecho a pisotear la vida de los demás. Y también puede explicar la vacilación de Occidente en condenar inequívocamente la brutalidad del régimen libio.

Así, mientras que el padre aseguró su control del poder mediante la construcción de una dictadura con una pretensión de «legitimidad revolucionaria», se ha previsto que Seif garantice la legitimidad del sello occidental manteniendo la puerta a la principal fuente de riqueza del país abierta a la explotación de las compañías petroleras.

La represión del padre en nombre de la revolución y la posición del hijo como agente de las compañías petroleras han hecho de un país rico en petróleo que un tercio de la población viva por debajo del umbral de la pobreza y el 30% estén desempleados. Esta es la Libia de Gadafi.

Pero el pueblo libio está dando un adiós en voz alta a la Libia de Gadafi y a su familia y, con grandes sacrificios, está construyendo un país nuevo más libre.

Fuente: http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/02/201122271939751816.html

rCR