En Texas no importa si eres inocente, te matarán de cualquier modo. El estado de la «estrella solitaria» solidificó esta reputación vergonzosa en 2004 cuando llevó a cabo la ejecución de Cameron Todd Willingham a pesar de que un informe de científicos reconocidos descartaba la mayoría de la evidencia que lo había mandado al corredor […]
En Texas no importa si eres inocente, te matarán de cualquier modo. El estado de la «estrella solitaria» solidificó esta reputación vergonzosa en 2004 cuando llevó a cabo la ejecución de Cameron Todd Willingham a pesar de que un informe de científicos reconocidos descartaba la mayoría de la evidencia que lo había mandado al corredor de la muerte.
Ahora el estado se niega nuevamente a escuchar las declaraciones de inocencia de otro hombre que tiene fecha de ejecución el 27 de octubre de 2009. Al igual que Willingham, Reginald Blanton dice que ha sido acusado y condenado por un crimen que no cometió.
Un día fatídico
El 9 de abril de 2000 era un domingo de descanso normal para Reginald. Estaba en su casa en San Antonio cuando su hermano gemelo Robert Blanton y su novia LaToya Mayberry pasaron a saludarlo. La pareja quería ir a dar la vuelta y a visitar a su familia y amigos. Reginald se les unió.
Uno de los lugares por los que pasaron fue la casa de Carlos Garza. Cuando llegaron a los departamentos «Stepping Stone», LaToya, que estaba embarazada, decidió esperar en el automóvil mientras que Reginald y Robert fueron al departamento de Carlos. Golpearon la puerta pero Carlos nunca abrió, así que volvieron al coche y junto con LaToya, fueron a visitar a otros amigos.
Más tarde ese mismo día alguien pateó la puerta de Carlos y le disparó dos veces dejándolo moribundo en el piso. Durante la investigación, la policía escuchó el testimonio de una mujer que había estado con Garza el día de su asesinato, quien aseguró haber visto a un hombre con un dije de «2Pac» amenazándolo de muerte. La policía comenzó a buscar al hombre que encajara con la descripción pero no encontrándolo, buscaron a alguien más a quien culpar.
La invención de un caso
Reginald, Robert y LaToya no eran ángeles en los ojos de la policía de San Antonio. Los oficiales apodaban a los hermanos como «los chicos Blanton» y sabían que estaban conectados con las bandas del área. Esta afiliación con las bandas convierte a chicos como Reginald en chivos expiatorios perfectos cuando alguien aparece muerto y no hay pistas creíbles.
La imputación de la muerte de Garza a Reginald comenzó el 11 de abril cuando la policía acudió al llamado por un disturbio doméstico en el remolque donde Robert y LaToya vivían. Un oficial intentó detener a LaToya y cuando se resistió, fue acusada de violencia contra un servidor público y por no poder identificarse. Al revisar los antecedentes penales de LaToya, el oficial se dio cuenta de que tenía infracciones pendientes lo cual significaba que pasaría un tiempo considerable en la cárcel.
En este momento otro oficial llegó, metió a LaToya en su patrulla y la llevó al estacionamiento de una iglesia al otro lado de la calle. Ahí se encontraron con un detective que estaba en el vecindario investigando la muerte de Garza. El detective, que estaba al tanto de los disturbios, del arresto de LaToya y de su relación con «los chicos Blanton», vio el momento oportuno para manipularla y así terminar su poco fructífera investigación. Después de hablar unos minutos con el oficial a cargo del arresto, el detective condujo a LaToya al departamento de homicidios para ser interrogada. Según el testimonio bajo juramento hecho por LaToya, el detective le contó sus hipótesis sobre cómo se había realizado el asesinato de Garza. Le dijo que testigos oculares la habían implicado a ella y a Robert en el asesinato y le advirtió que la acusarían de asesinato si no firmaba un testimonio contra ya fuera Robert o Reginald. Esto significaba que LaToya daría a luz en la cárcel y que, finalmente, perdería la custodia de su hijo.
Por supuesto, los testigos oculares no existían pero LaToya, temiendo por su vida y la de su bebé, firmó una declaración diciendo que había escuchado a Reginald jactándose del asesinato de su amigo Carlos ese mismo día. Durante el juicio, se retractó y declaró haber sido amenazada con cargos de asesinato en primer grado.
Resulta cómico que en la declaración original de LaToya, escrita por el detective, se compare a Reginald con Tupac Shakur en un claro intento de relacionarlo con el primer sospechoso (de quien nunca se dijo ser parecido a Tupac sino llevar un dije de 2Pac).
Después de que LaToya firmara la declaración, las acusación por agresión a un servidor público y por fallo a identificarse, así como las demás infracciones que tenía pendientes desaparecieron y se le dejó en libertad. LaToya nunca piso la cárcel. Cuando el oficial que llevó a cabo el arresto fue interrogado en el juicio de Reginald sobre el destino que habían corrido los cargos contra LaToya, respondió que no sabía.
Aún teniendo la declaración de LaToya Mayberry, los detectives necesitaban que alguien más señalara la participación de Reginald para poder amarrar su caso. Para ello llamaron a Robert Blanton y le pidieron que se presentara en el departamento de homicidios para hablar sobre el asesinato de Garza asegurándole que no era sospechoso y hasta mandaron una patrulla para recogerlo.
De acuerdo con el testimonio de Robert, después de llegar al departamento de homicidios, el detective cambió su historia y le dijo que si no firmaba una declaración contra su hermano no sólo lo enviarían a prisión bajo cargo de asesinato sino que también su novia correría la misma suerte.
Al igual que LaToya, Robert se encontraba aterrorizado y firmó la declaración. Al igual que LaToya, Robert se retractó durante el juicio sobre su declaración: una declaración que, de nueva cuenta, fue escrita por el detective quien no titubeó en usar términos ajenos al vocabulario de Robert ni tampoco en escribir mal su edad, su número de seguridad social y situar la escena del crimen en un lugar distinto a donde se llevó a cabo.
A pesar de estas inconsistencias, el detective había conseguido lo que necesitaba. El 14 de abril, Reginald Blanton con tan sólo 18 años fue arrestado bajo el cargo de asesinato contra su amigo Carlos Garza.
El juicio
Las clases de civismo en los Estados Unidos y los programas de televisión como Cops enseñan a la gente que los sospechosos de un delito son inocentes hasta que se pruebe su culpabilidad en una corte. La realidad es que el acusado se presume culpable pues, después de todo no estaría sentado en ese banquillo si no hubiera hecho algo malo ¿cierto?
En el caso del asesinato de Carlos Garza, Reginald Blanton estaba sentado en el banquillo de los acusados a pesar de que ninguna evidencia física lo relacionaba con el crimen. De hecho, la única evidencia que los detectives presentaron en su contra debía haberlo absuelto completamente. Cuando la puerta de Carlos fue pateada, una huella del zapato quedó impregnada como evidencia. El problema para los fiscales era que Reginald calzaba dos números más pequeños que los de la huella impresa en la puerta y que el dibujo de la suela no coincidía con el de sus zapatos.
A pesar de que los abogados de oficio de Reginald eran concientes de este hecho, se negaron a usarlo como recurso durante el juicio. Podremos estar viviendo en la era de CSI, pero en el mundo real muchos acusados son incriminados y condenados a través de confesiones obtenidas por la fuerza, de información aportada por soplones en los centros de detención y de dudosos testimonios oculares en vez de basarse en evidencia científica forense objetiva.
Y hablando de soplones en los centros de detención, éstos tienden a aparecer en los casos donde la evidencia es escasa y siempre se les recompensa generosamente por la información prestada.
En el caso de Reginald no se encontró jamás el arma asesina y no había declaraciones de testigos oculares así que los fiscales se sacaron de la manga a una persona totalmente ajena para que declarara que Blanton se había jactado de ser el asesino en su presencia. A cambio de su ayuda para mandar a Reginald al corredor de la muerte, el soplón recibió un año de condena por los numerosos delitos graves que tenía pendientes en distintos condados y estados.
El hecho de que cosas como estas continúen siendo legales pone en evidencia que el sistema de «justicia» en los Estados Unidos no está interesado en encarcelar al verdadero culpable sino únicamente poner a alguien tras las rejas.
Los fiscales, teniendo los tres testimonios obtenidos por la fuerza en la mano, argumentaron que Blanton no sólo había matado a Garza sino que lo había hecho al robarle sus joyas logrando así que el caso de homicidio en primer grado fuera legible para ser castigado con la muerte.
Cuando Reginald declaró que las joyas que él supuestamente le había robado a Carlos eran de hecho suyas los fiscales soltaron una carcajada. Cuando un amigo mutuo, Ronald Marshall, presentó fotografías tomadas dos meses antes del asesinato en donde Reginald traía puestas las joyas, la historia de los fiscales cambió: Carlos le había prestado las joyas a Reginald y luego, después de regresárselas, volvió para robárselas.
Los fiscales nunca explicaron las razones que Reginald tendría para tomarse la molestia de matar a su amigo para robarse las joyas que le había prestado unas semanas antes. Pero la explicación ni siquiera fue necesaria: Reginald estaba en el banquillo de los acusados y eso lo convertía en culpable.
La mezcla de Texas
A los fiscales no les gusta que haya negros en el jurado. En una fecha tan reciente como 1986, todavía era legal descartar a jurados potenciales por el simple hecho de ser negros. La Corte Suprema de los Estados Unidos interfirió y trató de cambiar esta situación pero los fiscales todavía tienen tácticas para excluir a afroamericanos de los jurados y, en el caso de Reginald, las usaron todas.
Primero, cuando vieron que había muchos negros entre los miembros del jurado pidieron (y se les concedió) tres «mezclas de jurados». Esta maniobra obscura es una regla antigua que sólo pervive en Texas. La regla permite a los abogados de ambos lados valorar previamente la participación de posibles jurados en base a su color de piel o su sexo.
A pesar del estatus legal que la mezcla del jurado tiene en Texas, ha habido casos en donde su uso se ha decretado en algunas cortes federales como discriminatorio. Por ejemplo, en junio de 2006, la Suprema Corte rechazó el veredicto dado en el caso capital de un chico de 19 años del condado de Dallas por juzgar que la mezcla de jurados fue usada como una de las armas discriminatorias de los fiscales. Así mismo, en el caso de Blanton, las cortes federales aceptaron que la mezcla de jurados era una forma de discriminación inaceptable pero, sorprendentemente, no hicieron nada para solucionar la situación.
Las tres mezclas hechas por los fiscales lograron poner a la mayoría de los afroamericanos en los últimos lugares de la lista de elegibilidad haciendo que sus posibilidades aunque fuera de ser entrevistados para formar parte del jurado fueran mínimas, puesto que el jurado usualmente se forma antes de que todos los miembros legibles sean entrevistados. En este caso, la selección del jurado sí llegó hasta los negros pero los fiscales encontraron pretextos para excluirlos que supuestamente nada tenían que ver con su raza. La corte también aceptó la propuesta y, como resultado, no hubo ningún afroamericano en el jurado de Reginald.
Habiendo formado el jurado sin la participación de afroamericanos, los fiscales expusieron su caso con la únicas evidencias que tenían: las declaraciones forzadas de Robert, LaToya y el soplón del centro de detención así como el testimonio de que Reginald había empeñado algunas joyas por alrededor de 80 dólares poco tiempo antes de la muerte de Carlos (algunas de las cuales tenía puestas en las fotografías que tanto sorprendieron a los fiscales).
A pesar de la fragilidad de estas evidencias, el jurado encontró culpable a Reginald y lo sentenciaron a muerte. En realidad, Reginald nunca tuvo una oportunidad de ganar pues no contó con los abogados que sólo los ricos y las clases medias pueden pagar. Su única esperanza, como la esperanza de los demás pobres, descansa en los incompetentes consejeros legales o en los sobreexplotados abogados de oficio.
Tiene derecho a ser ignorado
El corredor de la muerte de Texas es a donde se manda a la gente a que muera y sus condiciones contribuyen perfectamente a ello. Los prisioneros se encuentran en celdas incomunicadas 23 horas del día. Son mal cuidados y alimentados peor que animales.
A pesar de ello, Reginald Blanton se ha negado a morir en su celda. «Una cosa es cierta», ha declarado, «nunca me daré por vencido ni dejaré de ser la voz de mis hermanos y hermanas en el corredor de la muerte. Yo sé quien soy y sé mi valor en la comunidad, y seguiré peleando contra esto hasta el final».
Y eso es justamente lo que ha hecho. Al apelar la sentencia, Reginald mostró a su nuevo abogado de oficio, James Scott Sullivan, una docena de recursos en las categorías de: evidencia erróneamente aceptada, abuso de la fiscalía, falso testimonio, asistencia legal ineficiente, evidencia atenuante, investigación insuficiente e inocencia de facto. Prosiguió enviando cartas implorando a sus abogados para que redactaran sus apelaciones pero todas sus súplicas cayeron en oídos sordos. (Sullivan tampoco respondió las llamadas para ser entrevistado en este artículo).
Al percatarse que sus esfuerzos no lo estaban conduciendo a ningún lado, Reginald juntó las copias de todas sus cartas remitidas a su abogado de oficio y redactó su apelación de 50 páginas, notificando a la corte como Sullivan se había negado a representarlo y pidiendo, al mismo tiempo, que se escucharan los recursos que habían sido ignorados. La corte también ignoró su súplica.
Finalmente, en un último intento desesperado de que sus intereses fueran representados, Reginald mandó su apelación a la Asociación de Abogacía Americana (ABA por sus siglas en inglés: American Bar Association), quienes supuestamente investigan casos de ineficiencia profesional entre los miembros del gremio de abogados. Después de revisar el caso la ABA declaró: «Si usted estaba representado por un abogado de oficio -los trabajadores de oficio se encuentran bajo la autoridad de la corte que lleva el proceso- y la Asociación no puede hacer nada para despedir o remplazar a un abogado de oficio.» Irónicamente, esta respuesta regresó a Reginald a la misma corte que lo estaba ignorando.
*Carter Pargel es miembro del CEDP (Campaña para terminar con la pena de muerte) en Austin, Texas. El artículo original en inglés «Innocent Until Proven Death» fue publicado en el periódico Socialist Worker. Traducción Eleonora Poggio.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/noticias/2009/10/28/pena-de-muerte-inocente-hasta-ser-declarado-muerto/