De costa a costa en este país, la opinión editorial, de ciudadanos, de diversos políticos parecen coincidir en que la respuesta del gobierno federal a la devastación del huracán Katrina es «una vergüenza». Esta pesadilla humana no se desvanecerá a corto plazo, y los políticos en Washington apenas se están dando cuenta de ello. No […]
De costa a costa en este país, la opinión editorial, de ciudadanos, de diversos políticos parecen coincidir en que la respuesta del gobierno federal a la devastación del huracán Katrina es «una vergüenza».
Esta pesadilla humana no se desvanecerá a corto plazo, y los políticos en Washington apenas se están dando cuenta de ello. No pocos opinan que la respuesta tardía fue porque los damnificados son en su gran mayoría pobres y de raza negra.
El diario The Washington Post reportó que al hacer cálculos con base en datos del censo, unos 150 mil desalojados por el huracán vivían bajo la línea de pobreza oficial, y más de 50 mil de ellos ya superaban la edad de jubilación. Dos tercios de la población de casi medio millón de habitantes de Nueva Orleáns son negros.
Otros preguntan cómo es posible que un gobierno cuya prioridad es la «seguridad interna» no estaba preparado para las consecuencias de un evento catastrófico.
Casi todos preguntan por qué tardó tanto, por qué estaba tan mal preparado y por qué no se atendieron los pronósticos que desde hace años anunciaban que este desastre era muy probable y que tendría estas dimensiones.
Hasta el momento, cuando ya han transcurrido cinco largos y terroríficos días desde el paso del meteoro, no hay respuestas del gobierno federal.
Hoy el New York Daily News ofreció su opinión editorial a lo ancho y alto de su primera plana con un enorme encabezado: «Vergüenza de una nación».
Señaló que «es absolutamente atroz que Estados Unidos no pudo confortar a decenas de miles de almas desoladas, espantadas, enfermas y hambrientas. ¿Quién tiene la culpa por algo que es nada menos que un escándalo nacional», pregunta en su editorial.
Esa opinión no es la excepción, sino el razonamiento cada vez mas generalizado en medios nacionales como el New York Times, el Miami Herald y el Los Angeles Times, entre decenas más, que critican -y condenan en algunos casos- la respuesta del gobierno de George W. Bush a este desastre durante estos últimos días.
Hoy una vez más el presidente Bush intentó buscar la forma de enfrentar y controlar el torrente de críticas y furia al anunciar que ha ordenado el envío de 7 mil fuerzas militares activas, con las cuales ascenderá el número de tropas a aproximadamente unas 40 mil (la mayoría de la Guardia Nacional) que se desplegarán en la zona de desastre en los próximos días.
Entre los que serán enviados estarán los integrantes de la unidad 82 aerotransportada y de los marines, dos fuerzas que han sido empleadas en diversas intervenciones bélicas internacionales.
La Casa Blanca está considerando la realización de un segundo viaje del presidente republicano a la zona de desastre, el próximo lunes, el Día del Trabajo oficial en este país.
Una vez más, en su mensaje radial semanal a la nación, Bush aseguró que está respondiendo a la crisis, y se vio obligado, por enésima vez, a admitir que su gobierno no había logrado otorgar asistencia a tiempo.
«Sé que aquellos de ustedes que han sido fuertemente golpeados por Katrina están sufriendo. Muchos están enojados y desesperados por ayuda», dijo.
«Las tareas ante nosotros son enormes, pero también lo es el corazón de Estados Unidos. Aquí, no abandonamos a nuestros ciudadanos en hora de necesidad. Y el gobierno federal hará su parte».
Además, aceptó que «muchos de nuestros ciudadanos no están recibiendo la asistencia que necesitan, especialmente en Nueva Orleáns, y eso es inaceptable».
Pero para muchos, todo esto, inclusive la aparente disculpa, es «muy poco, muy tarde». Y no sólo son los opositores a Bush, sino que entre ellos está Newt Gingrich, ex líder republicano de la Cámara, varios legisladores de ambos partidos, ex funcionarios encargados de agencias de respuesta de emergencia y más.
«Estoy avergonzado de Estados Unidos, estoy avergonzado de nuestro gobierno», comentó por su parte Carolyn Kilpatrick, legisladora federal negra de Michigan. «Estoy enfurecida por la falta de respuesta», agregó, al sumarse a un amplio coro de críticas de sus colegas del Caucus Negro.
«Esta incapacidad para retomar el control, o por lo menos, movilizarse contra el desastre ha sorprendido el sentido de ser del país», opinó ayer el editorial del Los Angeles Times.
Los reporteros y editores de los medios nacionales han descartado las justificaciones del gobierno, de que «nadie podría haber pronosticado las consecuencias de este desastre», tras recordar una y otra vez las investigaciones federales y locales, los pronósticos de expertos, las advertencias de las propias agencias federales y del Cuerpo de Ingenieros del Ejercito y muchos organismos más, que durante años habían dibujado casi perfectamente lo que acaba de ocurrir.
«La respuesta de Washington a Katrina se intensificara en los próximo días, pero la pregunta de por qué tardó tanto continuará más tiempo que las aguas de la inundación», concluyó el rotativo.
«Ha habido fracasos en todos los niveles del gobierno al intentar reaccionar» al desastre, opinó el editorial de ayer del periódico Miami Herald. A pesar de las dimensiones de la catástrofe natural, «la responsabilidad final para las condiciones deplorables, a veces fatales, en la costa del Golfo (de México) esta semana reside en gran medida en el gobierno federal. Podría haber hecho mucho más, más rápidamente, pero no lo hizo».
Concluyó que si «el 11 de septiembre de 2001 para siempre cambió la creencia colectiva de los estadunidenses en la invencibilidad de la nación, seguramente las escenas del Golfo de México esta semana han cambiado para siempre nuestra idea de que somos inmunes a desastres tipo tercer mundo. Nuestro gobierno tiene que hacerlo mejor».
El Washington Post, en su editorial de ayer, reiteró la pregunta que se hace todo el país: «¿Pero cómo podría estar tan poco listo el gobierno para una crisis que fue tan ampliamente pronosticada? Cómo es posible que las autoridades municipales, estatales y federales carecieran de un plan de emergencia que podría ser activado rápidamente?»
Estas opiniones circulan por todas partes. En el primer evento cultural nacional para recaudar fondos para los damnificados -un concierto trasmitido en vivo por NBC y otros canales nacionales de esa cadena- no se logró evitar expresiones de ira en contra del gobierno de Bush.
Entre los 18 presentadores y músicos que participaron -actuó el gran trompetista de Nueva Orleáns Wynton Marsalis y el artista Harry Connick Junior, y Faith Hill, de Mississippi; se presentó el rapero famoso Kanye West, quien sorprendió a los televidentes cuando comentó al aire que «a George W. Bush no le importa la gente negra».
West, ganador del Premio Grammy, criticó que este país está organizado para ayudar «lo más lento posible» a los pobres y a los negros. Agregó que las tropas en Nueva Orleáns tienen ordenes para disparar «contra nosotros», refiriéndose a los jóvenes negros que están cometiendo delitos en las calles.
Ciudadanos, más allá de los damnificados, que han sido testigos de la respuesta del gobierno alrededor del país han expresado en las calles su sorpresa, ira y dolor en los medios de comunicación y por Internet.
«¿Cuándo fue que Estados Unidos se convirtió en un país en que nuestros pobres se ahogan en sus casas? La vergüenza de la incompetencia del gobierno se trasmite a todo el mundo. ¿El mensaje? Los pobres no le importan a nuestro presidente», escribió un lector al rotativo Los Angeles Times.
Otro dijo: «Si Katrina hubiera devastado Galveston, Texas o Miami y dejado a más de 500 mil «gentes blancas» sin nada, ¿el gobierno de Bush habría sido tan lento y desorganizado en su respuesta?»
El New York Times reportó que el presidente está enfrentando «una de las peores crisis políticas de su presidencia», ya que varios republicanos y analistas señalaron que si no logra controlar la situación y sus secuelas, todo esto podría socavar la agenda política presidencial en todos los rubros, incluyendo posiblemente minar aún más el apoyo popular a la guerra en Irak si se determina que el despliegue de fuerzas allá contribuyó a la falta de respuesta aquí.
«Existe la posibilidad de un daño muy serio para este gobierno -consideró el politólogo Donald Green, de la Universidad de Yale, en entrevista con el Times-. La conclusión inequívoca a que uno llegaría de todo esto es que fue un fracaso masivo del gobierno federal».
Frente a todo esto, la Casa Blanca intensifico hoy su esfuerzo por reparar y controlar el daño político. El anuncio del envío de más tropas fue hecho por Bush ante las cámaras de televisión en el Jardín de las Rosas.
A su lado estaban los funcionarios encargados de seguridad y emergencia, incluyendo al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y al titular de Seguridad Interna, Michael Chertoff, además del vicepresidente Dick Cheney y el alto mando militar, para intentar subrayar la importancia política que ahora tiene la respuesta federal.
Ahora se verá si Bush logra sobrevivir, ante los vientos políticos y sociales de Katrina. A la vez, toda la nación tendrá que responder frente a un fenómeno histórico con consecuencias a largo plazo.
El Washington Post reportó que «el desplazamiento más grande desde la guerra civil reverberó a través del país desde su punto de inicio en Nueva Orleáns, ayer», al señalar que más de medio millón de personas han salido y ahora están en búsqueda de vivienda, necesidades básicas y algo que permita empezar a reconstruir sus vidas.
El Post señaló que este río humano ya ha llegado a varios estados, ya había abrumado los albergues de la Cruz Roja en siete estados, y apenas empieza el éxodo. Katrina ha desalojado al doble de personas que el sismo de San Francisco, en 1906, y más gente que los famosos refugiados de las tormentas de polvo de la Gran Depresión.
«Esta no es una crisis de un día o un año (…) Este es un problema social de una magnitud jamás vista en Estados Unidos», comentó al Post el diputado federal republicano Richard Baker, de Luisiana.
Hay reportes de que miles de personas de todo el país, incluso en la ciudad de Nueva York, están ofreciendo posada en sus casas y departamentos a los damnificados del Golfo de México, y que hay ofrecimientos de todo tipo, tanto de ricos como pobres.
Hay voluntarios de todo este país que han acudido a la zona del desastre para ofrecer su apoyo y talento, desde expertos en rescates de emergencia hasta médicos, policías, entre varios más. Al parecer, la gente -alguna- sabe responder más rápida y directamente que el gobierno.
Ese hecho, como el de que este gobierno que ha sido tan efectivo en responder a las necesidades de los ricos (reducciones de impuestos, subsidios y favores que benefician a industrias enteras, entre otras cosas), y tan lento ante las emergencias de los pobres, parece reflejarse en que mientras en Nueva Orleáns las madres rogaban por agua y alimentos para sus hijos, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, se divertía comprando zapatos en la Quinta Avenida.
De la misma forma, el día que entró el huracán, Bush se fue a San Diego y el líder de la Cámara, Dennis Hastert, decidió no interrumpir su participación en un acto de recaudación de fondos electorales con un grupo de ricos, por eso llegó tarde ayer al Capitolio para votar por el paquete de emergencia para los damnificados. Todo esto podría costarles mucho a la cúpula política.
Ahora muchos analistas están esperando ver si este pueblo está dispuesto y/o desea cobrarle la factura política de Katrina a sus dirigentes políticos.