En un calco de la campaña que concluyó con la invasión a Irak, Estados Unidos acaba de colocar un peón militar en Paraguay, muy cerca de la frontera con Bolivia, y prosigue con la andanada de falsedades respecto al presidente venezolano Hugo Chávez. En retroceso en el campo político, el Imperio apuesta a la propaganda y la intervención militar
Un doble movimiento simultáneo se acentúa en los últimos meses sobre el escenario geopolítico suramericano. Dos ejemplos lo resumen: Estados Unidos no logra frenar su retroceso en el terreno político-diplomático, como lo prueba el desmesurado fiasco de la secretaria de Estado Condoleezza Rice en la Asamblea General de la OEA; como contrapartida, el Congreso paraguayo votó la inmunidad para la soldadesca estadounidense y el Pentágono programa maniobras militares bilaterales… a 250 kilómetros de Bolivia (1).
La resolución del Congreso paraguayo, ocurrida el 28 de mayo pasado y ocultada a la opinión pública en ese momento, fue presentada como noticia dos semanas después, luego del descalabro de la Casa Blanca en la OEA y la caída del presidente Carlos Mesa en Bolivia. Las implicancias son evidentes, puesto que no se trata de la reiteración de maniobras conjuntas al estilo de los sucesivos juegos de guerra denominados «Cabañas» (2), sino de una operación de Estados Unidos en territorio paraguayo, con la imaginable participación del ejército de este país. Washington formaliza la instalación de una base en Paraguay (de hecho, existente desde hace años, con aeropuerto semiclandestino incluido en la espesura del Chaco paraguayo) y clava en este país una cuña estratégica para contrarrestar los movimientos de convergencia suramericana, además de quedar a tiro de piedra de la revolución social en curso en Bolivia. Fiel a su estilo, y para subrayar el carácter de escalada militar en el corazón del Mercosur, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld «comprometió el envío a Paraguay de expertos del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa, una institución dependiente del Pentágono, a fin de desarrollar un ‘Seminario de Planificación del Sistema de Seguridad Integral Nacional’ programado para septiembre venidero. Rumsfeld prometió visitar Paraguay próximamente y expresó ‘su pleno apoyo a los próximos ejercicios conjuntos que realizarán las fuerzas armadas paraguayas y norteamericanas'» (3).
Mientras los gobiernos de Argentina y Brasil, directamente afectados por esta determinación de Washington, resuelven si tomarán o no la palabra al respecto, hay sin embargo otro aspecto a considerar. Se trata de la operación de opinión pública de alcance global desplegada paralelamente por el Pentágono contra el gobierno de Venezuela a través de otro tentáculo bajo las órdenes de Rumsfeld: el Center por Security Policy (CSP).
La mentira como herramienta
Creada en 1998 bajo el patrocinio del secretario de Defensa, esta oscura institución fue el instrumento para crear una matriz de opinión a escala mundial en los dos años previos a la invasión a Irak. Ese accionar fue clave para lo que luego un libro con detallada información denominaría «Plan de ataque» (4). Con cuantiosos recursos y escasa imaginación, ahora el CSP repite paso a paso la maniobra, esta vez con el presidente Hugo Chávez en la mira.
Un documento titulado «Qué hacer con Venezuela» (5), tras advertir en la primera línea que «ha disminuido seriamente la estatura y la influencia de Estados Unidos en la mayor parte de las Américas», se lanza sin escrúpulos contra el «agresivo dictador» que gobierna Venezuela.
Aun el ojo entrenado se asombra ante la retahíla de falsedades sin el más mínimo asidero verificable, sobre la cual el documento monta su argumentación a lo largo de 15 páginas. La farsa montada por la CIA en el período previo a la invasión a Irak respecto de la existencia de armas de destrucción masiva en aquel país -falacia asumida y repetida en todo el mundo- es un escándalo moral difícil de igualar. No obstante, aquella estafa a la opinión pública mundial empalidece ante los recursos enhebrados para sostener que desde su ascenso al gobierno, en 1999, Chávez avanza sistemáticamente en la consolidación de una dictadura.
Carece de sentido responder a tales alegaciones (el CSP no vacila en involucrar al ex presidente James Carter en la supuesta escalada dictatorial de Chávez). Pero es preciso enumerar las líneas del ataque para advertir hasta qué punto esos mismos argumentos, apenas aderezados con desangelados recursos periodísticos, se reproducen en columnas de opinión de connotados medios de prensa en todo el hemisferio, abonando la sospecha de que existe un aceitado sistema de reproducción de falsedades destinadas a intoxicar la opinión pública internacional.
Los ejes adelantados por el articulo comentado, carentes de fundamento, se autosustentan en denuncias que, por simple repetición en medios de comunicación masiva, pasan a constituir una realidad virtual para millones de personas. Helos aquí: Chávez «creó alianzas estratégicas con Estados promotores del terrorismo»; «usa la riqueza petrolera con propósitos subversivos y para alentar el terrorismo»; «ayuda y alienta a las organizaciones terroristas islámicas internacionales»; «ayuda y alienta el narcotráfico y la narcoguerrilla»; «está armando y militarizando a la población para amenazar a los países vecinos»; «viola los derechos civiles y las libertades democráticas» al punto de «estar transformándose en el peor violador de los derechos humanos en el hemisferio». Ante el temor de que estas acusaciones resulten insuficientes el documento aporta otra argumentación: «Chávez está loco y bajo atención psiquiátrica»…
Nada más elecuente sin embargo que el lenguaje con el que se expresa la conclusión del documento: «El tiempo se agota. El avance de Venezuela hacia la represión, la militarización, la importación de armas, desestabilización de países vecinos muestra que el tiempo se agota para el pueblo venezolano y para la relativa paz de que han gozado la mayoría de los países del hemisferio. El régimen bolivariano de Caracas constituye un claro peligro para la paz y la democracia en el hemisferio. Debe cambiar. Puede cambiar por sí mismo, o puede invitar a las fuerzas del hemisferio con la ayuda de la amplia oposición democrática venezolana, para imponer los cambios. En cualquier caso la estrategia de Estados Unidos debe ser ayudar a Venezuela a lograr un cambio pacífico el año próximo».
Sea en Caracas o en el Cono Sur, la respuesta es la misma: el tiempo se agota y urge «imponer los cambios». Resta saber si los gobiernos, la opinión pública, las instituciones y las personalidades relevantes de Suramérica, permiten pasivamente que esta nueva versión de «las armas de destrucción masiva» en Irak y la escalada militar subrepticia continúen articulándose sin obstáculos.
1 Hugo Olazar, «Paraguay concedió inmunidad a las tropas de Estados Unidos», Clarín, Buenos Aires, 13-6-05
2 Luis Bilbao, «Estados Unidos alista un ejército para el Alca», Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, septiembre de 2001.
3 Clarín, ibid.
4 Bob Woodward, «Plan de ataque», Planeta, Buenos Aires, septiembre de 2004.
5 J. Michael Waller, «What to do about Venezuela», www.centerforsecuritypolicy.org, mayo de 2005.