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Plus ça change

Fuentes: La Jornada

Fue la elección federal intermedia más cara de la historia y fue la menos concurrida en más de 70 años; fue la elección en la que los multimillonarios gastaron más dinero y lo más notable en las encuestas fue la desilusión del electorado con todo el proceso y con la cúpula política. Y nada cambió. […]

Fue la elección federal intermedia más cara de la historia y fue la menos concurrida en más de 70 años; fue la elección en la que los multimillonarios gastaron más dinero y lo más notable en las encuestas fue la desilusión del electorado con todo el proceso y con la cúpula política. Y nada cambió.

La tasa de participación en la elección entre los ciudadanos con derecho a voto fue de 36.3 por ciento, el nivel más bajo desde la elección federal de 1942, en medio de la Segunda Guerra Mundial. Todos opinan sobre por qué sólo poco más de un tercio del electorado pensó que valía la pena participar en lo que siempre se proclama como la expresión suprema de esta democracia: el voto.

A un par de semanas de las elecciones intermedias en las que el Partido Republicano capturó el control de ambas cámaras del Congreso y amplió el número de gubernaturas estatales, se debate el significado de este ejercicio político, que muchos concluyen tendrá implicaciones mínimas o nulas. Casi 4 mil millones de dólares gastados para que todo quede más o menos igual, señalan algunos. Pero tal vez ese era, más o menos, el objetivo. Los ricos que gastaron millones tal vez no querían más que eso, ya que como están las cosas, para los más ricos, es el mejor de los tiempos.

Ese famoso uno por ciento más rico, tiene más riqueza que nunca, tanto en este país como a escala mundial. Ese uno por ciento controla un tercio de la riqueza nacional, y con ello la desigualdad económica ha regresado a niveles de esa era de oro (para los más ricos) justo antes de la gran depresión. A nivel mundial, Oxfam emitió nuevos cálculos la semana pasada que se resumen en que los 85 multimillonarios más ricos del mundo tienen concentrada en sus manos una riqueza equivalente a lo que tienen 3.5 mil millones de humanos en este planeta.

Mientras tanto, todos los expertos pronostican que Washington seguirá operando de manera disfuncional después de estas elecciones, con el Congreso bajo control republicano y la Casa Blanca con el mismo demócrata, a causa de lo que afirman es una polarización entre los dos partidos que llevan a un estancamiento donde casi nada se puede lograr en la negociación política.

Pero eso tampoco es cierto. Se pueden señalar por lo menos dos rubros donde prevalece un consenso bipartidista casi absoluto: guerra y Wall Street.

Las guerras más largas en la historia de este país continúan en Irak y Afganistán, a pesar de proclamaciones grandilocuentes de que estaban por llegar a su fin. No sólo esto, sino que las políticas bélicas se han ampliado a otros países, como Siria. Con muy pocas excepciones, ni demócratas ni republicanos obstaculizan, y mucho menos, cuestionan la aparentemente infinita guerra contra el terrorismo.

En torno a Wall Street, después de que banqueros cometieron algunos de los fraudes más grandes de la historia, y provocaron la mayor crisis económica desde la gran depresión, casi todo sigue igual en el sector financiero y vale subrayar que ningún alto ejecutivo involucrado en los fraudes masivos que provocaron la crisis ha sido encarcelado.

Aunque el gobierno de Obama se autoelogió por su fiscalización de casos de abuso del sector financiero, y festejó que se han llevado más de 60 casos contra instituciones financieras por prácticas relacionadas con la crisis financiera, el hecho es que todas estas acabaron en multas masivas, pero pagadas no por los responsables, sino por accionistas y el público en general, y todos fueron casos penales civiles, no criminales.

Matt Taibbi, el periodista de Rolling Stone, cuyo trabajo extraordinario ha detallado estos abusos financieros desde los inicios de la crisis, comentó en entrevista en el programa Democracy Now, que sospecha que parte de la falta de entusiasmo en esta última elección tiene que ver con que el presidente y su gente decidieron no declarar acto criminal lo que ocurrió en el sector financiero, que no promovieron casos para encarcelar a ejecutivos, y que en lugar de ello, «barrieron todo y lo echaron debajo del tapete… y la gente siente que no se hizo nada».

Vale recordar que ha pesar de los elogios a la labor del procurador general Eric Holder al anunciar su retiro del puesto hace unas semanas, también tiene la distinción de que decidió no proceder con cargos criminales contra los banqueros. Muchos recuerdan que en 2013, en un momento de indiscreción, declaró ante el Senado: me preocupa que el tamaño de algunas de estas instituciones es tan grande que se vuelve difícil para nosotros fiscalizarlos cuando nos pegan indicaciones de que si uno procede penalmente, si uno presenta un cargo criminal, tendrá un impacto negativo sobre la economía nacional, tal vez hasta la economía mundial.

Para muchos, como Taibbi, esta fue una confesión dramática, ya que el encargado máximo del sistema de justicia del país estaba diciendo que los bancos son tan poderosos que no se puede aplicar la ley contra ellos.

Tal vez la única conclusión, con base en los hechos, es que en algunas cosas muy básicas, sí hay un consenso en la cúpula política y económica del país: no cambiar nada en lo fundamental. Tal vez por ello no les molesta que la gran mayoría de los ciudadanos no participe en esta democracia, o que una masiva mayoría repruebe la forma en que se gobierna en este país.

Mientras tanto, la cúpula política promueve más de lo mismo en el futuro para esta democracia ya que, al parecer, ofrecerá un menú de opciones en las próximas elecciones con algunos de los mismos apellidos -Clinton (Hillary) y Bush (Jeb)- que estuvieron entre los responsables de la situación actual. Seguro que todos emplearán la palabra mágica cambio en sus campañas.

Pero en francés eso se traduce en: plus ça change, plus c’est la même chose.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/11/17/opinion/027o1mun