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Bush, psicópata

Poder absoluto de un desquicidado

Fuentes: Rebelión

En el discurso de Fidel Castro, el pasado 26 de julio, hizo amplias referencias a la conducta anómala de George W. Bush. Citó un libro del psicoanalista Justin A. Frank: «Bush en el diván», que está teniendo una amplia difusión en Estados Unidos. Mediante un detallado análisis de los discursos y el comportamiento de Bush, […]

En el discurso de Fidel Castro, el pasado 26 de julio, hizo amplias referencias a la conducta anómala de George W. Bush. Citó un libro del psicoanalista Justin A. Frank: «Bush en el diván», que está teniendo una amplia difusión en Estados Unidos.

Mediante un detallado análisis de los discursos y el comportamiento de Bush, Justin traza el desenvolvimiento de la psiquis del desquiciado Presidente desde su infancia. Estima que la madre, Bárbara, fue excesiva en su severidad disciplinaria y le trasmitió sus propias inseguridades. Esa ruptura le ha hecho un hombre incapaz de dominar sus emociones, cargándole de ansiedad e infundiéndole una visión en blanco y negro del devenir humano.

Justin añade que Bush está abrumado por una falsa sensación de omnipotencia e imbuido de una religiosidad fundamentalista. Su conocido alcoholismo, mal tratado, le ha conducido a la negatividad que padece. De otra parte sufre de una seria dislexia que le impide expresarse correctamente ni comprender lo que lee.

Aunque esto no lo dice Justin en su libro, es sabido que el Presidente no lee los informes que se le presentan y prefiere que sus colaboradores le hagan resúmenes verbales de los problemas. También es conocido que una de las razones por la cual la artera Condoleezza está a su lado es porque puede descifrarle complejas situaciones, interpretarle informes y describírselos de manera didáctica y simple para que él pueda comprender.

Justin dice que su infancia protegida le ha creado a Bush esta idea de que puede vivir al margen de la ley sin consecuencias dañinas. De otra parte, tiene una relación de amor-odio con su padre, alimentados por sentimientos complejos que incluyen una rivalidad iracunda con su progenitor. Otros desórdenes de la conducta incluyen falso sentido de grandeza y megalomanía.

George W Bush padece patrones de pensamiento simplista y una seria paranoia que suele inventar enemigos para darse el placer de destruirlos. El comportamiento violento del presente gobierno solamente puede explicarse por la psiquis inestable de un perturbado, concluye Justin. Por todo ello muchos en Estados Unidos comienzan a preguntarse si ese país puede ser gobernado de manera competente y confiable por un desequilibrado mental, con un complejo mesiánico que cree que Dios le da instrucciones de manera directa.

En un documental del canal de Televisión, History Channel, un amigo de Bush reveló que cuando Laura se casó con su esposo, Bárbara, la madre, le aconsejó que nunca lo contradijera para evitar su reacción brusca e impulsiva. Tras uno de sus discursos de campaña, cuando aspiraba a gobernador, iba conduciendo su auto de regreso a la casa y W. Bush le preguntó a su esposa su opinión, que ella le ofreció, y era adversa: podía haberlo hecho mejor. Esto lo enfureció de tal maneta que al llegar a la casa embistió con el vehículo las paredes de madera del garaje, derribándolas. Es el tipo de respuesta incontrolada que suele padecer.

Otro de los muchos libros que están apareciendo en estos días sobre la inquietante personalidad de Bush es: «La política de la verdad: tras las mentiras que nos condujeron a la guerra», memorias del diplomático Joseph Wilson, quien expresó sus dudas sobre una aseveración embustera de la Casa Blanca: Sadam compraba uranio en Níger para la elaboración de una bomba atómica.

Wilson, quien estaba en situación para saber la verdad, negó esa aserción. Para vengarse de su refutación el equipo de Bush (concretamente los asesores de Cheney), filtraron a la prensa que la esposa de Wilson, Valerie Plame, era agente de la CIA, con todas las peligrosas consecuencias que tal testimonio podía tener para la vida de esa persona. Wilson, experimentado diplomático de carrera, expresa su preocupación por la manera en que está siendo conducida la política exterior de Estados Unidos, con estos arrebatos de furor.

En el libro del cineasta Michael Moore «Estúpidos hombres blancos», afirma que Bush es un analfabeto funcional y se pregunta ¿cómo es posible, –si no logra entender los complejos informes que recibe–, confiar en él? Un Presidente que habla con una sintaxis embrollada, que ha sido incapaz de mencionar un solo libro cuando se le ha preguntado por sus lecturas presentes y pasadas, es además de analfabeto, inculto. ¡Cuánta preocupación causan las órdenes de un Comandante en Jefe a quien no se le entiende bien lo que dice! Una probable incomprensión de sus mandatos puede convertirse en una pesadilla para la seguridad nacional.

Son muchos los libros que están apareciendo que abren un preocupado interrogante sobre la verdadera personalidad de George W. Bush.

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