Recomiendo:
0

¿Por qué?

Fuentes: Fatirah

La voz de la mujer que hablaba por teléfono era tán adolorida como una lágrima, al implorar al mudo maestro de ceremonias del programa de televisión que por favor le diga, «¿Por qué nos odian tanto? ¿Por qué?» Su voz, aún cuando no oída comunmente en los medios de comunicación actuales, resuena en la conciencia […]

La voz de la mujer que hablaba por teléfono era tán adolorida como una lágrima, al implorar al mudo maestro de ceremonias del programa de televisión que por favor le diga, «¿Por qué nos odian tanto? ¿Por qué?»

Su voz, aún cuando no oída comunmente en los medios de comunicación actuales, resuena en la conciencia de millones de norteamericanos que ven la carnicería del Centro Mundial de Negocios, se estremecen de escalofríos al contemplar la audaz violencia de ese hecho y se preguntan, «¿Por qué?»

Esta es una reacción particularmente norteamericana, producto de una cultura que no tiene ayeres y sólo un mañana de lujos individuales, helados que no engordan y de carros último modelo.

Para millones de norteamericanos, «historia» es John Wayne, o los tán cacareados Padres Fundadores, que no tienen mancha ni defecto. No les importa mucho el mundo más allá de su frontera; como son súbditos del Imperio, se pueden sacrificar.

Sus historias, profundamente entrelazadas con Estados Unidos, no implican muy serias consecuencias. Por eso la pregunta, «¿Por qué?»

Esa casi deliberada ignorancia de millones de norteamericanos les permite ver el bombardeo del U.S.S. Cole y los aviones de pasajeros que se estrellaron contra las torres el 11 de setiembre de 2001, y preguntarse, «¿Por qué?»

Si Usted que lee ésto, no quiere oír una respuesta a esta pregunta que usualmente no espera contestación, siéntase libre de poner de lado este artículo, porque lo que este escritor va a responder no le va a ser muy agradable.

El bombardeo de los aviones contra las torres del CENTRO MUNDIAL DE NEGOCIOS y el Pentágono no comenzó el 11 de setiembre de 2001. Tampoco es, como algunos políticos elocuentemente pero con poca sinceridad sugieren, «Una guerra contra la civilización.» Pero a los políticos no les pagan para que informen nada.

Ese es el trabajo de los medios de comunicación. Pero su preocupación principal es vender. Entonces, los medios no quieren molestar mucho. Su responsabilidad principal no es para sus lectores o sus audiencias, sino para los dueños, o para los accionistas. Y al complejo militar-industrial le conviene que millones permanezcan ignorantes o mal informados.

Los vuelos suicidas sobre Nueva York, Washington y Pensilvania tuvieron su origen en el montañoso territorio de Afganistán, en la guerra de guerrilas contra la Unión Soviética, que duró 10 años. Esa guerra fué mantenida y facilitada por la CIA de Estados Unidos, que despilfarró billones de dólares entre los insurgentes contra los soviéticos. El resultado? Un sociólogo argelino dijo a un periodista norteamericano en Argelia: «Tu gobierno participó en la creación de un monstruo.» Y el sociólogo añadió: «Ahora ese monstruo se ha vuelto contra Ustedes y contra el mundo — 16,000 árabes fueron entrenados en Afganistán y convertidos en verdaderas máquinas asesinas.» (Los Angeles Times, 4 de agosto, 1996). Un diplómata de Estados Unidos en Pakistán hizo eco a esos sentimientos cuando dijo: «Este es un caso salvaje de las gallinas volviendo a casa a calentar el nido. Tú no puedes dar billones de dólares a un *jihad* anti-comunista, aceptar que en ésto se envuelva gente de todo el mundo; e ignorar las consecuencias. Pero nosotros lo hicimos. Nuestro objetivo no fué paz y buena vida en Afganistán. Nuestro objetivo fué matar comunistas y sacar de allí a los rusos.» (Los Angeles Times, 4 de agosto, 1996, p. 2).

¿Cómo pagan los Afganis por las armas, en ese país pobre, azotado por la guerra? ¿Cuántos saben que Afganistán es el más grande productor mundial de heroína?

Cortos de dinero, los *mujahedin* Afganis cambiaban heroína por armas con sus proveedores de la CIA; y nació el cartel de heroína de la «Media Luna Dorada.»

Cuando los soviéticos fueron derrotados y terminó la guerra, los insurgentes vieron a su alrededor y encontraron que no soviéticos, sino norteamericanos dominaban la región. Vieron la presencia militar norteamericana en los Santos Lugares Islámicos de Arabia Saudita, vieron su apoyo a estados anti-democráticos, sus clientes; la destrucción de Irak y el apoyo incondicional a Israel a expensas del sitiado pueblo palestino; y al observar bién a Estados Unidos, vieron similaridades imperiales entre los norteamericanos y los soviéticos.

Afganistán, uno de los más pobres, más accidentados lugares de la Tierra, tiene una población en la que los hombres viven 46 años (las mujeres, 45!) Tiene un nivel del 29% de alfabetización. Mira la gorda opulencia de los yankys, los alcances globales del imperio norteamericano; y se enfurece.

Esta distancia de clases, nacionalista, cultural y religiosa alimenta un profundo y permanente odio contra la dominación de Estados Unidos.

La humillación, de lo que el mundo islámico ha tenido mucho desde la caída del Imperio Otomano, en 1922, y la era colonial desde comienzos hasta mediados del Siglo XX, es fuerza poderosa. Llevó a un humilde alemán al borde de conquistar el mundo después de la Primera Guerra Mundial. No se le debe restar importancia.

Afganistán puede llegar a ser otro punto culminante en la historia del mundo; eso es una buena razón por la que todos debemos aprender algo sobre él.