Traducido para Rebelión por S. Seguí
Hace unas semanas escribí una columna en la que explicaba porqué el senador John McCain está equivocado en lo relativo a Iraq. En cambio, el senador Barack Obama tiene razón en gran medida en este mismo asunto. Lo de si va a llevar a cabo su plan de retirada de las tropas estadounidenses es harina de otro costal. El establishment político en materia de relaciones exteriores del Partido Demócrata no es menos wilsoniano que su contraparte republicana, y después de haber utilizado los votos de los opositores a la guerra para alcanzar el poder no tardará en volver al redil.
Pero, si bien Obama tiene razón en sobre Iraq, está equivocado en todo lo relativo a Afganistán, Pakistán e Irán. Sus recetas para cada uno de estos países son tan parecidas a las políticas del gobierno Bush que si llamamos a McCain McBush, a Obama podríamos llamarlo O’Bush. Pareciera que el deseo de tantos votantes de escapar a la maldición de Bush esté condenado al fracaso.
Respecto a Afganistán, Obama tiene la intención de enviar más tropas y ganar la guerra. Sin embargo, enviar más tropas para seguir haciendo lo que el ejército de EE UU está haciendo en estos momentos -combatir a los pashtunes y recurrir a bombardeos aéreos contra todo lo que se mueva- es una garantía para perder la guerra. Como en Iraq, el primer y necesario paso es cambiar la función de nuestras tropas. Por lo que he visto, Obama no ha dicho nada al respecto, probablemente porque su posición sobre Afganistán es una mera postura destinada a mostrar que va a ser duro contra el terrorismo .
La posición de Obama sobre Pakistán es aún más peligrosa. En agosto de 2007, Obama pidió una acción militar directa en Pakistán, con o sin aprobación del gobierno de este país. En un discurso pronunciado en el Woodrow Wilson Center, Obama afirmó: «Si tenemos información incriminadora sobre blancos terroristas de gran envergadura y el presidente Musharraf no actúa, nosotros lo haremos.» El presidente Bush hizo suya el pasado julio la recomendación del senador Obama y autorizó una acción de este tipo.
Se trata de un ejemplo del clásico error estratégico consistente en sacrificar un objetivo de mayor importancia por uno de menor valor. Ni siquiera una derrota clara en Afganistán haría a Estados Unidos tanto daño como la desintegración del estado de Pakistán y la transformación de este territorio en otra región desprovista de un poder estatal. El estado de Pakistán es ya peligrosamente frágil, y acciones como los ataques transfronterizos realizados por las tropas estadounidenses reducirían aún más su legitimidad. Un gobierno que no sea capaz de defender su soberanía no puede durar. Irónicamente, si Pakistán se desmorona también lo hará nuestra posición en Afganistán, porque nuestra principal vía logística se verá cortada. En efecto, Obama pretende brindar a Al Qaeda y los talibanes una doble victoria.
En junio del presente año 2008, Obama habló ante la conferencia anual del AIPAC (1). Lo que allí dijo sobre Irán lo devolvió claramente al terreno de Bush:
Como presidente, utilizaré todos los elementos del poder estadounidense para presionar a Irán. Haré todo lo que esté en mi mano para impedir que Irán obtenga el arma nuclear (…) Que no queden dudas: siempre mantendré la amenaza de una acción militar para defender nuestra seguridad y a nuestro aliado Israel. Que no se equivoquen.
A veces no hay alternativas al enfrentamiento. Si debemos utilizar la fuerza militar, tendremos más posibilidades de éxito y mayor apoyo en nuestro país y en el extranjero si antes hemos agotado nuestras opciones diplomáticas. Este es el cambio que requiere nuestra política.
En otras palabras, el cambio que requiere nuestra política consiste en brindar al público un poco más de teatro diplomático antes de atacar a Irán.
Como he afirmado repetidas veces y seguiré afirmando, un ataque sobre Irán nos costaría todo el ejército que tenemos destacado en Iraq. Asimismo, incendiaría toda la región, desde Afganistán hasta el Nilo. Crearía una crisis petrolera de graves consecuencias económicas, en un momento en que la economía mundial se tambalea. Se trata, en pocas palabras, de una locura. Pero es también lo que Obama prometió al AIPAC.
Aquí vemos la realidad de la política estadounidense en su elemento más radical, a través del humo y de los espejos. Estados Unidos tiene un sistema de partido único. Este partido es el Partido del Establishment, y sus desacuerdos internos son de escasa envergadura. Tanto McCain como Obama son candidatos del Partido del Establishment, y ambos están de acuerdo en que Estados Unidos debe seguir siendo un imperio que controle el mundo. Ambos son wilsonianos que creen que debemos reconstruir otros países y culturas a nuestra propia imagen. Ninguno de los dos concibe ningún límite real, sea éste político, financiero, militar o moral, al poder estadounidense. McCain y Obama pugnan sólo por definir cuál de ellos puede saciarse antes en el venenoso pozo del orgullo desmedido en torno al cual yacen, inadvertidos, los restos de todas las anteriores potencias mundiales.
Esta es la elección que el pueblo estadounidense tiene ante sí en noviembre. A cualquier monárquico le resulta a veces difícil disimular una sonrisa.
(1) AIPAC: The American Israel Public Affairs Committee. Principal lobby pro israelí de EE UU. (N. del t.)
William S. Lind es Director del Center for Cultural Conservatism, de la Free Congress Foundation. Este artículo expresa su opinión personal.
http://www.counterpunch.com/lind09182008.html
S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.