Periodistas y analistas internacionales, esgrimiendo una lectura interesada de sondeos, anunciaron un resonante «triunfo» de Kerry en el debate televisivo que protagonizó con Bush en Miami. Luego se supo (dos mediciones revelan un «empate técnico» entre ambos) que Kerry no logró superar a Bush en las encuestas, y que el presidente duplica al demócrata en […]
Periodistas y analistas internacionales, esgrimiendo una lectura interesada de sondeos, anunciaron un resonante «triunfo» de Kerry en el debate televisivo que protagonizó con Bush en Miami. Luego se supo (dos mediciones revelan un «empate técnico» entre ambos) que Kerry no logró superar a Bush en las encuestas, y que el presidente duplica al demócrata en las preferencias para conducir la seguridad y la guerra. En este informe damos las claves de porqué Bush aventaja claramente a Kerry en el terreno donde se define la elección en noviembre: la «guerra contra el terrorismo».
Algunos medios y analistas del mundo no pueden explicarse el fenómeno por el cual Kerry «ganó el debate» pero no consiguió superar a Bush en los sondeos para las elecciones presidenciales en noviembre.
Un sondeo de intención de voto de la empresa Gallup, difundido el domingo, muestra a ambos candidatos para la Presidencia de EEUU empatados con el 49% de las preferencias.
«Kerry ganó el primer debate a Bush pero no logró cambiar la opinión de los votantes», señala una encuesta citada por la agencia Europa Press en las últimas horas del domingo.
Citando un sondeo divulgado el domingo en Los Angeles la agencia señala que el candidato demócrata a la Casa Blanca impresionó «favorablemente» a los votantes con su actuación en el primer debate televisivo que se celebró el viernes, pero pocos cambiaron su opinión sobre si votarán por él o por el actual presidente George W. Bush.
Según la medición los votantes se mantuvieron divididos respecto al candidato que recibiría su apoyo en las urnas. Quienes vieron el debate escogieron a Kerry por un 48 por ciento, frente a un 47 por ciento que optó por Bush antes de la confrontación televisada, y después de ésta, las preferencias se repartieron un 49-47 por ciento a favor del demócrata.
Pero, y aquí reside la cuestión, el sondeo destaca que la medición fue realizada con personas que «vieron el debate», es decir una franja inferior a los que no lo vieron y que van a votar en noviembre, cuya opinión todavía no se expresó en ninguna medición.
Un encuesta de Newsweek (una publicación alineada en posturas de simpatía con la campaña demócrata) conocida el domingo señala que el 47 por ciento de los votantes registrados votaría actualmente por Kerry, mientras que el 45 por ciento lo haría por Bush y el 2 por ciento por el candidato independiente Ralph Nader. Lo que revela 2 puntos de diferencia a favor del demócrata, puntaje que, en términos de encuestas, se considera un virtual «empate técnico».
La misma encuesta de Gallup que informó sobre el «triunfo» de Kerry en el debate del jueves, demuestra que Bush casi duplica al candidato demócrata en la preferencias para liderar la «guerra contra el terrorismo», aumentando la diferencia que llevaba.
Antes del debate no eran pocos los que calificaban como «esquizofrénica» la situación de que Bush encabezara las encuestas considerando que la mayoría de los estadounidenses cree que el presidente maneja mal la economía, que está llevando al país al desastre, en tanto expresaban «temor por el futuro» si Bush continúa al mando, pero igual van a votar por él.
El sondeo de Gallup publicado el viernes -y en la mayoría de los publicados antes del debate- se muestra que son más los que desaprueban la manera en que Bush maneja la economía, su política exterior, y hasta la reforma del plan que ayuda a los ancianos sin recursos para comprar sus medicinas.
Sin embargo, hay un área en la que el presidente goza de la aprobación de la gran mayoría de los ciudadanos: la «guerra contra el terrorismo». En ese rubro Bush alcanza una aprobación del 62 por ciento, en tanto que Kerry sólo consigue 36 por ciento de aprobación, con el cual más o menos coincidieron otras mediciones que trascendieron el viernes.
El 54 por ciento cree que Bush manejará mejor la situación de Irak, y el 54 por ciento dijo que Bush es la persona en quien más confían para que tenga las responsabilidades que le tocan a un comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, según los sondeos de Gallup después del debate.
La mayoría de los analistas, después de decir que Kerry «había renacido de sus cenizas» y ganado el debate tuvieron que dar marcha atrás y reconocer que es «muy difícil» entender esta contradicción en cualquier otro país del mundo que no sea Estados Unidos.
Muchos no se atreven a decir que fueron víctimas de los sondeos manipulados a velocidad por tres cadenas internacionales que -sin tener en cuenta lo que mostraban los resultados generales en las mediciones- decretaron que Kerry había sido el «gran triunfador» en la contienda, sugiriendo que lo había «puesto en aprietos» a Bush ante las cámaras.
En su primera evaluación del debate IAR-Noticias había señalado que tanto Bush como Kerry se habían ajustado, a una estrategia de discurso, sin salirse del libreto y apuntando a un blanco definido con anterioridad.
Bush actuó como un «presidente de la guerra», un comandante en jefe, en pleno ejercicio de sus funciones, sin dudas ni vacilaciones, que avanza hacia la realización del nuevo «destino manifiesto»: derrotar militarmente al «eje del mal» que amenaza la seguridad y los bienes de la sociedad norteamericana.
Kerry se mostró en el papel que lo caracteriza: un analista algo irónico de los «errores» (o las «mentiras») de Bush , una suerte de crítico «moral», casi «ético», de la invasión militar de Bush a Irak, de la cual no cuestiona su legitimidad sino la «forma como se la concretó».
Mientras Bush insistía sobre los «mensajes contradictorios» y la importancia de ser «firme, resuelto y fuerte», Kerry reiteró sus alegatos sobre la necesidad de «fuertes alianzas» y de «empezar de nuevo» con «un presidente que pueda atraer aliados a nuestro lado», o sea él mismo.
Señala el diario ABC de España: «Bien aconsejado de que, en televisión, importa menos lo que se dice que la firmeza con la que se expresa, Kerry se movió con más seguridad en una posición menos matizada y más rotunda sobre los desastres de la guerra y sus orígenes, aunque las contradicciones, en las que volvió hurgar Bush, sigan presentes en su discurso».
En cuanto a los destinatarios del debate televisivo: Kerry parecía hablar para un electorado todavía «difuso», supuestamente moldeado y entrenado por las denuncias contra Bush de las grandes cadenas informativas, en tanto que el presidente norteamericano se dirigía a lo que él y su equipo de campaña consideran como su clientela cautiva: la derecha conservadora y el fundamentalismo cristiano, tradicional bastión histórico del triunfo republicano en las elecciones estadounidenses.
En el debate de Miami, Bush siguió apostando a lo que más le gusta a la mayoría conservadora que vota y define elecciones en EEUU: un presidente ejecutivo, con liderazgo firme, que conduzca con «mano dura» los asuntos de la seguridad y de la guerra.
Bush, como lo viene haciendo desde el 11-S, se presentó como un presidente que no dudó en invadir Irak sin apoyo de la ONU ni de la comunidad internacional, y a quien no le va a temblar el pulso para anunciar otros «ataques preventivos» contra el «terrorismo internacional» allí donde se encuentre.
Los resultados de las mediciones del viernes demostraron que Kerry repuntó levemente en las encuestas pero perdió posiciones ante Bush en el rubro militar y de la seguridad, el flanco más débil de su campaña.
Bush mantuvo el puntaje en el rubro al que apuntó su estrategia en el debate televisivo: la conducción de la «guerra contra el terrorismo».
Kerry por su parte, descontó algún punto de la ventaja que le llevaba Bush antes del debate, y no pudo recuperar posiciones en las preferencias del electorado para conducir la guerra y la seguridad.
Fred Barnes opinó en el Weekly Standard que «Kerry logró agitar a quienes ya son sus seguidores, pero su desempeño no fue suficiente para cambiar la dinámica de la campaña«, ni el hecho de que «no cuenta con el número de personas comprometidas con él que necesita para derrotar a Bush»
La «gran prensa internacional», por complicidad, o falta de capacidad estratégica para analizar el debate objetivamente, decretó la victoria del candidato demócrata basada en una encuesta de opinión entre personas que «vieron el debate» y en una lectura subjetiva de las imágenes televisivas.
Así, por ejemplo, la mayoría de los periodistas y analistas concentraron su atención en Bush «mordiéndose los labios» cuando hablaba Kerry, y no analizaron el contenido ni los efectos de su discurso en el marco general del electorado que vota en noviembre en EEUU.
Le dieron más importancia al supuesto «nerviosismo» de Bush, que a descubrir como impactaría su discurso de «guerra contraterrorista» en el sector al que iba dirigido: los sectores conservadores y la derecha fundamentalista cristiana que resultan determinantes para definir cualquier elección en EEUU.
En realidad, y por causas todavía no determinadas, a nivel individual la gran mayoría de los analistas y periodistas internacionales padecen de un compulsivo síndrome «anti-Bush» (al igual que el resto de los «progresistas» del mundo) que los enceguece y les hace perder el hilo de los procesos reales de la política estadounidense.
Y convendría, para sanear un poco la mente de la opinión pública internacional, que estos analistas y periodistas se convencieran -resultados estadísticos mediante- que la sociedad estadounidense no es «progresista», y que no se rige por valores «pacifistas» sino por un cerrado instinto de auto preservación conservadora.
Quien conoce EEUU y habla regularmente con sus ciudadanos comunes, sabe que a la gran mayoría de estadounidenses, después del 11-S, no le interesa a quien invada Bush mientras proteja sus bienes y sus vidas de la amenaza de Al Qaeda y el «terrorismo islámico».
La guerra contra el terrorismo -según todos los sondeos realizados hasta ahora- se encuentra dentro de la prioridad número uno del votante estadounidense nivel promedio estadístico y se antepone a cualquier otro tema en discusión electoral entre los candidatos, incluida la economía.
En la psicología del estadounidense abrumado por las amenazas de Al Qaeda, prevalece el «miedo al terrorismo» a cualquier otro tema en discusión.
Y al final, como sostienen en la intimidad la mayoría de los ciudadanos comunes, ¿qué importa si el presidente maneja mal la economía mientras tenga el país a salvo de terroristas? Es mejor -señalan algunos- ser desocupado y estarr vivo a tener un empleo y morir en un atentado.
Cualquier estudio serio que se haga hoy sobre EEUU va a revelar que la psicosis terrorista instalada con los atentados del 11-S continúa dominando la emoción y la voluntad del conjunto de la sociedad estadounidense.
Esa es, sencillamente, la lógica que justifica el liderazgo «antiterrorista» de Bush en las encuestas después de su contienda mediática con el candidato demócrata, a quien la prensa internacional y sus repetidoras por el planeta dieron como «ganador» después del debate.
Y a esa lógica apunta permanentemente la estrategia de los asesores de Bush, tanto en el terreno de la inteligencia política como en el campo de las operaciones de acción psicológica en los medios de comunicación.
Mientras Kerry y los demócratas hacen campaña «anti-Bush» con Michael Moore y con la farándula de Hollywood el equipo de Bush traza estrategias y planea operaciones para seguir profundizando el «miedo al terrorismo» en la sociedad estadounidense, y los funcionarios de la Casa Blanca no paran de alertar sobre un «inminente ataque terrorista» de Al Qaeda.
Esa es la única clave, por ahora, que definirá los resultados de las elecciones de noviembre.