País de residencia: la oportunidad Cuando menos la esperé, después de desahuciada, cuando ya me había resignado, cuando había dejado de luchar llegó la oportunidad de mi vida. Recién iniciando en el arbitraje de fútbol en Estados Unidos, comencé a trabajar en distintas ligas, unas ubicadas en suburbios y otros en el ciudad de Chicago, […]
País de residencia: la oportunidad
Cuando menos la esperé, después de desahuciada, cuando ya me había resignado, cuando había dejado de luchar llegó la oportunidad de mi vida.
Recién iniciando en el arbitraje de fútbol en Estados Unidos, comencé a trabajar en distintas ligas, unas ubicadas en suburbios y otros en el ciudad de Chicago, árbitros, jugadores y dirigentes que me veían dirigir me querían en sus ligas, avisaban a los asesores arbitrajes y estos me contactaban, así fue como trabajé en ligas latinoamericanas, asiáticas, africanas, europeas y estadounidenses. El inglés ni falta me hizo, además que ni lo hablaba. Fue para el tiempo en que yo ni hola podía decir en inglés.
Mi primera asesora fue la señora de liga mexicana, después tendría ecuatorianos, italianos, kenianos, jamaiquinos, yugoslavos, estadounidenses y un griego, él fue quien me lanzó de panzazo a la liga europea. Me hablaba en inglés y yo le entendía dos de cada diez palabras, andaba con mi traductor electrónico en la mano el hombre me tenía una paciencia admirable. Me había visto dirigir en los campos que quedan frente al lago Michigan, recuerdo que en el medio tiempo del juego se acercó iba con dos árbitros más, vestidos de particular, cuando llegaron a donde yo sentaba revisando tomando agua, aplaudieron al unísono y así mismo también los escuché decir, ¡qué piernas de mujer! ¿Juegas fútbol? Me levanté y los saludé, vi mis piernas y les dije: sí, practiqué fútbol durante muchos años. Y efectivamente mis piernas son de futbolista pero más de vendedora de helados, lo rollizo es de los largos kilómetros que caminé con mi hielera al hombro, también de los que anduve entre aldeas y montañas cuando iba a trabajar cortando fresas.
Ellos estaban que no se la creían, se tomaron fotografías conmigo, los dos árbitros trabajan en ligas mayores y él era asesor de la liga europea, primera vez que conocían en persona a una árbitra latinoamericana, ¡y que dirigía en el centro además! En las líneas es común verlas, pero en el centro yo fui la primera y lastimosamente sigo siendo la única en todo el Estado de Illinois, en dirigir juegos de hombres. Anglosajonas y europeas abundan.
Les encantó mi carácter, mi personalidad y sobre todo la forma en que trabajaba, pocos utilizan el arbitraje preventivo, para esto además de conocer el reglamento y saberlo aplicar (que no todos pueden hacer lo segundo) el árbitro debe entender perfectamente la pasión del fútbol y vivirla, para poder comprender la mentalidad del jugador, ¿por qué actúa así? ¿por qué buscó tal falta? ¿por qué esa reacción? Crecí entre el fútbol y mi hielera de helados, podría decir que éste es inherente, Ilka sin el fútbol no es, no existe.
Terminando el juego el griego me ofreció trabajo en su liga, que es una de las más prestigiosas del Estado, a los días me enteré que eran filas y filas de árbitros los que querían trabajar ahí y hacían y deshacían para abrirse espacio y pertenecer al selecto grupo de los pupilos del griego. Trabajar ahí es tener una carta de presentación que abre todas las puertas habidas y por haber.
Me preguntaron si estaba federada porque era necesario para el trabajo les contesté que no, me dieron los datos y a la siguiente semana ya estaba realizando los exámenes en la U.S. SOCCER por sus siglas en inglés, (Federación de Fútbol de Estados Unidos) los teóricos, físicos y médicos, una carta de la Federación de Fútbol de Guatemala donde se hacía constar de los años y en las categorías que yo había trabajado allá, ayudó hacer la equivalencia y me dieron el grado de Árbitra Estatal , que permitía trabajar en torneos interestatales y universidades.
En la liga europea conocí otra clase de fútbol de mucha más categoría que el latinoamericano, el nivel, la técnica, el respeto de los jugadores y del público superaba en años luz a lo que yo estaba acostumbrada a recibir de los latinos ( y de los guatemaltecos cuando trabajé en mi país) ciertamente el idioma no es necesario cuando se sabe aplicar el reglamento como es, sin andar con payasadas ni con protagonismos, el árbitro tiene que tener claro que las estrellas del encuentro son los jugadores y él está ahí solamente para hacer que prevalezca el espíritu del juego limpio, excelente es el juez que no se hace notar, eso quiere decir que está realizando su trabajo correctamente.
Pues yo aunque no quisiera era el centro de atención porque era mujer y además latinoamericana, el griego me ponía a trabajar con árbitros europeos, asiáticos, africanos y africanos, de cuando en cuando con latinos, me decía que lo que él quería era que yo superara mi nivel y que eso lo iba a lograr si salía de mi zona de confort y trabajaba con gente de otras culturas y países. Los árbitros me trataban tan bien, confiaban cien por ciento en mis decisiones y si me equivocaba ahí estaban ellos que con una sola mirada me hacían reaccionar.
Hoy en día las banderolas tienen la tecnología de un botón que al oprimirlo el asistente el central siente vibrar un aparatito en la bolsa de la playera, también existe el audio, ahí van corriendo con los audífonos por si cualquier cosa sucede y él no se percata le avisan, eso ayuda mucho. Pero antes, el trabajo en equipo consistía en confiar uno en el otro, si un juego sale bien es por el trabajo de los tres y si sale mal también, las consecuencias se comparten.
El árbitro tiene tres segundos para decidir, si no está seguro con una mirada ligera puede preguntar a los asistentes antes de sancionar, sino pues sea correcta o no, tiene que decidirse por una de las dos, ¿salió o no el balón? ¿Es saque de meta o tiro de esquina? ¿Para qué lado va el saque? ¿La falta fue dentro o fuera del área?
Un privilegio trabajar con árbitros, iraníes, marroquíes, yugoslavos, hindúes, rusos, polacos, sur africanos…, ni uno solo me discriminó por ser mujer, al contrario caminaban orgullosos a la par mía cuando entrábamos al campo, y más satisfechos cuando al final del encuentro los jugadores me buscaban para darme la mano y felicitarme, se sentaban a esperar cuando la cosa era de tomarme fotografías y firmar autógrafos, llegaban los jugadores con sus hijos o la familia completa a saludarme, lo que más me gustaba era cuando llegaban las novias o las esposas de los jugadores, decían que se sentían orgullosas de ver a una mujer en el centro del campo, me aguaban los ojos, hasta me invitaban a las fiestas familiares o de su comunidad. Nada que ver con los latinos que lo que hacían era buscar pleito y echarme la culpa de sus errores dentro del campo, y ya enojados ofrecerme cama y mandarme a lavar platos.
Recuerdo que el griego me ponía a trabajar con un polaco que era policía estatal, yo le decía que mejor me lo cambiara porque un día y enojado me deportaba, se reía a carcajadas y me decía que con nadie iba a estar mejor protegida que con él y tuvo razón, qué belleza de ser humano, sabía que era indocumentada, que no hablaba el idioma y ahí estaba cuidándome las espaldas como si yo hubiera sido la niña de sus ojos, qué nivel de verdad.
Ya federada en la U.S. SOCCER me tocó vestir el uniforme y portar el gafete de Estados Unidos, pronto me mandaron a llamar para que me hiciera árbitra internacional y representara al país, querían que trabajara en la liga nacional femenina y que en los torneos nacionales. Recuerdo patente ese día, estaban todos sentados alrededor de la mesa de sesiones de la U.S. SOCCER de Chicago, gringos y europeos y un asesor latino que servía de traductor, me dijeron que mi nivel era extraordinario y que no comprendían por qué razón no me había hecho árbitra internacional en Guatemala, la edad se me estaba pasando y estaba en su punto para dirigir campeonatos internacionales, ya contaba con cinco años de experiencia en Guatemala y dos aquí, más de mil quinientos juegos dirigidos, ¿qué estaba esperando? De un folder sacaron unas hojas de papel, eran los reportes de varios asesores que enviaron a observarme sin que yo supiera y las calificaciones eran las más altas que habían visto en quince años observando el trabajo de los árbitros del Estado. Me emocioné tanto que sentía que el corazón se me reventaba, pero guardé silencio y los seguí escuchando. Si hay algo que yo amo en esta vida es el fútbol, es la pasión de mi vida, es lo que soy.
En ese tiempo estaba en lo más perdido de mi adicción, había subido de peso, no asistía al gimnasio con la disciplina que siempre he tenido, no entrenada para nada, estaba en el culo del abismo de todas mis depresiones juntas, y recibí la noticia de la oportunidad de mi vida. No les interesaba para nada que no hablara el idioma, me dijeron que con el tiempo lo aprendería porque lo más importante lo tenía y era saber aplicar el reglamento.
¿Por qué no me precipitaba en mis decisiones? ¿Por qué entendía muy bien al jugador? ¿Por qué no lograban sacarme de mis casillas si se notaba que tenía carácter fuerte? ¿Por qué era excelente mi ubicación dentro del terreno de juego? ¿Por qué pocos jugadores me reclamaban? ¿Por qué querían tomarse fotografías conmigo? ¿Por qué cuando se lesionaban corrían a brindarles primeros auxilios si no era mi trabajo?
Primero, porque yo antes que árbitra fui jugadora, porque antes que jugadora soy ser humano, porque como maestra de Educación Física que tuvo la oportunidad de conocer de lesiones, fracturas y primeros auxilios es mi obligación atender inmediatamente a una persona lesionada, sea ésta jugador o no, tenga el uniforme de árbitra puesto o no. Se veía curioso cuando una jugador se acalambraba y no se podía levantar del suelo, que yo detuviera el juego y le brindara primeros auxilios, cuando otros reclamaban les decía: primero que todo está la salud, hoy fue él y mañana pueden ser ustedes, que no se les olvide.
Los entrenadores antes de iniciar el juego de decían a los jugadores: hoy tengan cuidado porque la referee Ivonne va a dirigir y con ella no se puede fingir faltas. En Estados Unidos soy Ivonne, pocos me conocen como Ilka, aunque siempre me presento con mi nombre no lo pueden mencionar y como el segundo es Ibonette, lo acortan a Ivonne.
Me ayudó mucho pedir disculpas cuando me equivocaba en una decisión, «perdoná no vi que te empujó, lo siento pondré más atención a ese jugador, no vi la mano, no era fuera de lugar pero lo sancioné disculpáme» cosas así porque los errores visuales existen, muchas veces en las narices de uno suceden las cosas y no las ve, el árbitro es la única persona dentro del terreno de juego, que está obligada a mantener la cabeza fría y a tener concentración absoluta.
En aquella conversación con la gente de la federación de fútbol vi cómo se escapaba de mis manos la oportunidad de mi vida, y con todo lo que me dolía no podía detenerla, mantenerla junto a mí, escuchaba entre una sensación agridulce los planes que ellos tenían para mí, soñaban en grande. No podía creer que me dieran mi lugar, que respetaran que una mujer también puede dirigir un juego de fútbol, masculino o femenino, que tiene la capacidad y la habilidad, que tiene la entereza y no debe ser cuestionada por su género. Tan dichosa que me sentí y tan infeliz porque era indocumentada.
Desconcertada los miraba, tan distinto que me trataron en Guatemala, me cortaron las alas porque su machismo no pudo soportar mi capacidad, y en cambio en Estados Unidos ser mujer árbitro es tan común como cualquier otro trabajo, lo que hacía particular mi caso es que yo era latinoamericana, y ellos querían una latina que también representara al país.
Cuando les dije que era indocumentada sus rostros se desencajaron, ¿no es posible? ¿Cómo es que eres indocumentada? ¿Por qué razón, no puede ser? Es un desperdicio que no tengás papeles. Es injusto que quien no los merece los tenga y tú no. ¡Podrías hacer tanto! Unos se molestaron, otros lo lamentaron, todos lo sentimos y más yo que veía mi sueño irse lejos, lejos, de mí.
Averiguaron con abogados de migración para ver si como federación podían ayudarme a sacar los papeles pero la respuesta fue negativa, durante tres años pasaron intentando y simplemente no se dio. Tres reuniones más tuvimos en los años siguientes hasta que agotamos todos los posibles recursos. No era para mí, ser árbitra internacional no estaba en mi camino. No era ese mi destino por más que yo lo deseara.
Qué frustración tan grande, qué amargura más pisada, una vez más me vine bajo, no podía con tanto, era el sueño de mi vida, lo tuve en mis manos y se esfumó. Seguí trabajando en las distintas ligas y no había árbitro que no lamentara que yo no tuviera documentos, los mismos jugadores, los entrenadores, ¡cómo es posible si tú ya no estás para estos juegos, tu horizonte te espera, vuelva, vuela! Qué volar ni qué ni mierda, ¿con qué alas? Si mis alas en este país era la tarjeta verde. Sin documentos no se existe.
Durante años cargué ese pesar y nuevamente victimizándome abrí una y otra vez la herida, querida verla sangrar, no quería que sanara. No quería dejarlo ir, era mi pretexto perfecto para sentirme una fracasada, una buena para nada, un estorbo.
Un día por cosas del destino me hice asesora arbitral y coordinaba las clases del reglamento de fútbol, entrenos de los árbitros y nombramientos para los juegos del fin de semana, los latinos sintieron la muerte, tener a una mujer como asesora no les cabía en sus cabezas huecas y machistas, ¿una mujer que me explique el reglamento de fútbol? No, ni con embudo les pasaba. Peor aun cuando en las clases prácticas les mostraba la forma correcta en que debe desplazarse un árbitro dentro del terreno de juego para: ahorrar energía, tener visibilidad del balón y de los asistentes. De culo se fueron. ¿Cómo es que ella nos viene a hablar de juego brusco grave y conducta violente? ¿Cómo es que sabe la diferencia entre tiro libre directo e indirecto? ¿Por qué es que habla de arbitraje preventivo, qué es eso? Me costó un mundo hacerles entender que los seres humanos tenemos las mismas habilidades y destrezas, la misma capacidad, sin importar el género.
Era chistoso porque los árbitros eran altos, corpulentos y yo bajita, nadie creía que era la asesora arbitral, ¿asesora ella? ¿encargada de los nombramientos ella? Enorme responsabilidad la de nombrar árbitros para los juegos porque primero hay que estudiar a los jugadores, a los equipos, cuál es más débil, cuál el más fuerte, quiénes inventan faltas, quiénes son agresivos. Después estudiar la personalidad del árbitro, si el carácter no le ayudará en si el juego se complica, si tiene dificultad en sancionar faltas dentro del área, si aun no entiende bien lo de los fuera de juego, si le tiembla la mano a la hora de una agresión física entre jugadores. Y dependiendo todo eso, es como se toma la decisión de nombrar a tal árbitro para tal juego.
Si es un equipo que va punteando contra el que va en último lugar se envía a uno que no le tiemble el pulso y que el carácter no lo traicione, porque seguro y se necesitarán muchas tarjetas, por lo general el equipo que va en último lugar entra con todo, ya no tiene nada que perder y lo que buscan los jugadores es lesionar a los adversarios.
Si es un juego entre dos punteros se sabe que evitarán a toda costa las tarjetas y que se dedicarán a jugar porque todos sus jugadores son valiosos para llegar limpios a las finales del torneo, entonces se les envía un árbitro tranquilo, que no necesariamente tenga que tener el carácter pero que le ayuda mucho la personalidad. Así es como un asesor va balanceando a sus árbitros.
Los días de sesionar después de la jornada del fin de semana era la muerte de los árbitros porque había que corregir errores, no soportaban que yo preguntara, ¿a ver fulanito por qué sancionó la falta fuera del área si sucedió adentro? ¿por qué marcó como tiro directo la entrada de tal jugador si era para indirecto? ¿Por qué amonestó a tal jugador si la falta no era para amarilla? ¿Por qué le perdonó la rojo directa a tal jugador si además en la liga se le suspenderá por la agresión? ¿Explíqueme qué es lo que dice la regla número tal? Me dediqué en lo que estaba dentro de mis manos, a limpiar de corruptos el fútbol, árbitros que se dejaban comprar, otros que recibían dinero para no notificar de las tarjetas amarillas y rojas.
Equipos que me quisieron sobornar, árbitros que quisieron pagarme para que los nombrara a tales juegos. Limpia hice y me gané bastantes enemigos, todos latinoamericanos y por el contrario el respeto de los de otros continentes. Con esto no quiero decir que no hay corrupción en otros países, ni que todo sea miel sobre hojuelas, pero yo hice mi parte en lo que me correspondía, de otras ligas que se encargaran lo que debían. ¿Cómo es posible que trabajés limpiando casas si ahí pagan una miseria y no aceptés el dinero que te ofrecemos para que nos marqués un penal? ¿Cómo es posible que limpiés baños y no aceptés que te demos una ayudadita lo único que te pedimos es que no reportés tal tarjeta de tal jugador? Simple: mi dignidad no está en venta y la defiendo con mi vida ni es necesario. Solo eso faltaba, que le faltara el respeto a la niña heladera, ¡papo!
Mi intención no era poner en evidencia su desconocimiento del reglamento o la forma incorrecta de aplicarlo, lo que yo quería era que aprendieran para que no tuvieran problemas con los jugadores y no echaran a perder los encuentros, porque una mala decisión de un árbitro puede perjudicar enormemente el trabajo de todo un equipo y no es válido, no es justo que por no entrenar, no saber ubicarse o desplazarse, por no saber el reglamento o precipitarse en sancionar una falta, el árbitro vaya a desgraciar un encuentro.
Para que un árbitro sea profesional no necesariamente tiene que ir a graduarse a un colegio de árbitro o a una federación de fútbol, lo que necesita es estudiar y memorizar el reglamento, saber aplicarlo, usar el sentido común, controlar el carácter, y sobre todo amar el fútbol y el espíritu del juego limpio. Muchos de los mejores árbitros que he conocido son albañiles, carpinteros, obreros en general ( en Guatemala y aquí) y no hay graduado de la universidad que por más que sacara su título en colegio de árbitros, puede salir bien librado de un juego, los arrestos no son privilegio de cualquiera.
Así fue como sin querer y sin esperarlo de alguna manera en Estados Unidos me hice árbitra internacional porque segura estoy que de haber representado al país en campeonatos internacionales jamás hubiera tenido la oportunidad de dirigir tanto juego de equipos de tantos países, compartir con tantos árbitros y aprender tanto de ellos. Conocer otras culturas, otros sistemas de juego, el nivel por continente, por edades.
Cuando comprendí el privilegio enorme que la vida me dio al poner frente a mí tanta variedad de nacionalidades, categorías, y ser la consentida de las ligas europeas, asiáticas, anglosajonas y africanas, cuando entendí que jugadores, entrenadores, asesores, árbitros y público valoraban mi trabajo, comencé a disfrutarlo, por que la única que lo valoraba era yo por esta victimizándome, por estar abriendo mis heridas una y otra vez. Mi despertar sucedió en el país de residencia, ¿qué me hizo valorarlo? ¿Cómo fue que dejé ir de una vez por todas lo que me ataba al sueño que nunca me correspondió?
Aprendí y sigo aprendiendo del arbitraje y del fútbol, ya no ejerzo mi profesión, misma que ha dado amargura y gloria, alegrías y desavenencias, que me hace sentir orgullosa de haber sido la única árbitra central que en la década del dos mil, en Guatemala demostró que tanto hombres y mujeres tenemos las mismas capacidades, sino que lo diga la gramilla del monumental Mateo Flores.
De ser la primera latinoamericana que en Illinois dirigió juegos de hombres. Mucho he aprendido en este país que en el fútbol que es mi vida me abrió las puertas, no tenía papeles no fue culpa del balompié. Pasó, finalmente, el tormento pasó y aprendí a dejar ir, con la misma intensidad con la que amé mi sueño, lo fui soltando poco a poco. Le fui fiel hasta el último momento. Perdón mi poca modestia, pero no soy cualquier árbitra, soy Ilka Oliva Corado. Mi orgullo por tan hermosa profesión solo se asemeja al que siento por haber nacido en Comapa y crecido en Ciudad Peronia vendiendo helados, ahí nomás.
Trabajé en el arbitraje trece años en los que dirigí más de 2,800 juegos. Sigo aprendiendo de la pasión.
(Continúa.)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.