Transición: idioma inglés (II) Cuando recién llegué lo primero que hizo mi hermana fue comprar un cuaderno y dejarme planas en inglés, así como en primero primaria, que yo tenía que repetir una y otra vez hasta llenar las hojas, no había conseguido trabajo por no hablar el idioma y era necesario que aprendiera por […]
Transición: idioma inglés (II)
Cuando recién llegué lo primero que hizo mi hermana fue comprar un cuaderno y dejarme planas en inglés, así como en primero primaria, que yo tenía que repetir una y otra vez hasta llenar las hojas, no había conseguido trabajo por no hablar el idioma y era necesario que aprendiera por lo menos lo básico que aquí es: sí señora, sí señor. El no señor no le importa a nadie, es más, problemas le acarrea a uno.
Entonces yo me quedaba en el condominio de la señora rusa que nos alquiló una habitación, ella y mi hermana se iban a trabajar y mientras yo veía a través de la ventana la nieve caer y alfombrar la autopista que era todo el paisaje que se observaba desde aquel edificio, qué ganas de salir corriendo y regresarme a Guatemala. La hermosura de la nieve me dolía que de la mano con la nostalgia me hundía en desolación. Por rato acercaba una silla a la mesa del comedor y repetía las planas: buenos días, buenas noches, mucho gusto, mi nombre es Ilka, soy de Guatemala, qué hora es, cuál es su nombre.
En la noche después de cenar mientras la señora miraba sus novelas rusas a través del cable, nosotras nos íbamos al cuarto que como toda decoración tenía dos bolsas negras de plástico arrumadas en una esquina, ahí teníamos nuestras mudas de ropa, un colchón tirado en el piso y una sábana. Era todo lo que teníamos producto del sudor del trabajo de mi hermana porque yo de mantenida estaba. ¿En dónde están los deberes que te dejé? Me preguntaba. Los quiero revisar. Y le acercaba el cuaderno y con su paciencia de maestra que siempre ha tenido desde que me iba a dejar a la escuela de parvulitos en la zona 8 de la capital guatemalteca, también aquí a tantos años de distancia de aquellos días, revisaba mi tarea.
Ajá, me decía. Ahora pronunciá lo que escribiste. No quiero, le contestaba. Cómo que no querés, tenés que hacerlo porque si no te vas a morir de hambre, si no trata de que querás o no, tenés que hacerlo que es cosa distinta. No quiero, dije y no me jodás. Me tiraba boca abajo sobre el colchón y no volvía a pronunciar palabra hasta el siguiente día, cuando después de los buenos días ella me avisaba que había anotado otra tarea para el día y también había escrito la forma en que se escucharían las palabras de ser pronunciadas.
La curiosidad que despertaba en las personas escuchar a una hablar inglés sin ninguna especie de contratiempo y la otra totalmente enmudecida, ¿por qué una sí lo hablaba y la otra no? Cuando nos preguntaban ella contestaba que por ella era secretaria bilingüe y yo maestra de Educación Física. Cierto, no estaba mintiendo pero más allá había otra realidad que ambas sabíamos y que una intentaba maquillar y la otra la llevaba hirviendo en la sangre.
Entonces cuando estábamos solas me daba por discutir y recordarle que yo también habría aprendido a hablar inglés si mi mamá me hubiera apoyado en la carrera que quería estudiar, ¿o acaso ya se te olvidó que lo de maestra de Educación Física ni siquiera me había pasado por la mente? ¿Ya se te olvidó que vos tuviste el privilegio de contar con su apoyo y yo no? ¡Qué me dejó a mi suerte! Negra lo que pasa es que vos toda la vida has retado a mi mamá y a ella eso no le gusta, es tu culpa por ser soberbia, por esa rebeldía, tan berrinchuda que sos.
¿Ahora le llamás vos soberbia a exigir un trato justo? ¿Cuándo te dejó a vos cuidando los animales para llevarme a mí a una fiesta? Jamás, y no me digás que sí porque estarías mintiendo. ¿Quién ha sido la vergüenza de la familia toda la vida por ser mal hablada, no tener modales, hablar claro y tener color de piel distinto? ¿Vos, los cumes? No me jodás, sabés que toda la vida he sido yo la que ha llevado penca, pero aun así no me callo y no me voy a guardar lo que pienso y lo que siento así mi mamá me mate de tanto golpe. ¡Y qué se olvide de mí, yo no sé ni por qué putas no me morí en la frontera, y a eso iba, a morirme en el desierto, eso era lo que quería, quedar lejos para que no se vieran ustedes en la obligación de enterrarme, hasta eso quería, evitarles el gasto del cementerio para no deberles ni las flores !
Negra; sos una loca resentida, cambiá tu forma de pensar que solo te hace daño a vos, te consume, parecés disco rayado repitiendo lo mismo. Para vos es muy fácil decirlo porque ella no te cortó las alas, en cambió a mí me hizo mierda la existencia, no me vengas a decir que me serene porque no es justo, por lo menos aceptá que así fue y que tengo derecho a sentir este infierno dentro de mí, pero lo negás y es como si con eso me dieras la espalda vos también. Dejálo ir Negra. ¡No quiero, lo voy a dejar ir cuando yo quiera y no porque vos me lo estés diciendo, es mí proceso y será en mí tiempo, dejáme en paz! Me hartás, me colmás la paciencia Negra, no sé qué hacer con vos, no se puede hablar porque no sos racional. ¿Y a quién le interesa ser racional cuando tiene un mar de lava quemándole los sesos? ¿Ahora decime, a quién le escondía mi mamá la comida, a vos, a los patojos? A mí, cuando se enojaba conmigo escondía la comida y ponía todo dentro del ropero y le echaba llave para que yo no tocara ni una sola tortilla, ¿qué hacía yo? Me acostaba sin comer, ¿te recordás de eso o también creés que exagero? En eso mi mamá sí se pasó pero ya olvidálo, es tu mamá y te dio la vida y con eso es suficiente. ¿Dar la vida para hacérsela mierda a los hijos? Así que no den ni mierda, mejor me hubiera abortado, es que eso es lo que tuvo que haber hecho, así no me culpara de ser su vergüenza.
Mi hermana me buscaba para abrazarme cuando veía que me desmoronaba viendo la nieve caer, o cuando llovía, o cuando simplemente se me aguaban los ojos y ansiaba regresarme a Guatemala. Yo no lo permitía porque sus abrazos los sentía hipócritas, comprometidos, condescendientes, yo quería que le salieran del corazón y eso no iba a ser posible hasta que ambas enfrentáramos nuestro pasado y lo habláramos y nos gritáramos y lo lloráramos y nos perdonáramos y decidiéramos contar los daños y aceptar responsabilidades. Vernos como adultas marcadas por una infancia que para nada fue de estabilidad.
Sin dudarlo, los abrazos de mi hermana siempre fueron sinceros pero yo no los percibí así, hasta el día que destrozamos el apartamento lanzándonos todo en la cara y cansadas y sin aliento alguno nos abrazamos y lloramos durante horas, logramos sacar cada una su dolor y sus silencios y sus excusas y sus demonios. Todo lejos de casa, del yugo de mi madre y de la ausencia de mi padre, lejos de los cumes llorando por comida, de las cabritas de mi infancia y de nuestra cama de metal con una pata coja. Lejos de nuestro suelo de talpetate y de nuestro tonel de agua fría y de nuestras hieleras de helados. Fue para cuando yo dejé de añorar todos los días regresar a Guatemala. Después de siete inviernos juntas en el extranjero.
Mi hermana tratando de compensar mis tantos vacíos existenciales que tenían que ver con el trato distinto que mi mamá nos dio, tomaba el papel de mamá y me compraba regalos, cocinaba mi comida favorita, trataba de estar presente en mis actividades aunque sus gustos fueran distintos, pero yo no quería que dejara de ser mi hermana y no deseaba verla como mamá, no quería que compensara algo que no fue su responsabilidad pero que sí nos atreviéramos a abrir las heridas supurantes que no sanaban porque no se habían ventilado, que nos viéramos en carne viva y que limpiáramos todo lo sucio contando el mar de emociones y situaciones que significaba que ella hablara inglés y yo no. Es más fácil aparentar que no pasa nada, que se ha superado, ocultarlo, disfrazarlo, no cuestionar, y dejarlo porque así es la vida, a tener el valor de abrir la puerta y enfrentarse con lo que hay dentro.
Para el tiempo de transición del país de llegada al de residencia, mi hermana se había cansado de insistirme para que aprendiera a hablar inglés, me había aburrido de asistir a la escuela para adultos porque nada en mí estaba quería abrir la puerta y ver lo que con el inglés venía. Y como todo en mi vida, fue en mí tiempo y en mí proceso y cuando yo decidí. Mucho de lo que viví y de lo que reproché a mi hermana sin aceptar como válido su punto de vista, fue parte de mi victimización, la de sentir lástima de mi vida, de mis circunstancias, y en lugar de enfrentarlas era cómodo reprochar y culpar a alguien más cuando era mi absoluta responsabilidad quedarme con el dolor o lanzarlo fuera. También fui injusta con mi hermana y no me percaté hasta cuando con la decisión de aprender inglés también llegó un rayito de luz a mi vida. Opaco pero ya no era todo oscuridad.
(Continúa.)
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