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La judaización de Palestina continúa implacable

Primero tomaremos Ajami

Fuentes: Haaretz

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

La ciudad de Tel Aviv-Jaffa tenía celos de la «Fiesta de las fiestas» que Haifa ha estado celebrando durante años y decidió que también celebraría un evento para sus residentes judíos, musulmanes y cristianos este fin de semana. El propio alcalde, Ron Huldai, bendijo personalmente la mezcla de residentes de la ciudad: su firma adornaba los carteles de «Felices Fiestas» que se pusieron en Jaffa.

Sin embargo, para los visitantes de la ciudad y para el propio alcalde, hubo una sorpresa que no fue precisamente un regalo de fiestas. Entre las decoraciones que adornaban las calles había carteles que ponían en grandes letras: «Ron Huldai desea a los árabes de Jaffa una feliz expulsión». ¿Brutal? ¿Molesto? Esa es precisamente la intención de las personas que están detrás de Jaffa Struggle, una agrupación de activistas sociales que han estado luchando para detener el desahucio de residentes y la demolición programada de 497 casas.

El grupo recibió la última lista de «inmuebles ocupados» de la compañía inmobiliaria que maneja las propiedades, Amidar, en marzo de 2007. Estas viviendas tienen un denominador común aparte del hecho de que la inmensa mayoría están ocupadas por árabes: las irregularidades y ampliaciones de los edificios, de las que la mayor parte se realizaron hace 30 ó 40 años, son el fundamento para los desahucios. Casi todas las casas están en el barrio de Ajami, en la costa, y en Jabaliya, en el centro de Jaffa; ambos vecindarios se están convirtiendo en lugares preferentes del desarrollo inmobiliario.

La «novia de Palestina», uno de los muchos apodos de Jaffa, se ha convertido en un punto caliente inmobiliario y sus residentes de siempre han pasado a ser un obstáculo nacional y económico. Recientemente, una anciana que vive en Ajami recibió una notificación de desahucio que se basaba en unas reformas hechas en su apartamento. Sin embargo, cuando ella entró en la casa de recién casada no pudo ver las reformas, que habían sido efectuadas por el arrendatario anterior, el cual dejó la vivienda hace casi 50 años. Si no fuera tan triste, seria cómico.

Sami Bukhari vino a una reunión con los activistas de Jaffa Struggle directamente de una gira de Jaffa para jóvenes judíos en el programa Taglit-birthight (Patrimonio Taglit). Bukhari, de 42 años, es artista, historiador de arte y experto en Jaffa. Shams Kalboni acudió a la reunión directamente de su trabajo en Windows, una asociación israelopalestina que promueve la paz y la democracia. En el pasado, Shams tuvo un trabajo de directiva, pero lo perdió cuando su patrón descubrió que era árabe. El abogado Hisham Shabaita trabaja en la clínica de derechos humanos de la Universidad de Tel Aviv.

Los tres forman parte de un grupo de 15 personas que fundaron Jaffa Struggle hace sólo un año, cuando entendieron que la emisión de las notificaciones de desahucio no eran una coincidencia, sino realmente un patrón.

Amidar y la Administración del suelo de Israel lo llaman «poner por fin las cosas en orden», pero los activistas dicen que es expulsión y traslado de los árabes de Jaffa. Aunque el problema del suelo y la vivienda en Jaffa remonta sus orígenes a 1948, no relegan a sus conciudadanos judíos a un rincón en el diálogo. El problema inmediato está pasando aquí y ahora. La actividad de Jaffa Struggle es totalmente voluntaria. Los costes, por ejemplo para hacer los carteles, están cubiertos en parte por la Fundación Heinrich Boll y la rama norte del Movimiento Islámico.

Se organizaron para llenar el doloroso vacío en el que Jaffa se hundió después de los hechos de octubre de 2000. «Tras ese trauma nadie sale a manifestarse por las calles», dice amargamente Kalboni. «La gente ni siquiera se atreve a hablar de política». La dificultad de los activistas de Jaffa Struggle no se reduce a la clase dirigente, también es un esfuerzo para conseguir que los residentes de la ciudad, incluso las víctimas del sistema, protesten. Esto explica también la cautela adicional que los activistas se han impuesto para no comprometer los ingresos de los comerciantes de Jaffa, muchos de los cuales apenas se han recuperado del golpe de octubre de 2000. De no ser por esta consideración, la protesta durante la Fiesta de fiestas en Shabbat no habría acabado con un molesto cartel en el que pequeñas excavadoras indican las casas que están en la lista de desahucios.

Una gira por Ajami y Jabaliya es suficiente para mostrar que el proceso de judaización de Jaffa es imparable. Considerando que en otras áreas la judaización es una meta declarada públicamente, en Jaffa es parte de un proceso económico: Es una combinación de aburguesamiento y judaización que ya no pueden distinguirse. «Como dicen en la Administración del Suelo de Israel (ILA), realmente no es racismo, su único interés es vender», dice Shabaita. «En la práctica están vendiendo Jaffa en unas rebajas».

Shabaita cree que el calendario de «poner las cosas en orden» y los desahucios resultantes son realmente una cuestión económica. «El ILA simplemente quiere ganar dinero», dice. Todos aceptamos que las conversaciones sobre «dolorosas concesiones» en un acuerdo con los palestinos están estimulando el debate demográfico, y en el asunto de Jaffa son 497 «edificios ocupados». En 195 de estos casos, los domicilios realmente han sido tomados por intrusos, pero el resto son casos de almacenes y espacios agregados para ampliación, la «ocupación» de inmuebles cuyos herederos reclaman sus derechos, (reclamaciones que se están estudiando) y de «invasión» por personas que Amidar define como herederos no facultados. Todo esto es muy complicado.

Ésta era la situación en Jaffa después de 1948: sólo algunos de los residentes originales permanecieron en sus casas. Otros vinieron como refugiados y tomaron en propiedad viviendas que habían sido calificadas de abandonadas. Durante los años 50 las familias compraron sus apartamentos a Amidar por dos tercios de su valor inmobiliario. Sin embargo, no por ello se convirtieron en los dueños de los apartamentos, sino que compraron un alquiler protegido y eso significaba que les prohibieron hacer cualquier cambio en las casas. Muchos nunca entendieron lo que significaba ese acuerdo.

Shabaita recuerda que cuando era un muchacho notó que había un problema. Su padre le explicó, «Nosotros tenemos las paredes, el Estado tiene la tierra». Eso tampoco era exacto. Durante años, basándose en la falta de comprensión y las exigencias de realidad, los arrendatarios dividieron sus casas en cuartos cada vez más pequeños y construyeron ampliaciones a medida que crecían sus familias. Durante 30 años nadie se quejó. A veces Amidar incluso se olvidaba de recaudar el bajo alquiler que les cobraba.

Ahora, después de un considerable retraso, por el impulso de la lógica fría del mercado de la propiedad inmobiliaria y de la política, los residentes están recibiendo los avisos. «En cierta fecha usted efectuó un cambio en el apartamento sin el consentimiento de los dueños», leyeron. La sanción: «Váyanse». Varias docenas de familias han recibido tales avisos de desahucio. Otras varias docenas están inmersas en procesos legales.

Amidar niega cualquier implicación y culpa de todo al ILA. El ILA dice que Amidar es quien decidió «poner las cosas en orden», que no es una maniobra que apunta a los árabes y que las cifras, no obstante, están equivocadas. Pero los documentos oficiales de Amidar y del ILA apoyan los argumentos de los activistas.

No es necesario esperar al final del proceso para percibir la judaización de Jaffa. La calle Malachim, en Ajami se está desarrollando. Se están levantando rápidamente tres nuevos edificios que pronto serán ocupados por familias judías con recursos. Entre ellos está la humilde casa de los Khateb. Ellos nunca abandonaron Jaffa y su casa es como un hueso en las gargantas de los urbanizadores. En el patio de los Khateb hay una estructura pequeña con un tejado de azulejos rojos que reemplazó su chapa de amianto. Apenas se nota. Se necesita la vista de un águila para descubrirlo, pero ahora sirve de fundamento para un pleito que puede acabar en desahucio.

Unas docenas de metros más allá, cerca de la casa del ferretero Harabi Nablusi, se está levantando un nuevo edificio. Sus irregularidades de construcción son estridentemente obvias, pero nadie parece haberlas notado. Los actuales documentos de Nablusi atestiguan que este nuevo edificio se está levantando en tierras de su propiedad, pero los documentos no han convencido a nadie. En su casa, decorada con los premios y certificados que su esposa recibió por sus actividades pedagógicas y los obtenidos por sus hijos por su actividad social, se sienta Nablusi, un hombre con enojo y dolor. El nuevo edificio casi toca la casa en la que ha vivido toda su vida y oculta el mar de su vista. «No sólo la tierra. Ellos me roban también la mar», dice con desesperación. Las pequeñas edificaciones disponibles para los árabes de Jaffa están hacia el este, lejos de la línea de la costa.

Frente a la casa de Nablusi vive a un vecino judío en cuya valla hay una pegatina con la leyenda «Luchando por el hogar». Se mudó allí desde un asentamiento.

Algunos de los árabes desahuciados se mudan a Ramle o a Lod, pero no a Tel Aviv.

«No hay ningún lugar más extranjero para los árabes que Tel Aviv», dice Nablusi. «Es todavía peor que Jerusalén». Sus colegas cabecean asintiendo pero se niegan a rendirse. El sueño judío es su pesadilla. No quieren que los 20.000 árabes de Jaffa cuya identidad palestina está desapareciendo hagan, de hecho, una ciudad integrada en Tel Aviv.

Son un tercio de los habitantes de Jaffa y constituyen el 80 por ciento de Jabaliya y Ajami. Si el gran plan de desahucios se lleva a cabo la proporción se invertirá, un 20 por ciento de árabes y un 80 por ciento de judíos.

El ILA sigue insistiendo en que el problema no es en absoluto el nacionalismo: Es una cuestión totalmente económica. Uno de los funcionarios incluso sacó de repente un argumento triunfal: «Igual que yo no puedo vivir en Savyon, usted no puede permitirse el lujo de vivir en Jaffa», dijo con placer.

Es difícil decir que el público esté cautivado por la batalla de Jaffa Struggle. Incluso más que la población judía, los residentes árabes se ha hundido en un sentimiento de impotencia e incapacidad para ejercer su influencia. Unos 500 se presentaron para la primera protesta, pero la mayoría eran activistas judíos de izquierdas.

Se está forjando una alianza algo más interesante entre los residentes de los barrios del sur de Tel Aviv, quienes también se están sintiendo desplazados por los codazos de los ricos. Durante nuestra reunión de la semana pasada, de repente Kalboni y Bukhari fueron convocados a una protesta espontánea organizada por la tarde por residentes de Kfar Shalem.

Uno está obligado a preguntarse dónde estarán los residentes de Kfar Shalem la próxima vez que haya una protesta en Jaffa.

Original en inglés: http://www.haaretz.com/hasen/spages/937194.html

Lily Galili es periodista del diario Haaretz.

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, al traductor y la fuente.