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La Memoria Histórica Palestina

Proyecto tábula rasa

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Amin Mohamed Ali (Abu Arab), de 73 años, es un refugiado del pueblo de Saffuriya, situado a unos seis kilómetros al noroeste de Nazaret. El pueblo, hogar de 5.000 palestinos, era uno de los mayores de Galilea y fue de los primeros en ser bombardeado desde el aire, según el historiador israelí Ilan Pappe. Fue ocupado el 16 de julio de 1948. La mayoría de los refugiados acabaron dando con sus huesos en el Líbano, pero algunos huyeron a la cercana Nazaret, donde se establecieron en una barriada, Safafra, denominada así en recuerdo de su pueblo. La casa de Abu Arab da sobre las tierras que fueron siempre de su familia y que, ahora, son trabajadas por una comunidad judía llamada Zippori. Su antiguo hogar fue destruido y aparece cubierto por un bosque de pinos plantados por el Fondo Nacional Judío. Abu Arab es uno de los fundadores de la Asociación Cultural Saffuriya y este año organizó hacia esa localidad la marcha en conmemoración de la Nakba.

«Todo empezó con el Iftar, la comida que rompe el ayuno al final del día durante el mes sagrado del Ramadán, cuando dos aviones judíos volaron sobre nosotros arrojando bombas. Corrimos fuera para ver qué era lo que ocurría y, aterrados, nos dimos cuenta que las casas se venían abajo sobre nosotros, por lo que huimos a los campos y a las cuevas cercanas para escondernos. Pensábamos que todo habría pasado en cuestión de minutos y que podríamos volver, pero el ataque duró dos horas. Más tarde me enteré que tres personas habían muerto en el bombardeo.

«Algunos de los hombres disponían de pistolas y regresaron al pueblo mientras el resto permanecíamos en los campos. Yo estaba con mi padre, que estaba enfermo, tres hermanos y una hermana. Más tarde, a lo largo de la noche, los hombres armados regresaron para decirnos que había soldados judíos avanzando desde el oeste. Nos quedamos en los campos y al amanecer pudimos ver que los soldados habían tomado el pueblo y estaba colocando explosivos en las casas. Mi padre se dio cuenta que era absurdo permanecer allí y escapamos por el norte hacia el Líbano para esperar que los combates terminaran y volver cuando hubiera seguridad.

«Caminamos por las colinas de Galilea durante muchos días, oyendo habitualmente disparos detrás de nosotros. Nos deteníamos brevemente en otros pueblos donde la gente nos daba pan y agua. Era verano y hacía calor. Cruzamos la frontera y nos quedamos un mes en Bint Jbeil antes de dirigirnos hacia Beirut y, desde allí, hacia el Valle de la Bekaa. El viaje fue extenuante y mi hermana, que tenía 12 años, murió agotada poco después. Mi madre se quedó devastada y sólo esperaba su muerte cada día.

«Tras diez meses allí, mi padre decidió que íbamos a emprender el muy arriesgado viaje de regreso a Palestina. Mi madre se había venido abajo ante la pérdida de su hogar y de su hija. Caminamos de noche de vuelta hacia las colinas de Galilea, tratando de evitar al ejército israelí. Vivimos una etapa terrorífica, peor incluso que el viaje de ida. Volvimos para encontrarnos con el pueblo destruido y toda el área declarada zona militar cerrada. Disparaban contra todo aquel que se atreviera a entrar.

«Tuvimos que quedarnos en una habitación en casa de un amigo en Nazaret. No teníamos nada: nuestro hogar estaba destruido y nuestra tierra y pertenencias habían sido confiscadas por el gobierno. Necesitábamos dinero desesperadamente. Por eso yo y mis dos hermanos empezamos a vender caramelos y pasteles en el centro de la ciudad. Después vendimos felafel, y finalmente, tras muchos años, mi hermano mayor abrió una tienda. Necesité treinta años de ahorros para poder comprar una casa.

«¿Volveremos alguna vez? Desde luego que es lo que deseamos. Es sólo cuestión de tiempo. Quizá nosotros no podamos regresar en toda mi vida pero mis hijos y los suyos volverán. No hay futuro para el sionismo. Es una ideología vacía y fracasará. Un día habrá una paz verdadera».

Masri Nassar (Abu Sami), de 75 años, es originario del pueblo de Muyaydil, a unos ocho kilómetros al suroeste de Nazaret. Fue el 15 de julio de 1948 cuando las fuerzas israelíes llegaron para expulsar a sus 2.200 habitantes, una comunidad mixta de cristianos y musulmanes. Abu Sami todavía guarda la escritura otomana de propiedad que demuestra que su padre poseía unos 225 dunams (alrededor de 900.000 m2) de tierra en la que cultivaban sobre todo trigo. Según el historiador israelí Meron Benvenisti, Israel quería limpiar étnicamente Muyaydil porque «codiciaba» sus ricas tierras de labranza, que se extendían por el Valle de Jezreel. Bajo las presiones del papa, en 1950 se ofreció a los cristianos la posibilidad de volver, pero se negaron a hacerlo si sus vecinos musulmanes no regresaban también. En la actualidad, hay allí una ciudad judía en expansión, Migdal Haemek, construida sobre las casas de Muyaydil, y varias comunidades judías laboran sus campos. Aunque todas las casas de Muyaydil fueron destruidas, quedaban aún dos iglesias y una mezquita. En 2003, se demolió la mezquita para levantar en su lugar un centro comercial. Abu Sami ha estado durante muchos años haciendo campaña reivindicando el derecho de los habitantes del pueblo a utilizar la iglesia.

«Sabíamos que los judíos querían que nos marcháramos meses antes de que el ejército israelí atacara. Cuando nuestros campos de trigo estaban listos para recoger la cosecha, el kibbutzim [cooperativas agrícolas judías] vecino empezó a dispararnos para impedir que fuéramos a los campos. Teníamos que ir por la noche en secreto a recoger la cosecha y utilizábamos camellos para no hacer ruido.

«Mi padre estaba ciego y, aunque teníamos tierra, tuvo que esforzarse mucho para cuidarme a mí, a mi hermana y a mi hermano menor. En la época en que el ejército atacó me había enviado a un convento de Nazaret. En Muyaydil, sus habitantes se rindieron sin disparar un tiro. Mi padre me dijo que saliera a dar la bienvenida a lo que creía que eran ejércitos árabes que llegaban para protegerlos. Pero no era sino la Haganah [precursora del ejército israelí]. Mi familia se subió a un camión y nos dirigimos hacia Nazaret.

«Pasamos los primeros cinco meses durmiendo en una cueva con otras tres familias refugiadas. Mis padres habían llegado a Nazaret con sólo lo que pudieron cargar en sus espaldas. Finalmente nos dieron una habitación en un hotel, después de 1948 no había turismo. Al principio, las Naciones Unidas nos proporcionaban alimentos, pero dejaron de hacerlo después de dos años [cuando Israel concedió la ciudadanía a la mayor parte de los refugiados que estaban dentro, aunque continuó ignorando sus derechos de propiedad]. Encontré trabajo en una cantera. Después de cinco años tuvimos que dejar el hotel y utilizamos mi salario para alquilar una casa barata en Nazaret.

«Todo ese tiempo estuvimos luchando para que nos dejaran volver a Muyaydil. No podíamos dejar Nazaret sin un permiso del gobierno militar de Galilea [que no llegó hasta 1966]. En 1952, supimos que el pueblo había sido dinamitado por el ejército y en 1954 que habían construido una ciudad judía, Migdal Haemek, sobre nuestros hogares.

«Yo trabajaba para Soleh Boneh, una gran constructora estatal, en la zona de Nazaret. En 1959, mi jefe me dijo que tenía permiso para salir de Nazaret por motivos de trabajo. No sabía adónde me iban a enviar. Llegué a Migdal para descubrir que íbamos a construir una sinagoga. Al caminar por las nuevas calles empecé a reconocer los árboles y me dí cuenta que me encontraba en mi propia tierra. Fotografié nuestra viaja casa, ahora desaparecida. Sentí como si me golpearan, empecé a sudar y, abrumado por los recuerdos, me desmayé.

«Cuando terminé el servicio militar, fui al ayuntamiento de Migdal Haemek a preguntar por mi antigua casa. Me dijeron: ‘Una vez fue tuya, pero eso se acabó’. Ahora una familia judía vive en una casa construida sobre nuestro antiguo hogar.

«¿Cómo hemos podido ser tratados así por Israel? Siempre quieren echar a los árabes a patadas de todas partes. Piensan que toda la tierra les pertenece. Intentan que el país parezca una democracia pero en la práctica es algo muy diferente. ¿Cuándo se nos permitirá volver? Mientras Israel sea un estado judío, no hay ninguna posibilidad de que los refugiados regresen».

Enlace con texto original en inglés:

http://weekly.ahram.org.eg/2008/897/sc7.htm