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El PP ha destapado involuntariamente un caso de espionaje policial a la izquierda valenciana

Pura rutina (policial) en el Jardín Botánico

Fuentes: L'Informatiu

«El delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Ricardo Peralta, ha justificado -en círculos reducidos- la presencia de policías frente a la sede del PP aludiendo a una labor de vigilancia de grupos pro palestinos». Quien así se expresa no es ningún medio de comunicación alternativo sino el diario La Razón. Lo más peculiar de […]

«El delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Ricardo Peralta, ha justificado -en círculos reducidos- la presencia de policías frente a la sede del PP aludiendo a una labor de vigilancia de grupos pro palestinos». Quien así se expresa no es ningún medio de comunicación alternativo sino el diario La Razón. Lo más peculiar de esta historia de la furgoneta blanca es que ha sido el Partido Popular quien, involuntaria y casualmente, ha destapado un caso de espionaje a la izquierda valenciana (si no fuera por la denuncia de los conservadores nada habría trascendido y el agente hubiera vuelto tranquilamente a la Jefatura Superior de Policía). Y allí estaban un ex diputado de ERC nacido en Xàtiva y un dirigente de Esquerra Unida, además de otras personas vinculadas a los movimientos sociales valencianos y los ponentes, conocidos sobradamente (por su éxito artístico y profesional, por cierto).

El PP -¡muchas gracias!- ha hecho públicos los datos básicos del caso: el modelo de la furgoneta (Citroën Berlingo), la adscripción del agente descubierto (Grupo IV de la Brigada Provincial de Información), el material que utilizaba (un micro unidireccional)… Y las explicaciones de Peralta han sido kafkianas. Primero desmiente la denucnia del PP y explica que el dispositivo de vigilancia policial estaba vigilando el Jardín Botánico. Como justo delante del lugar donde estaba aparcada la furgoneta, en la zona azul del cruce entre la calle Quart y la calle Beato Gaspar Bono, está la puerta del salón de actos del Botánico, donde en ese mismo momento se desarrollaba la presentación del documental Més enllà del mur [Más allá del muro] , nuestro delegado del gobierno se vio obligado a negar que la policía estaba espiando el acto. Así se lo dijo al productor del documental personalmente. Entonces, ¿en qué quedamos? Según Peralta, ¿a quién estaba vigilando el agente del Grupo IV? ¿Quizá al tipo de la zona azul? ¿Al aparcacoches? ¿O es que estaba controlando a un líder de Al Qaeda amante de la belleza incomparable del Botánico?

Claro, no debe resultar agradable, y menos para un ex comunista, reconocer públicamente aquello que es pura rutina por parte de los cuerpos policiales: el control -vigilancia e infiltración- de los movimientos sociales (y, por extensión, la abundancia de dossiers alegales o directamente ilegales, sobre significados militantes que a menudo, no digo siempre, no tienen ni tan siquiera antecedentes penales pero, incluso así, figuran en la carpeta, ya sea esta la de los okupas o la de los estudiantes contra el Plan Bolonia). Cualquier persona que, lógicamente, se indigne con este tipo de episodios, que en última instancia, hay que recordarlo, son responsabilidad política del Ministerio del Interior, debería leer el magnífico libro Crónicas del 6 y otros trapos sucios de la cloaca policial (editorial Virus) del periodista catalán David Fernández. Este brillantísimo periodista de investigación siguió durante una década las delirantes actuaciones del Grupo VI de la Brigada Provincial de Información en Barcelona, una unidad con 60 agentes creada en 1996, coincidiendo con el nombramiento -obra de José María Aznar– de Julia García Valdecasas como delegada del gobierno en Catalunya. En diez años esta unidad detuvo a 2.000 personas. Quien también, por cierto, acabó a la sombra -por asociación ilícita y corrupción- fue José Javier Martín Pujal, el ex jefe del Grupo VI.

Pero, antecedentes de los primos hermanos catalanes de la Brigada de Información valenciana aparte, Peralta deberá confirmar públicamente si aquel dispositivo policial destapado por el escolta de Rita Barberà estaba vigilando el acto del Botánico, tal como le pedía ayer Marga Sanz. Que explique claramente si la Policía Nacional, 35 años después de la muerte de Franco y con un gobierno del PSOE, espiaba a ciudadanos con total solvencia legal y actitudes más que pacíficas. Si no quizá tendrá que investigarlo un juzgado. Y en aquel acto, puedo dar testimonio, lo más peligroso era el chupete de una niña que iba de la mano de su madre.

Y tampoco sería demasiado tranquilizador que el dispositivo policial vigilara singularmente al periodista David Segarra (ponente del acto del Botánico) secuestrado recientemente en aguas internacionales por el Estado de Israel, cuyos cuerpos diplomáticos, militares y de inteligencia -no hay que olvidarlo- tienen una relación plenamente normalizada con sus homólogos españoles. ¿Quién sabe?

Fuente: http://www.linformatiu.com/nc/opinio/detalle/articulo/pura-rutina-policial-al-jardi-botanic/