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Washington y los comunistas de poca monta

Que coman golosinas

Fuentes: Counterpunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La clase obrera y los campesinos de Tailandia protestaban contra un sistema que los ha privado repetidamente de derechos, sobre todo con la destitución del populista primer ministro Thaksin Shinawatra. Provenientes de las provincias, esos hombres, mujeres y niños se establecieron en el centro comercial de Bangkok. Haciendo estragos en la actividad acostumbrada, presentaron reivindicaciones específicas. Después de dos meses, finalmente fueron derrotados por soldados y vehículos blindados, pero no antes de que pudieran incendiar Central World, uno de los mayores centros comerciales del mundo, y la Bolsa de Valores de Tailandia. Durante todo ese descontento popular y la siguiente violencia, no se escuchó el menor chistido de Washington, lo que no causa sorpresa, realmente. Sea cual sea su retórica, EE.UU. siempre ha respaldado los intereses empresariales  sobre los derechos humanos o de los trabajadores. Nuestra historia laboral es prueba suficiente.

Cada vez que Washington se pone nervioso por una protesta en el exterior se puede suponer que tiene planes ocultos, como en un cambio de régimen, por ejemplo. Se puede sospechar también que haya trampas de la CIA. Después de la elección iraní de 2009 Washington hervía de indignación, pero después de la votación mexicana en 2006 hizo la vista gorda, aunque se trataba de su vecino inmediato. Millones de mexicanos apoyaron a López Obrador, incluyendo a 100.000 que repletaron el Zócalo [plaza mayor de Ciudad de México] para su ceremonia no oficial de juramento. Los medios de EE.UU., previsiblemente, casi no prestaron atención. ¿López qué? Basta con saber, estúpido, que se oponía al NAFTA, lo que quería decir que López Obrador se oponía al gran capital, al pastel de manzanas, al béisbol y probablemente a tu abuela. Un cerdo comunista, en resumen.

A Washington no le gustan los comunistas de poca monta. Se codea con rojos que cuentan. Por eso China es nuestro mayor socio comercial. Al gran capital le gusta un régimen de la línea dura, sea de izquierda o de derecha, porque prescinde de sindicatos, y asegura mano de obra barata. Sin preocupaciones por la seguridad y por estándares medioambientales, los beneficios aumentan. Un gobierno no democrático tampoco puede cambiarse mediante elecciones, lo que significa «estabilidad» en la lingüística del imperio.

¿Por qué es tan malo el NAFTA en todo caso? ¿No se trata de «libre comercio»? Significó que logramos inundar el mercado mexicano con nuestro maíz subvencionado llevando a la bancarrota a sus agricultores, obligando a muchos a trabajar por salarios miserables en maquiladoras de propiedad estadounidense a lo largo de la frontera, hasta que ésas se cerraron llevando a muchos a cruzar hacia EE.UU., donde se convirtieron en la mayor fuerza laboral de nuestra burbuja inmobiliaria. Su llegada afectó a los trabajadores estadounidenses, incluyendo a un tipo como yo quien pintó casas durante nueve años, pero fue fantástico para los negocios, y eso es todo lo que importaba desde la perspectiva de Washington y de Wall Street.

¿Y por qué subvencionamos el maíz? Porque beneficia a Coke, Pepsi, McDonald’s, Burger King, Taco Bell y Kentucky Fried Chicken, etc. Nuestro ganado se atiborra de maíz y el jarabe de maíz es omnipresentes en este país con un 30% de obesidad, el mayor en el universo conocido y probablemente desconocido. El bienestar del maíz también engorda a Monsanto, el fabricante de Agente Naranja, de PCB y de hormonas de crecimiento rBGH, entre otras delicias tóxicas.

Una noticia actual: Agricultores haitianos amenazan con quemar 60.000 sacos de semillas donados por Monsanto. Hay que recordar que Haití es el país más pobre del Hemisferio Occidental, en el cual los más desamparados a veces recurren a comer galletas hechas de barro. En 2008, México devolvió un embarque de carne de vacuno de EE.UU. después de descubrir demasiado cobre en la carne, pero esa carne fortificada con cobre se vendió rápidamente vendida a los consumidores estadounidenses. ¿No es México un país cada vez más ingobernable donde proliferan las bandas de la droga? Todavía tienen suficiente tino, sin embargo, para respetar lo que ingieren, como los haitianos, que prefieren comer barro que productos de Monsanto, al parecer. ¿Quién puede culparlos?

No es un secreto que los alimentos en sociedades muy pobres son a menudo excepcionales, por lo menos para los estadounidenses, ya que estamos tan lejos de lo que es natural o incluso sano. Incluso alimentamos a nuestro ganado con caca de pollo, por el bien de Gaia. La próxima vez que estés en un país del Tercer Mundo, hierve un huevo sólo para maravillarte ante esa yema de un naranja brillante. ¿Su secreto? No recurren a la agricultura industrial.

Algunas veces me pregunto si la relativa complacencia de nuestra clase trabajadora viene del hecho de que la mayoría de nosotros tiene acceso a comida barata. Quiero decir: sólo dos horas de trabajo por el salario mínimo me permiten un paquete de pollo Frankenstein, algo de verdura y un galón de gaseosa. Después de una golosina como postre, o dos, o tal vez diez, simplemente no me dan ganas de escribir un poema de protesta o de unirme a la milicia local.

A diferencia de la resistencia en Tailandia, las recientes protestas estadounidenses tienen más que ver con exteriorizaciones intelectualoides excéntricas que con lucha por el poder. Nuestras manifestaciones son desfiles que no logran nada. Cansados de eso, abucheamos. En la última elección tailandesa para su Cámara de Representantes, siete partidos diferentes obtuvieron escaños. No es nada extraordinario para cualquier otro país que EE.UU. Con dos partidos que sirven al mismo complejo militar-industrial, nuestras elecciones tienen más que ver con estilo que con sustancia pero, claro está, eso ya lo sabéis. Como señalara Jesse Ventura, nuestro establishment político no difiere de la lucha profesional.

Ya que no logran conectar los puntos, numerosos estadounidenses de clase trabajadora descargan su cólera contra inmigrantes ilegales, siendo que ambos grupos son víctimas de las mismas élites del poder. Nuestras fronteras no han sido porosas por caridad o ineptitud, sino a propósito. Todos los jefes, sean directores ejecutivos o proxenetas, quieren la mano de obra más barata. Si no la pueden encontrar por la calle irán hasta el fin del mundo, o dejarán que el mundo venga a ellos. La lógica implacable del capital se ha hecho global gracias a la disponibilidad de petróleo barato, pero ese oleoducto finalmente se está agotando, y también lo hace en un horrible lío, por lo visto. Minimiza los costes, maximiza los beneficios, presiona, engaña, destruye sociedades enteras a tu voluntad o mediante negligencia, y si las cosas se ponen mal, los muchachos y muchachas de Washington te rescatarán. ¡El gabinete está reunido!

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Linh Dinh es autor de dos libros de cuentos y cinco de poemas, y una novela Love Like Hate, programada para julio. Rastree el deterioro de nuestro paisaje social en su blog fotográfico frecuentemente actualizado: State of the Union.

Fuente: http://www.counterpunch.org/dinh05252010.html

rCR