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Ramón Fernandez Durán en mi recuerdo

Fuentes: Rebelión

Inútil, en este pequeño ejercicio de memoria personal, añadir mi voz al coro de los numerosos amigos, íntimos, militantes de todas las causas que Ramón defendió con el corazón, la cabeza y hasta con el cuerpo (que al final le traicionó), que han evocado con motivo de su fallecimiento su figura humana y lo hondo […]

Inútil, en este pequeño ejercicio de memoria personal, añadir mi voz al coro de los numerosos amigos, íntimos, militantes de todas las causas que Ramón defendió con el corazón, la cabeza y hasta con el cuerpo (que al final le traicionó), que han evocado con motivo de su fallecimiento su figura humana y lo hondo de sus compromisos.

No obstante intentaré aportar una pequeña piedra a lo que se ha dicho y se dirá sobre él. Me llama, en primer lugar, la atención el hecho de que, pese a todas las facetas de su personalidad que aparecen en esos escritos, pocas o ninguna hacen referencia a la dificultad que hemos tenido para saber lo que quizás fué Ramón en lo más profundo, lo más oculto de su personalidad. Puede que haya sido mejor así. Y me llama también la atención, a posteriori, el hecho de que ni siquiera en su larga, profunda, y sincera carta de despedida, nuestro amigo haya revelado un ápice de lo que podía ser realmente detrás de una figura como la suya permanentemente expuesta a la luz.

Todo lo anterior para afirmar, desde el dolor causado por su desaparición, que en el fondo no hemos sabido quien era realmente Ramón. ¿Por su modestia o por su pudor? ¿O porque no debe ser fácil protegerse de la admiración, de los demás? Lo cierto es que, a diferencia de tantos líderes vocacionales, lo único que se le subió a Ramón a la cabeza fué su voluntad y necesidad permanentes de comprender el mundo en el que vivía: y lo hizo desde su inteligencia, su capacidad sensitiva, su facilidad para manejar datos y conceptos abstractos y extraer de ellos la posibilidad de transformar nuestra sociedad.

…Vuelvo a mi interrogante inicial. ¿Quien era Ramón? Sin ninguna curiosidad desviada, desde mi cariño por él, desde mi cabreo y mi indignación por la injusticia que representa su desaparición. Convencido de que era algo más que su figura pública, algo más que sus libros, algo más que sus batallas. Algo que él quiso y supo preservar, salvo quizás para el círculo reducido de sus íntimos.

Me quedan de él, en la memoria, cuatro o cinco momentos, probablemente alguno más, compartidos a lo largo de una amistad dilatada, en ocasiones perdida por el camino y siempre recuperada a la vuelta de un viaje, Sin extenderme, recuerdo:

– allá por los años 70, cuando la ecología era una idea o una doctrina casi esotérica, al menos en España, Ramón hizo un alto en nuestro piso de Paris (estábamos ausentes) y siguió camino hacia Suecia (o tal vez Noruega…) para tomar contacto con unos compañeros de su cuerda,

– tuve por aquel entonces, en mis manos, un folleto de su grupo en el que, junto a reivindicaciones sobre la preservación del medio ambiente, destacaba una frase poco usual: «MENOS TRABAJO Y MÁS REPARTIDO»,

– coincidimos de nuevo, en los años 75 y siguientes, en el Area Metropolitana de Madrid , trabajando en la revisión del Plan General e integrados en un equipo de rojos irresponsables. Momentos inolvidables, con ocupacióm de los locales seguidos por una huelga que a muchos nos costó el puesto de trabajo.

– Comidas compartidas, cada vez que yo regresaba de Paris a Madrid, en un pequeño restorán próximo a Chueca y, a veces, en su piso de la calle Barquillo,

– Encuentro en las calles de Colonia (Alemania), años 90. Yo iba con las Marchas Europeas contra el Paro y Ramón con Ecologistas y la CGT, a protestar contra las políticas de Bruselas y de la Unión Europea,

– Y de nuevo en Madrid, en manifestaciones, charlas, presentaciones de libros en las que la figura de Ramón, siempre presente, nos advertía de la evolución y los desmanes previsibles del capital… Sin olvidar algún acto de la periferia madrileña donde, entre charla y charla, ayudaba en la cocina a las mujeres del barrio a cocinar para restaurar a los presentes,

– Y, por último, el recuerdo de una fiesta inolvidable celebrada en el local de Ecologistas en Accíón, con motivo de su cumpleaños. Fiesta en la que se cantó, se bailó, se cambió el mundo y en la que corrieron el vino, las chanzas, los abrazos y los mojitos, en homenaje a su persona.

Te recordaré, te recordaremos Ramón: no solo por tu presencia en todas las luchas, por las ideas transformadoras que has defendido y esparcido a voleo a lo largo de tu existencia, sino también por tu discreción, tu sencillez y sobre todo por esa cosa tan rara en los hombres que destacan por sus actos y su personalidad: por tu rechazo permanente al protagonismo y al liderismo, bajo todas sus formas.

Me queda una duda, que he intentado reflejar en esta carta: la de saber si te hemos conocido realmente. Me admira que hayas deseado y logrado preservar eso que debías ser allá en lo más hondo, lo mas profundo de tí mismo. Eso que pocos hombres resisten a la tentación de poner en valor y de exhibir ante los demás.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.