Recomiendo:
0

Receta para continuar la guerra

Fuentes: La Jornada

Pues resulta que los grandes y los buenos trabajaron en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas… y tuvieron el parto de los montes. Casi se podían escuchar los gemidos de los libaneses ante este proyecto de resolución, documento de tal parcialidad y mendacidad que un amigo libanés, después de leerlo con cuidado, lanzó una […]

Pues resulta que los grandes y los buenos trabajaron en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas… y tuvieron el parto de los montes. Casi se podían escuchar los gemidos de los libaneses ante este proyecto de resolución, documento de tal parcialidad y mendacidad que un amigo libanés, después de leerlo con cuidado, lanzó una maldición y expresó la pregunta inmortal: «¿Acaso estos desgraciados no aprenden nada de la historia?»

Allí estaban de nuevo las recalentadas propuestas de paz de la invasión israelí de 1982, llenas de zonas de contención y desarme y de «estricto respeto de todas las partes» -aquí hubo crecientes carcajadas, sin duda, de los miembros de Hezbollah- y de la necesidad de soberanía libanesa. Ni siquiera demandó el retiro de las fuerzas israelíes del sur de Líbano, punto del cual se agarró más que de prisa Walid Moallem, ministro del Exterior sirio y el hombre con quien los estadunidenses tendrán que negociar a la larga. Sin una retirada total de Israel será una resolución muerta, expresó en un viaje estratégico a Beirut.

Un análisis cercano del documento franco-estadunidense -las huellas digitales de John Bolton, embajador de Washington ante la ONU, casi manchaban los párrafos- muestra quién dirige la política estadunidense hacia Medio Oriente: Israel. Y uno se pregunta cómo hasta Tony Blair puede asociarse con semejante porquería. No hace referencia alguna a la obscena desproporción de la violencia que emplea Israel -apenas una leve mención de los «cientos de muertos y heridos de ambas partes»- y contiene apenas una alusión de pasada a la advertencia de Hezbollah de que sólo liberará a los dos soldados israelíes capturados el 12 de julio a cambio de libaneses y otros árabes prisioneros en cárceles israelíes.

El consejo aseguró tener «conciencia de la delicadeza del tema de los prisioneros y alienta los esfuerzos dirigidos a arreglar la cuestión (sic) de los prisioneros libaneses detenidos en Israel». Apuesto que Hezbollah se impresionó con aquello de la «conciencia», sin mencionar la «delicadeza» y la suave y resbaladiza palabra «arreglar»: una cuestión que se puede «arreglar» quizás en 20 años.

Y luego viene el verdadero golpe de gracia. Una exigencia de «un alto total a todos los ataques de Hezbollah» y el «cese inmediato» de «todas las operaciones militares ofensivas» de Israel. Hay un problemita con eso, y Hezbollah lo detectó de inmediato. Ellos tienen que deponer las armas y Tel Aviv no: sin duda todavía puede llevar a cabo operaciones militares «defensivas».

Si el consejo hubiera demandado una solución inmediata al problema del futuro de las granjas de Shebaa -territorio ocupado por Israel que alguna vez perteneció al mandato de Líbano, por cuya «liberación» ha luchado Hezbollah- tal vez todo el fandango habría tenido una oportunidad. Después de todo, Shebaa es la única razón que Hezbollah puede aducir para continuar su guerra implacable e ilegal a través de la línea azul de la ONU en el sur de Líbano. Pero el documento sólo expresa el deseo de ver una delineación de la frontera de Líbano «con inclusión de la zona de las granjas de Shebaa».

Incluso hay un párrafo maravilloso -número 9 para los aficionados a la literatura de la ONU- que «llama a todas las partes a cooperar… con el Consejo de Seguridad». ¿Así que Hezbollah va a cooperar con los austeros diplomáticos de este augusto y sabio órgano? ¿No equivale a exaltar a un ejército guerrillero un poco más de lo que merece?

Pero nadie se llama a engaño. Hasta el gobierno libanés -opuesto a Siria, excepto por dos ministros de Hezbollah y el presidente de Líbano, quien todavía recibe órdenes de Damasco- se dio cuenta de que no hay ninguna esperanza de eso, y pocos estuvieron en desacuerdo con el sirio Walid Moallem cuando dijo que la resolución del consejo era «una receta para continuar la guerra».

Y así lo hicieron este domingo Hezbollah y los israelíes, el primero dando muerte a 12 personas en una rociada de cohetes al otro lado de la frontera, y el segundo con un bombardeo de casas en Ansar -alguna vez un campo israelí para prisioneros de guerra palestinos- que destruyó otras cinco vidas de civiles libaneses.

Isaac Hertzog, ministro israelí de turismo -parece que el turismo tiene algo que ver con la reciente invasión- anunció que «aún tenemos los próximos días para realizar muchas misiones militares». Y Mohamed Fneish, uno de los ministros de gobierno que pertenecen a Hezbollah, manifestó que «nosotros (presumiblemente Hezbollah, más que los libaneses) acataremos» la resolución siempre y cuando ningún soldado israelí permanezca en tierra libanesa. Y si no, «no la acataremos».

Este domingo hubo más ataques israelíes a los suburbios del sur de Beirut -aunque el cielo sabe qué queda allí por destruir-, asegurándose de que otros miles de civiles musulmanes chiítas permanezcan refugiados en las escuelas vacías y en las cada vez más sucias calles de Beirut. Porque, temerosos de que los israelíes bombardeen sus camiones afirmando que transportan misiles, la mayoría de los recolectores de basura de esta ciudad han abandonado sus vehículos, y el conocido tufo a basura quemada de 1982 se extiende por las calles por la tarde-noche. La gasolina es tan escasa que este domingo un tanque lleno costaba el equivalente a 450 dólares.

Casi la única concesión a Líbano en la resolución de la ONU fue expresar la necesidad de que Israel proporcione al organismo mundial los mapas que le queden de minas de tierra en Líbano. Ahora habrá otro ejército de expertos en minas y desactivación de bombas para retirar la metralla letal que Israel ha estado arrojando de nuevo sobre el sur de Líbano durante casi un mes.

Y sí, claro, como de costumbre, el texto elaborado por la ONU sobre estas ideas ambiciosas y sin esperanza de realización «resuelve permanecer activamente abocado a este asunto». Sí, cómo no. Y así, como se dice, la guerra continúa.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya