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Refugiados eritreos en Israel enviados a Uganda y Ruanda

Fuentes: Al Jazeera

Traducido del inglés para Rebelión por J.M.

  

El centro de detención Holot en el desierto de Negev, en Israel, alberga a unos 2.500 solicitantes de asilo, principalmente de Eritrea y Sudán [Jim Hollander / EPA]

Kampala, Uganda.- El cielo seguía estando negro como la tinta cuando el vuelo desde El Cairo aterrizó en el aeropuerto de Entebbe, cerca de Kampala, capital de Uganda, una mañana de mediados de enero. El resplandor fluorescente que derrama la pequeña terminal proporciona la única fuente de luz.

Habían pasado 15 horas desde que Musgun Gebar dejó Tel Aviv y el viaje lo asombró por su brevedad. Cuatro años antes, cuando había viajado a la inversa, de Eritrea, en África oriental, a Israel, lo había hecho a pie, un lastimoso viaje a través del Sahara y el Sinaí, que se extendió por más de un mes.

Los secuestradores acechaban en la ruta, la comida era escasa y la mitad de las personas con las que había viajado no sobrevivió. Pero esta vez simplemente se sentó en un pequeño asiento acolchado y esperó, disparando selfies y comiendo cosas saladas de latas de aluminio hasta que, de repente, había llegado.

Gebar no tenía visa para entrar en Uganda. No llevaba una carta de invitación o un formulario de solicitud. De hecho ni siquiera tiene pasaporte. A pesar de que había cruzado muchas fronteras en su vida nunca lo había hecho a través del canal oficial de las colas, los funcionarios de aduanas y fechas en los sellos.

Video: los eritreos arriesgan todo para llegar a Europa (3:00)

 Sólo se lleva 3.500 dólares en limpio, billetes de cien dólares en su billetera, un documento de viaje temporal denominado laissez passer y una carta arrugada de parte del Gobierno israelí. «Se pide a los pasajeros seguir las instrucciones y reglamentos para asegurar una partida segura y agradable desde Israel», decía, con una firma de la Unidad de Salidas Voluntarias.

Por los amigos que habían llegado antes que él, Gebar ya sabía lo que sucedería a continuación. El hombre se acercaba apenas daba un paso dentro de la terminal, sin decir una palabra ni a él ni a los otros nueve eritreos del vuelo separados de la línea de control de pasaportes, marcando el comienzo.

Sin volver la vista a los oficiales de la patrulla fronteriza, los condujo alrededor de la cola, a la reclamación de equipajes, donde esperaba el suyo y luego fuera de las puertas corredizas de vidrio del aeropuerto. En el aparcamiento una camioneta esperaba para llevarlos a un hotel.

Después de allí pasaban a estar por su propia cuenta.

Sin elección

Las organizaciones de derechos humanos han informado de que en los últimos tres años esta escena se ha representado cientos de veces en Uganda y la vecina Ruanda, donde más de 3.000 solicitantes de asilo sudaneses y eritreos de Israel han sido «voluntariamente» reubicados a partir de 2015.

A menudo los que fueron reubicados se cuestionan si realmente tenían otra opción.

Gebar, por ejemplo, dice que estaba recluido en un campo de detención de inmigrantes en el desierto de Negev llamado Holot cuando, según él, los funcionarios allí le informaron de que tenía tres opciones: si le apetecía podría permanecer indefinidamente en el campo, la segunda opción era volver a Eritrea, país del que había huido cinco años antes. O bien, podía estar de acuerdo en tomar los 3.500 dólares y salir hacia un tercer país elegido por el Gobierno israelí.

Gebar no lo dudó, tomó la tercera opción.

Andie Lambe, director ejecutivo de la Iniciativa Internacional por los Derechos de los Refugiados (IRRI), una ONG que ha llevado a cabo una amplia investigación sobre la salida de los refugiados de África Oriental desde Israel, también cuestiona hasta qué punto estos refugiados tienen elección.

«¿Qué significa que un tercer país desconocido es la mejor opción para alguien?» se pregunta. «Para mí significa que en realidad nunca tuvieron otra opción en absoluto».

Informes de los medios de comunicación sugieren que los tres países han establecido en secreto un acuerdo de alto nivel en el que los estados africanos aceptan refugiados a cambio de armas, entrenamiento militar y otras ayudas de Israel.

Los países involucrados han dado respuestas contradictorias, sin embargo, acerca de su participación.

Sabine Haddad, portavoz de la autoridad israelí de población e inmigración, dijo a Al Jazeera que Israel tiene un acuerdo con dos países africanos -de los que no dio el nombre- para el traslado de los solicitantes de asilo no deseados. Ella no respondió con respecto a la parte del acuerdo de intercambio de armas.

Por otro lado tanto Uganda como Ruanda niegan que hayan firmado un acuerdo con Israel. Además ninguno de estos países ha permitido la condición de refugiado a los refugiados que llegan desde Israel.

El portavoz del Gobierno de Uganda, Ofwono Opondo, dijo a Al Jazeera a principios de este año que los informes de un acuerdo eran «un rumor que hacía circular la inteligencia israelí».

«He cuestionado la recepción de estos individuos», dijo.

Sin derechos

Al igual que otras personas en todo el mundo, los refugiados que salen de Israel hacia Ruanda y Uganda se encuentran en una situación precaria. Sus vidas, a horcajadas entre dos países, y el movimiento hacia delante o hacia atrás es casi imposible.

Tedros Abrahe, un obstetra de Eritrea, que también dejó Israel en el marco del programa de «salidas voluntarias» a principios de este año, dice que «simplemente está esperando ser un refugiado legal en alguna parte».

Como la mayoría de los aproximadamente 5.000 eritreos que huyen de su país cada mes, Abrahe dejó su primera casa en 2011 para escapar del programa de servicio nacional obligatorio e indefinido del país. Después de una breve estancia en Sudán, pagó 3.000 dólares a los contrabandistas para que lo llevasen a Israel, donde se imaginó que habría oportunidades que le darían una mejor calidad de vida y más fácil.

Pero cuando llegó se encontró con que sus calificaciones en obstetricia de Eritrea no eran reconocidas en Israel y que el único trabajo disponible para él como un solicitante de asilo era un trabajo de baja calificación como la limpieza de la cocina de un restaurante que vende shawarma en Tel Aviv.

Israel no lo consideró refugiado. Más bien, como casi todos los aproximadamente 42.000 refugiados eritreos y sudaneses en Israel, fue etiquetado de «infiltrado», una etiqueta utilizada previamente para categorizar a los palestinos que entran en Israel. El único status permitido a Abrahe era un permiso de alivio temporal para su deportación que, según él, tuvo que renovar en persona cada 60 días.

Este sistema, dice Anat Ovadia-Rosner, una portavoz de la ONG israelí Línea Directa para los Refugiados y Migrantes, «pone a las personas en situación de limbo perpetuo, sin derecho a la asistencia sanitaria, a los servicios de asistencia social, a cualquier cosa que pueda ayudar a construir una vida permanente aquí».

Ella cree que «toda la estructura está destinada a hacer que la vida de los refugiados sea miserable, por lo que finalmente, y tal vez, no deseen quedarse más».

Video: Israel deporta a los solicitantes de asilo africanos (02:48)

Entre 2009 y 2016, Israel concedió estatus oficial de refugiado a un 0,07 por ciento de todos los solicitantes de asilo sudaneses y eritreos, un total de cuatro personas.

Cuando a finales de 2015 Abrahe fue a renovar su permiso israelí, se le informó que no sería renovado. En cambio, dice, le dijeron que tenía 30 días para reportar ya sea a un centro de detención de inmigrantes o salir del país para Eritrea o un lugar elegido por el Gobierno.

Creyendo que no estaría seguro en Eritrea, Abrahe eligió la segunda opción.

En el momento en que tomó un vuelo para el este de África en enero de 2016, miles de refugiados eritreos y sudaneses ya habían seguido el mismo camino.

Según el ministro del Interior Gilad Erdan, el plan de reasentamiento voluntario había «alentado a otros infiltrados a salir de las fronteras del Estado de Israel con honor y con seguridad».

¿Pero qué tan seguro es en realidad?

Según una investigación realizada por Línea Directa y el IRRI en Ruanda, la mayoría de los refugiados que llegan a Ruanda son inmediatamente introducidos de contrabando en la frontera con Uganda.

Abrahe dice que pasó sólo dos días en el país -en espera en una casa cerca de Kigali bajo una guardia armada- antes de ser llevados a la fuerza a Kampala.

Los que llegan a Uganda no pueden obtener ningún otro derecho. El Departamento de Refugiados de Uganda dice que no hay acuerdo para aceptar a los refugiados procedentes de Israel. Douglas Asiimwe, el principal responsable de salvoconductos del departamento, dijo a Al Jazeera que los refugiados que llegan desde Israel fueron evaluados según los méritos individuales de cada uno.

Ellos no deberían necesitar la protección de Uganda, explicó, porque no provenían de una zona de guerra, sino de un país «seguro» que estaba comprometido con el derecho internacional para defender los derechos de los refugiados.

Haddad, portavoz de población e inmigración de Israel insiste en que «se garantiza que el proceso de reubicación se lleve a cabo de acuerdo con los contratos, de conformidad con el derecho internacional».

En su declaración a Al Jazeera, ella escribió: «Israel se asegura de que los refugiados tengan acceso a todos los derechos pertinentes, de conformidad con los acuerdos, incluyendo la recepción de los permisos y documentos apropiados».

Sin embargo las ONG y los abogados de derechos humanos que han revisado los casos de los refugiados tanto en Israel como en Uganda dicen que la línea oficial de Israel sobre el tema no es cierta.

A finales de 2015, una coalición de ONG y abogados de derechos humanos cuestionó la legalidad de las expulsiones de Israel a terceros países ante el Tribunal Supremo de Israel. Pero la decisión aún está pendiente mientras las «salidas voluntarias» de Israel continúan.

No hay trabajo

Incluso sin estatus legal, la vida en Kampala fue inicialmente una mejora con respecto a Israel, tanto para Gebar como para Abrahe.

Los ugandeses eran más acogedores que los israelíes, dijeron, y los dos se mezclaron fácilmente con la gran población de eritreos en la ciudad.

Abrahe había gastado parte del dinero que el Gobierno israelí le dio en un iPhone, que utiliza para enviar selfies con una sonrisa a la familia y amigos en Eritrea, Israel y Europa.

Pero los 3.500 dólares no iban a durar siempre y había pocos puestos de trabajo que ofrecía Uganda, incluso para alguien con experiencia médica como Abrahe. En septiembre los dos hombres se habían quedado sin dinero y vivían de las donaciones de amigos y familiares.

«El tiempo se mueve solo», dijo Gebar. «Uno se sienta en casa todo el día esperando, sin hacer nada».

A finales de octubre, sin embargo, Abrahe decidió que no podía esperar más. Tomó prestado el pasaporte de un amigo de Uganda y voló a Turquía. A partir de ahí hizo el peligroso viaje en barco a Grecia, donde ahora está viviendo en un campo de refugiados.  

«Es mejor tomar un riesgo que vivir de esta manera durante toda mi vida», dice. «Este año quiero ser una persona jurídica en alguna parte».

 Ryan Lenora Brown fue miembro de la International Women’s Media Foundationen Uganda .

 Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/features/2016/10/eritrean-refugees-israel-uganda-rwanda-161024130201856.html

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.