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Requiem por EE.UU.

Fuentes: Rebelión

Réquiem.- Composición musical que se canta con el texto litúrgico de la misa de difuntos, o parte de él.

Dante en Estados Unidos

El futuro es sombrío. El presente de los unos es el futuro de los otros y es, o al menos debiera ser, tragedia de todos.

Se trata de un drama que terminará en tragedia. Aquí no cabe la risa sardónica de quienes creen paladear el «dulce sabor de la venganza». Tampoco hay lugar para la alegría morbosa de aquellos a quienes el rencor nacionalista impide un mínimo de humanidad. Los estadounidenses sufrirán, mucho y por miles, tal vez por millones. Como nosotros.

El mundo contempló la degradación de Colombia en los noventa del mismo modo en que hoy Colombia contempla la de México en la entrada del siglo XXI. Todo por el narcotráfico. Mañana será México el testigo principal del desmembramiento de la fibra misma de la que se compone el orgullo estadounidense: su gobierno, sus libertades y logros. En el papel de Virgilio, México acompañará a los mil y un cronistas de la desgracia que documentarán, paso a paso, día a día, el descenso de los Estados Unidos por todos y cada uno de los círculos de infierno que describió Dante en La Divina Comedia. Vendrán entonces los torturados, llegarán los combates, se descubrirán las fosas y se llorará a lo ejecutados. Los ríos que hoy son de tinta serán de sangre y el registro puntual de las desgracias y las violencias no será ya el del extranjero en Irak, Afganistán o Libia, sino el de casa.

    La violencia ya está ahí.

Réquiem por los Estados Unidos.

See no evil, hear no evil…

Como el llanto, la información sobre el narcotráfico fluye sin control. ¿Y qué es lo que dice? «EU: Estamos listos para ir con vigor contra los cárteles» (El Universal, Feb. 10, 2011) citó la prensa a Janet Napolitano, Secretaria de Seguridad Interna. El título del diario viene de una amenaza que dirigió la funcionaria -durante una reunión con el Comité de Seguridad Interior- a los grupos de la delincuencia organizada:

      «Ni se les ocurra traer esa guerra hacia Estados Unidos, porque se enfrentarán a una reacción aplastante».

Junto con la amenaza la funcionaria deslizó también la posibilidad de escenarios apocalípticos como el que representarían posibles vínculos entre Los Zetas y Al-Qaeda. Pero invitó a la calma y prometió que estaría «Muy vigilante de la guerra al otro lado de la frontera«. La guerra pues, no es suya, sino ajena, nuestra, y entones por voz de la funcionaria el mundo debe saber que siempre sí es posible tapar el sol con un dedo.

See no evil…

Sobre el guión construido por Napolitano, Michele Leonhart -Directora de la Drug Enforcement Agency (DEA)- desarrolló su discurso en los trabajos de la XXVIII Conferencia Internacional Contra las Drogas en Cancún:

    «Necesito dejar muy claro que el comando de control [de la venta de drogas] está en México y no en Estados Unidos. Tenemos cientos de ciudades en Estados Unidos donde estos grupos están operando, pero la fuente principal de la droga proviene de los cárteles aquí, en México, y ellos controlan las rutas de tráfico y trasiego, y luego tienen sus conexiones en muchas ciudades estadounidenses. Están trabajando básicamente con pandillas o con grupos, para poder transportar la droga a los puntos de venta, pero, reitero, el control sigue en manos de los cárteles

Y como hiciera Janet Napolitano un par de meses antes en su referencia a Al-Qaeda, Michele Leonhart también sembró dudas y sospechas con otros tantos actores:

    «Existen casos de vinculación entre grupos de narcotraficantes ligados con terroristas, como en Libia y Colombia»

El diario La Jornada cometió el error de titular la nota «DEA: Mexicanos controlan ya el negocio de la droga en EU» (Abr. 6, 2011). ¿Controlan ya el negocio de la droga? ¿Entonces quién lo controlaba antes? Con sus palabras la funcionaria no hacía nada más que confirmar la que ha sido la política de la agencia por décadas: el no reconocimiento de la existencia de un cártel dirigido y organizado desde Estados Unidos. El error del diario fue no escuchar con cuidado.

Hear no evil…

Encerrados en un mundo paralelo, uno en el que el narcotráfico es un fenómeno de fuera del que los Estados Unidos son víctima y jamás perpetrador -sin importar que sean ellos los principales consumidores de narcóticos, los principales proveedores de armamento, los principales financieros de la industria y los principales beneficiarios económicos de la delincuencia- no pueden ni quieren ver la realidad. Reconocer la culpa, o peor aún, la complicidad con el mal es demasiado para un alma profundamente puritana, profundamente sorda y profundamente ciega como la estadounidense.

La violencia está ahí pero ellos, todos, no pueden saberlo, no quieren saberlo.

See no evil, hear no evil…

El culto del espionaje

Pueblo y gobierno en los Estados Unidos son presas de filias, fobias, ideologías y mentiras diseminadas sistemáticamente por medios, burocracias y academias. Todos en conjunto son por igual víctimas y perpetradores en una espiral de distorsiones de la que no escapan ni siquiera aquellos que rigen el sistema.

Tal vez las palabras de Napolitano y Leonhart tengan algo de verdad; tal vez incluso las funcionarias estén convencidas de su contenido pues fundan su convicción en información recogida y procesada por sus servicios de inteligencia. Pero ¿dónde empieza y dónde termina la realidad en los obscuros pasillos de los llamados «servicios de inteligencia»?

La Secretaria de Seguridad Interna establece como potenciales los vínculos entre narcotraficantes con Al-Qaeda del mismo modo en que la Directora de la DEA da por sentadas las relaciones entre aquellos con «terroristas» -como sea que los entiendan- en Colombia y Libia. Los ejemplos utilizados no son aleatorios: en los tres casos se trata de palabras con una muy fuerte asociación a la violencia en el imaginario colectivo contemporáneo. El oportunismo político es claro. Basta con imaginar, a modo de ejercicio intelectual, que los discursos no hubiesen sido pronunciados en 2011 sino en 1998. En tal caso no habría sido el grupo de Osama bin Laden el referido sino el de Shamil Basayev; los terroristas del país mencionado no habrían sido los de Colombia sino los de Chechenia y la guerra utilizada como ejemplo no habría sido la de Libia sino la de Kosovo en Serbia. Los espantapájaros del pasado se reciclan en el presente con el mismo fin: sembrar miedo para cosechar obediencia.

¿Qué las declaraciones están fundadas en reportes y análisis de inteligencia? Los vicios, abusos, errores, deficiencias y limitaciones de la llamada «comunidad de la inteligencia» en los Estados Unidos son conocidos desde hace décadas. Una de las tantas revelaciones que se contienen en el libro La CIA y el culto del espionaje (Ed. Euros, 1975) de Víctor Marchetti -ex agente de la CIA- y John D. Marks -ex oficial del Departamento de Estado- (libro que, por cierto, fue censurado y que tuvo que ir a juicio para ser publicado) es la de la incapacidad de los órganos de inteligencia para distinguir sus propias mentiras y propaganda de la realidad. Así, la CIA puede publicar en un diario una nota «informativa» (desinformativa, de hecho) y ésta es recogida por la DIA (Defense Intelligence Agency) que entonces la da por cierta y la distribuye a los demás integrantes de la comunidad… incluida la CIA El libro detalla casos en los que la propia CIA trazó planes operativos tomando por cierta información que la propia agencia liberó para desinformar. Así, la poca organización, coordinación, confianza y transparencia dentro y entre los servicios de inteligencia termina por convertir en víctimas a los victimarios.

¿Por qué tendrían que ser más profesionales, o más efectivos o más eficientes, o más precisos -o como se le quiera llamar- los servicios de inteligencia en el caso del narcotráfico? No, no tienen por qué serlo. Pero el resultado no es otro que el del general que se clava su propia espada: así como en el derecho se sostiene que «el desconocimiento de la norma no exime su cumplimiento», en materia de realidad es igualmente válido que su no-reconocimiento no la hará desaparecer. La violencia ya está ahí, aunque no la quieran o no la puedan ver y aunque no la quieran o no la puedan escuchar.

See no evil, hear no evil…

…Speak no evil?

Miente Janet Napolitano cuando se refiere a la guerra al otro lado de la frontera.

Miente también Michele Leonhart cuando dice que el comando de control está en México y no en Estados Unidos.

Pero hay verdades que no pueden ni deben ser calladas. Verdades como la de la alerta que hizo circular el National Drug Intelligence Center (NDIC) del Departamento de Justicia y que de forma alarmista publicitó la prensa como «Invaden narcos el sur de EU, Alertan» (El Universal, Abr. 11, 2011). ¿Qué decía la alerta?

    «Integrantes de cárteles de México, sus familias y sus socios se trasladas a ciudades de Estados Unidos a lo largo de la frontera para vivir, en la medida en que los grupos expanden sus operaciones en territorio estadounidense»

Del mismo modo en que La Jornada erró al titular su nota sobre lo dicho por la Directora de la DEA, El Universal falló en la tarea de identificar el tema relevante de la alerta. ¿Qué no es importante que los narcotraficantes, sus familias y socios se muden a EEUU? Sí, es importante sin duda, pero no es nuevo: el propio diario había ya dado cuenta de ese fenómeno dos años atrás en una nota con un título por demás elocuente «La negación del narcotráfico en El Paso, Texas» (El Universal, Oct. 22, 2009). No. Lo relevante de la alerta eran los números sobre la extensión del narcotráfico en territorio estadounidense:

    «[Las organizaciones de la droga] operan en 1,286 ciudades en nueve regiones, en 143 las operaciones son controladas directamente por integrantes de los cárteles de México»

Es decir, si sólo en 143 ciudades de las 1,286 en las que existe una fuerte presencia del narcotráfico son controladas por los cárteles mexicanos ¿entonces quién está a cargo en las 1,143 ciudades restantes?

La alerta del Departamento de Justicia echa por tierra eso que Michele Leonhart «necesitaba dejar muy claro» en Cancún: que el comando de control [de la venta de drogas] está en México y no en Estados Unidos. Una vez más, ¿quién entonces comanda el control de las operaciones en las 1,143 ciudades restantes? La respuesta es de la mayor importancia y aún así fue obviada por el diario mexicano: organizaciones estadounidenses. Es decir, cárteles estadounidenses: los mismos cuya inexistencia la funcionaria «necesitaba dejar muy en claro».

Pero lo afirmado por el NDIC también destruye el diagnóstico que Janet Napolitano, desde la Secretaría de Seguridad Interna, realizó sobre el narcotráfico: que la guerra se localiza al otro lado de la frontera. ¿Por qué? Porque tomando en consideración que estamos hablando de un país cuya división territorial es de 50 estados -y partiendo del supuesto de que entre mayor sea la ciudad, mayor es el consumo- entonces tenemos que las 25 ciudades más importantes de cada estado en los Estados Unidos sufren la pandemia del narcotráfico. Así pues, si esta es una guerra que «sólo se libra al sur del río Bravo», entonces se entiende la extensión del consumo de narcóticos en los Estados Unidos: al no reconocer la existencia de la guerra en su territorio, las autoridades no entablaron los combates por lo que perdieron todas las batallas.

Janet Napolitano estaba equivocada: no se puede cubrir el sol con un dedo.

Y a la alerta del Departamento de Justicia se unió el Departamento de Estado por boca de la Subsecretaria de Estado Adjunta para México y Canadá, Roberta Jackson, quién fue contundente:

«Así que ésta, no es una crisis que sólo afecte a la frontera»

¿Entonces? La funcionaria no dejó espacio a la duda:

«Es una crisis que afecta a nuestras ciudades en todo el país»

Y una vez más, el titular de la nota fue presa de la óptica nacionalista y sensacionalista que le destinó el diario «Más de 230 ciudades de EU son golpeadas por el narco [mexicano]» (El Universal Abr. 12, 2011).

¿Entonces quién tiene la razón? ¿La DEA y la Secretaría de Seguridad Interna o el Departamento de Justicia y el Departamento de Estado? O la guerra se libra «al otro lado de la frontera» -como dijo Napolitano- y las líneas de control del narcotráfico en los Estados Unidos están en México -como dice Leonhart- o el problema ya está en todo el país -como dice Jackson- y sólo en 143 ciudades de 1,286 los narcotraficantes mexicanos están en control dejando el resto -1,143- a narcotraficantes estadounidenses como señala la alerta del Departamento de Justicia. Por principio del tercero excluido uno de los dos pares está en lo correcto y el otro equivocado.

Una interrogante perfectamente legítima: ¿por qué habría de ser más fidedigna la información de inteligencia del Departamento de Justicia y del Departamento de Estado si se nutren de las mismas fuentes que sus contrapartes? La respuesta, naturalmente es que no: no tiene porqué ser más legítima. Y entonces la discusión remite a la realidad: más allá de los reportes de inteligencia, más allá de los discursos políticos, más allá de los intereses por difundir o por esconder información, más allá de los filtros ideológicos, de las filias y las fobias ¿qué es comprobable y qué no lo es? ¿Cómo sabemos que efectivamente nos encontramos ante una inscripción que comienza diciendo…

Por mí se va a la ciudad del llanto…

… y que se localiza en la entrada del infierno según nos dice Dante en La Divina Comedia? Así como el infierno del florentino comienza con palabras, el holocausto de los vivos tiene su origen en los individuos. Individuos como José Francisco Padilla quien, en su calidad de miembro en activo de la Guardia Nacional, no pudo resistir la tentación de vender armamento y pertrechos militares a los cárteles de la droga (El Universal, Feb. 26, 2011); individuos como Eddie Espinoza, Ángelo Vega, y José Blas Gutiérrez -Alcalde, jefe de policía y regidor respectivamente- quienes fueron aprendidos en Columbus -Nuevo México- acusados de tráfico de drogas y armas al sur de la frontera (La Jornada, Mar. 11, 2011). Individuos pues, como el militar estadounidense Michael Jackson Apodaca, quién fue arrestado por la ejecución con un disparo calibre .45 de un presunto operador del Cártel de Juárez en un «ajuste de cuentas» o individuos como los otros ocho militares estadounidenses en activo que fueron acusados de soborno y extorsión en mayo del 2005 en un caso de narcotráfico. Son sólo unos cuantos ejemplos… de miles.

¿Qué apenas son unos cuantos elementos? Sí, lo mismo dijimos nosotros antes de la sangre. ¿Qué la corrupción no es sistémica en los Estados Unidos? Sí, lo mismo dijimos nosotros antes de la guerra. ¿Qué el problema está bajo control? Sí, lo mismo dijimos y seguimos diciendo nosotros…

Si las palabras llevan al infierno en la literatura, las acciones de los hombres pueden conducir al mismo lugar en la realidad. ¿Y qué pasa cuando se juntas ambas? Aparecen notas periodísticas con títulos perfectos que reflejan de forma cristalina la información que importa. Son estos los titulares que vale la pena repetir: «La negación del narcotráfico en El Paso, Texas» (El Universal, Oct. 22, 2009)

Se niega el narcotráfico en El Paso, Texas como se niega el narcotráfico en los Estados Unidos por la Secretaría de Seguridad Interna y como se niega también el narcotráfico de los Estados Unidos por parte de la DEA.

Y es que la negación es también patente en todos los pacientes que han sido diagnosticados con una enfermedad terminal. Y a la negación sigue la ira, y a la ira la negociación, y a la negociación la depresión y a la depresión la aceptación.

¿La aceptación? Sí, la aceptación como rendición incondicional a la que obliga la frase con que termina el grabado de la puerta del Infierno: «¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!»…

No son mexicanos los que sufrirán mañana lo que hoy sufrimos nosotros, tampoco son estadounidenses: son seres humanos y como tales merecen nuestra empatía, nuestra solidaridad y nuestro apoyo.

Las monedas que pagaron, una a una y dosis a dosis, fueron los óbolos que recibió el Caronte de la drogas. El pacto ha sido sellado. Pero su viaje hoy diferente. No es ya el río Aqueronte el que navega su barca sino el río Bravo; no son las almas de los muertos las que transporta al Hades sino es el inframundo mismo el que lleva al reino de los vivos. Ayer lo hizo con Colombia, hoy lo hace con México y el mañana ha comenzado ya al norte de la frontera.

¿El Hades en el reino de los vivos? ¿No sería ese el infierno sobre la tierra?

Precisamente

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.