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Réquiem por Rush

Fuentes: Progreso Semanal

Hay una cosa de Rush Limbaugh: cuando interviene, lo hace en grande. Y ciertamente lo hizo así en esta oportunidad. Porque El Rushbo, como se autodenomina con orgullo, comenzó con una clásica campaña difamatoria del Partido Republicano; cuando uno no puede defender las políticas del partido propio, se lanza un ataque personal contra los del […]

Hay una cosa de Rush Limbaugh: cuando interviene, lo hace en grande. Y ciertamente lo hizo así en esta oportunidad.

Porque El Rushbo, como se autodenomina con orgullo, comenzó con una clásica campaña difamatoria del Partido Republicano; cuando uno no puede defender las políticas del partido propio, se lanza un ataque personal contra los del bando opuesto. Para Rush siempre ha funcionado en el pasado. Como demuestro en mi más reciente libro La máquina de odio contra Obama, Rush es el rey de las calumnias contra el presidente Obama. Con regularidad se refiere a él como el «Imán Obama», y el «primer presidente musulmán». Lo ha calificado de «analfabeto económico» y de «burro». Él y solo él, citando un reporte investigativo de Car Corben, acusó en público a Obama de serle infiel a su esposa cuando se suponía que se encontraba en un partido de fútbol de su hija. Y asegura que Obama fue elegido presidente solo porque es negro, y que si no fuera negro y actualmente no sería más que un guía de turistas en Honolulu

Durante años Limbaugh ha lanzado algunos de sus peores ataques contra mujeres, calificando a todas las feministas de «feminazis», comparando a Nancy Pelosi con un «bombardero suicida» y acusando a la Organización Nacional de Mujeres de ser una «organización terrorista». Y durante mucho tiempo se ha salido con la suya -siempre y cuando sus objetivos de ataque hayan sido políticos prominentes o gente famosa. Pero en esta oportunidad de equivocó de víctima: Sandra Fluke, una estudiante de leyes de la Universidad Georgetown, cuyo único «delito» fue pedir presentar testimonio ante el Congreso -para apoyar la política del presidente Obama de incluir el control de la natalidad como parte de la póliza de seguro básica de salud, y en contra de los esfuerzos republicanos por anularla.

«¿En qué convierte a la estudiante universitaria Susan (sic) Fluke que se presente ante un comité congresional y diga que hay que pagarle para tener relaciones sexuales?», preguntó Rush a sus adorados radioescuchas el miércoles 29 de febrero. ¿En qué la convierte eso? La convierte en una perdida, ¿verdad? La convierte en una prostituta».

Cuando de inicio ni provocó el tipo de controversia en el que él se regodea, Rush subió la parada: insistió que si los hombres iban a pagar para que Fluke y otras tuvieran todo el «sexo recreativo» que deseaban (debiera ser lógico que un hombre que se ha casado cuatro veces sabría un poco más acerca de la píldora), entonces a los hombres se les debía recompensar con un video de ella con sus relaciones sexuales. Ese comentario enfermizo desató una tormenta de indignación y puede haber desatado el final de la larga, repugnante e ignominiosa carrera mediática de Limbaugh.

Al final de la semana, después de que los primeros patrocinadores corporativos cancelaran sus anuncios en su programa, Rush se vio obligado a pedir disculpas. Fue quizás la primera vez que esto ocurre en su carrera, e indudablemente la más insincera disculpa de todos los tiempos -provocada, por supuesto, no por arrepentirse del lenguaje que usó para desacreditar a la Fluke, sino por temor a seguir perdiendo anunciantes. Pero hay que decir a favor de ellos, que los anunciantes no fueron convencidos. Saben reconocer a un farsante. No importó cuántas veces Rush les recordó cuánto dinero ganaban por anunciarse en su programa, sino que simplemente ya no querían que los relacionaran con el mercader del odio de Estados Unidos. A la hora de redactar estas líneas, más de 40 patrocinadores se han retirado del programa de Rush, incluyendo gigantes corporativos tales como Quicken Loans, ProFlowers, los colchones Sleep Number y Legal Zoom.

Sin embargo, la valentía de los anunciantes difiere mucho de la timidez de los líderes republicanos. Este hubiera podido ser el gran momento de Mitt Romney. En su lugar simplemente declaró que «perdida» y «prostituta» no serían «las palabras escogidas» por él -lo que hizo que el asesor de Obama David Axelrod se preguntara cómo podían confiar en Romney para enfrentarse a Mahmud Ajmadineyad si tenía temor de enfrentarse a Rush Limbaugh. Debido a su casi silencio, los republicanos enviaron un mensaje que están de acuerdo con los comentarios de Limbaugh o le temen. Lo más probable sea esto último.

En última instancia, el mercado por sí solo decidirá si Limbaugh sobrevive o si pronto se une a Glenn Beck en la tierra de nadie. Pero la controversia alrededor de este injustificado ataque a Sandra Fluke plantea nuevamente la pregunta: ¿De qué tratan los programas radiales de comentarios? Los que tenemos el privilegio de que nos cedan un micrófono tenemos la oportunidad y la responsabilidad de informar, entretener, implicar, e quizás hasta inspirar a nuestros oyentes. Los que solo usan el micrófono para atacar y desmeritar a otros no se merecen el micrófono -y merecen perderlo.

Fuente: http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=4439:requiem-por-rush&catid=3:en-los-estados-unidos&Itemid=4