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CERAI y el BDS-País Valenciano abordan la ocupación israelí y la soberanía alimentaria en el territorio palestino

Resistencias agrarias y lucha por la tierra en Palestina

Fuentes: Rebelión

La mayor parte de la población palestina -en torno al 70%- habita en un entorno rural y dependen total o parcialmente de la agricultura (hoy sobre todo de manera parcial). En la década de los 70 (siglo XX) la contribución del sector agrícola al PIB se situaba en el 40%, cifra que hoy oscila entre […]

La mayor parte de la población palestina -en torno al 70%- habita en un entorno rural y dependen total o parcialmente de la agricultura (hoy sobre todo de manera parcial). En la década de los 70 (siglo XX) la contribución del sector agrícola al PIB se situaba en el 40%, cifra que hoy oscila entre el 7-8%. En los últimos 15 años se ha producido, además, un fuerte movimiento de población desde las zonas rurales a las ciudades, lo que pone de manifiesto el peso decreciente del sector primario. Palestina cuenta con unas 200.000 hectáreas de tierra dedicada a la agricultura. En los últimos 15 años la ocupación israelí (ejércitos y colonos) han arrancado aproximadamente 1,8 millones de árboles frutales.

Éstas son las cifras introductorias facilitadas por Saad Dagher, voluntario de la Arab Agronomists Association, agricultor y apicultor palestino, en una conferencia organizada en el centro social Ca Revolta (Valencia) por el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI) y el grupo Boicot Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel en el País Valenciano.

La agricultura palestina se enfrenta a múltiples problemas, derivados en gran medida de la ocupación israelí (hay otros como la sequía y la erosión de las tierras). La falta de apoyo técnico y formación especializada para los campesinos locales tiene, como contrapartida, la penetración de las empresas de agroquímicos y de semillas no autóctonas, como Monsanto, Bayer y otras de capital israelí. Saad Dagher destaca la escasez de agua. «No se trata de falta de recursos hídricos sino de acceso a los mismos; el agua está controlada por Israel, que utiliza el 80% de los recursos hidráulicos de los palestinos; por ejemplo, no podemos utilizar el agua del río Jordán (en la frontera entre Cisjordania y Jordania)».

La ocupación israelí tampoco permite la construcción de infraestructuras para la toma de agua. El agrónomo recuerda el caso de Jenin (norte de Cisjordania), donde los pequeños pozos construidos por la población palestina fueron destrozados (en ocasiones se puede cambiar la bomba de los pozos, pero sólo con el permiso de la autoridad ocupante). Israel tiene bajo su control, además, todas las aguas subterráneas de la zona.

Diariamente se producen confiscaciones de tierras; a ello se agregan las «barreras» militares que impiden el movimiento de los productos agrícolas (aunque en el interior de Cisjordania, matiza Dagher, la situación ha mejorado en los dos últimos años). La construcción del «muro» de separación ha hecho que la población palestina no pueda acceder, en muchos casos, a tierras y pozos que quedan al otro lado.

Los colonos atacan a los agricultores palestinos sobre todo durante la recogida de la aceituna. «En algunos casos los voluntarios europeos actúan de parapeto», apunta Saad Dagher. Los colonos pueden hacer uso de las armas o esperar a que los campesinos terminen de recolectar, para quitarles las cosechas. «Cuando los palestinos intentan defenderse, el ejército interviene a favor de los ocupantes». En Burin, cerca de Nablus, «los israelíes quemaron hace unos días las cosechas cuando estaban a punto de ser recogidas; y se han denunciado casos, según el voluntario de la Agrab Agronomists Association, en que los colonos han impedido a los bomberos intervenir para apagar el fuego».

La situación de los pastores no es más halagüeña, ya que sólo pueden acceder a aproximadamente el 15% de las zonas de pastura. Según Dagher, «la mayor parte están cerradas por razones militares, criterio que sirve para clausurar cualquier área de pastoreo». Otro de los problemas es la falta de seguros agrarios. Y la fragmentación de las tierras. Las explotaciones son cada vez más pequeñas, lo que hace difícil su viabilidad.

Una historia poco conocida fuera de la zona de conflicto es la de las gacelas, que a principios de los años 70, relata Saad Dagher, «los israelíes empezaron a soltar en Cisjordania (los palestinos las tenían anteriormente en su territorio, pero en unas dimensiones controladas)». La razón de esta estrategia israelí es que las gacelas se alimentaban de los frutos de las cosechas. «Los palestinos empezaron a cazar gacelas, que  suponían una nueva fuente de alimento; pero entonces Israel comenzó a poblar el territorio con jabalíes, que nunca antes habían existido en Palestina; se reproducen muy rápidamente y causan mucho daño a la agricultura, de hecho, éste es uno de los grandes problemas actuales», explica el activista.

La mayor parte de la producción agrícola continúa siendo familiar, pero se están dando cambios en los últimos años, especialmente en el Valle del Jordán. «En la zona palestina hay un problema enorme con las compañías agroquímicas y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); algunas empresas están acaparando tierras para el monocultivo, lo que deja inermes a los pequeños agricultores (que a menudo han de vender sus terrenos y convertirse en empleados de estas empresas); mientras los pequeños propietarios cultivan para el autoconsumo y los mercados locales, las compañías producen para la exportación -a través de Israel y Jordania- con el apoyo de la USAID», explica el voluntario de la Arab Agronomists Association.

La tierra y el agua son los dos grandes vectores del conflicto. El consumo doméstico de agua por persona en Israel es cuatro-cinco veces mayor que el de la población de los territorios ocupados. «La diferencia es aún mayor cuando se trata de recursos hídricos para fines agrícolas», apunta Jennifer Locatelli, miembro de CERAI y cooperante durante tres años en Palestina. Las tierras de secano constituyen el 87% de la superficie cultivada. Debido a la falta de seguimiento y mantenimiento (y en los últimos años también al cambio climático), los cultivos resultan muy sensibles a sequías, plagas, heladas e inundaciones.

El Valle del Jordán (al este de Cisjordania) es la zona con más tierras agrícolas (y más fértiles) de Palestina, y con una mayor abundancia de recursos hídricos. Según los datos del Ma’aan Develepment Center (2012), la instalación de zonas militares, el uso de check-points y la creación de un estricto sistema de permisos por parte de Israel, ha supuesto un aumento del coste de los productos palestinos en un 35,6% desde 2000; además, los tiempos necesarios para el transporte han aumentado cerca de un 40%. Jennifer Locatelli informa de que las restricciones impuestas por Israel al sector agrícola palestino han reducido el potencial exportador en mil millones de dólares anuales. Desde 1967 Israel ha confiscado o destruido muchas de las fuentes de agua en el Valle del Jordán, recuerda la activista de CERAI.

En el año 1967 había 774 pozos en Cisjordania, mientras que en 2005 sólo quedaban 328 pozos en funcionamiento. Desde 1947, las autoridades israelíes han destruido 140 bombas de agua palestinas y 162 proyectos relacionados con el agua para uso agrícola. Algunos colonos disparan en sus ratos de ocio contra los aljibes que se ubican en lo alto de las casas palestinas.

Casi la mitad de las tierras agrícolas de los territorios ocupados tienen el olivar como enseña. La mayor parte de los ocho millones de olivos están plantados en Cisjordania. De hecho, la industria transformadora (aceite) representa hasta el 14% de los ingresos agrícolas y mantiene a cerca de 80.000 familias palestinas. También en este punto se ha hecho notar la ocupación israelí. Desde 1967 el estado de Israel es responsable de que se hayan arrancado 800.000 olivos de propiedad palestina, según el documento «Olive Harvest Factsheet» (octubre de 2012), de la Oficina de Naciones Unidas en los territorios palestinos ocupados.

El profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de València y miembro del BDS-País Valenciano, Jorge Ramos Tolosa, ha destacado que Israel denegó en 2011 el 42% de las solicitudes de permisos para acceder a campos de olivos al otro lado del «muro», presentados antes de la temporada de cosecha (un 39% en 2010). Además, entre enero y octubre de 2012 más de 7.500 olivos en Cisjordania fueron dañados o destruidos por colonos. Recuerda Ramos Tolosa que sólo una de las 162 denuncias relacionadas con ataques de colonos contra árboles de propiedad palestina, de los seguidos por la ONG israelí Yesh Din desde 2005, terminaron con el procesamiento del culpable.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.