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Retratos/6

Ring Paulino Deng

Fuentes: Rebelión

Ring Paulino Deng había nacido en Sudán hace casi veinte años, pero bien pudo no ser así. Al fin y al cabo, venir al mundo en ese país africano no es sólo un hecho natural. Se requiere también una cierta dosis de buena suerte para  nacer. No siempre hay un médico cerca o una partera […]

Ring Paulino Deng había nacido en Sudán hace casi veinte años, pero bien pudo no ser así.

Al fin y al cabo, venir al mundo en ese país africano no es sólo un hecho natural. Se requiere también una cierta dosis de buena suerte para  nacer. No siempre hay un médico cerca o una partera o las condiciones higiénicas que garanticen un parto sin problemas. Sin embargo, el bebé sudanés de pugilista nombre, como si sus padres supieran el cuadrilátero de golpes que le esperaba a su hijo, pudo sobrevivir a su nacimiento.

Y también logró superar su infancia, a pesar de la tradicional escasez de la cuchara.

Y logró sobreponerse a la amenaza de toda clase de enfermedades. Ni la malaria, ni la tifoidea, ni la poliomielitis, ni el sida, ni la hepatitis, ni la común desnutrición, lograron rendir sus pocos años. Y ni siquiera los pesticidas o el agua contaminada doblegaron su afortunada vida.

Al bueno de Ring tampoco se lo comió un cocodrilo, lo picó una serpiente o lo acabó aplastando un elefante.

Su buenaventura lo hizo, incluso, inmune a las constantes guerras que asolan su país, salvándose en repetidas ocasiones de ser fusilado por los soldados del gobierno o por los guerrilleros, o por los combatientes de una etnia rival…

Ring cayó preso un día en que su hados descuidaron la protección y durante cuatro interminables y adolescentes años fue reducido a la condición de esclavo.

Pero ni las brutales jornadas de trabajo, ni los latigazos, ni el hambre, pudieron rendir al joven sudanés que, no obstante sus precarias condiciones, noche tras noche, urdía la posibilidad de una huída que lo llevara lejos de su miserable desgracia, tal vez a un país civilizado en el que poder vivir y progresar.

Y así fue que amparado por la diosa fortuna, Ring Paulino eludió una noche la vigilancia y tras superar las alambradas y despitar a los perros, huyó de la hacienda.

A pie cruzó Sudán, subió y bajo montañas, siempre hacia el Norte, cruzó el Nilo, y finalmente, tras recorrer Egipto, llegó a El Cairo.

Evitó entonces los controles, engañó al hambre de nuevo, despistó a la policía cairota, trabajó como ilegal en cualquier cosa, y en un golpe de suerte logró embarcarse como pasajero furtivo en un carguero rumbo a los Estados Unidos.

Atravesó el Mediterráneo, hasta ganar el océano en un viaje interminable, aguantando el calor, casi sin alimentos, oculto siempre para no ser descubierto, hasta que siete mil millas después, Ring Paulino llegó a los Estados Unidos.

Ayer, nos lo contaba la prensa, el sudanés Ring Paulino Deng murió asesinado en Nashville, Tennessee, tras una discusión por un parqueo, dentro del edificio de apartamentos en el que comenzaba a vivir.