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Refugiados

«Salimos de una especie de cárcel para entrar en otra, no podemos ni salir de Barajas»

Fuentes: Periodismo Humano

Veinte personas kurdas sirias, cuatro de ellos son niños menores de tres años, han llegado este fin de semana al aeropuerto de Barajas huyendo de la guerra para solicitar asilo en España. Según ha sabido Periodismo Humano, tras llegar como refugiados a Turquía, y mediante una red que les facilitó pasaportes falsos, empezaron un periplo […]

Veinte personas kurdas sirias, cuatro de ellos son niños menores de tres años, han llegado este fin de semana al aeropuerto de Barajas huyendo de la guerra para solicitar asilo en España. Según ha sabido Periodismo Humano, tras llegar como refugiados a Turquía, y mediante una red que les facilitó pasaportes falsos, empezaron un periplo de viajes en avión que les ha llevado por Dubai, Brasil -donde pasaron unos días en un apartamento junto a otros refugiados sirios- para partir hacia Perú hasta llegar finalmente a Madrid.

Suena el tono de llamada y una voz, tal vez preparada para recibir esta llamada, pregunta nerviosa «¿Hola?» Tras explicarle nuestro deseo de transmitir su situación al público español en busca de esas conciencias que aún quedan, la voz masculina insiste en que prefieren hablar en persona. Es entonces cuando comprenden cuál es su situación: se encuentran en una sala o recinto del que no pueden salir y al que nosotros no podemos acceder.

En estos momentos, estas familias se encuentran solicitando asilo en el centro de detención de 25 metros cuadrados llamado «Sala de los rechazadados» o «No admitidos» que se encuentra en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Aquí conviven con otras personas de diversas nacionalidades a las que también se les ha negado el ingreso en territorio español y que no pueden recibir visitas de familiares, ni de periodistas ni de miembros de ONG. Las condiciones son más degradantes, por tanto, que si estuvieran presas en una cárcel por haber cometido algún delito o en un Centro de Internamiento de Inmigrantes por la falta administrativa que supone tener su documentación en regla.

Pasadas unas horas de comprensión de que su situación tardará en resolverse, volvemos a contactar. La misma voz vuelve a responder a la llamada y tras volver a presentarnos llama en lengua kurda a aquellos que han decidido hablar con nosotros.

Es fácil imaginar que este grupo, en su mayoría de la zona de Hassake, al noreste del país y pegada a la frontera turca, tarden en confiar en una voz desconocida, que les habla en árabe por desconocimiento del kurdo y que les hace preguntas sobre su largo periplo desde su salida de Siria mientras se encuentran recluidos en Barajas. Finalmente, dos hombres, una mujer y el que suponemos que pueda ser el mayor de todos ellos y que ha dejado a su mujer e hija en Siria -con las que aún no ha podido contactar- por estar buscado «por todos, ya no se sabe ni por quien porque la zona está plagada de controles de todos: el régimen, el Estado Islámico de Iraq y Siria (Da’esh en árabe), el Frente de Al-Nusra…». Ninguno da nombres.

«¿Cuál era la situación en la zona en la que os encontrábais? ¿Cómo estaba siendo vuestra vida en Siria?», es la primera pregunta que le planteamos a cada uno de ellos. Estas son sus respuestas: «la situación es desoladora», «los servicios básicos como el agua, la luz y medios para poder calentar agua en este frío no están disponibles», «se producen asesinatos y violaciones, se llevan a los niños y las mujeres, las ciudades están todas destruidas, entran en las casas y se lo llevan todo y a todos, los salafistas nos llaman infieles, e incluso los árabes -asegura esta mujer- se han puesto de su parte y en nuestra contra».

Extrañados porque no mencionan en ningún caso a las milicias kurdas que defienden las zonas de las que proceden, les preguntamos. Algunos niegan saber nada de ellas, pero la mujer insiste en que «son pocos, y no puede ser que a un niño de quince años le den un arma para defenderse, eso no puede ser». Y es entonces cuando recuerda que ha dejado a su hermano, más pequeño que ella, que tiene 17 años, en la zona, y no sabe nada de él.

«Yo al principio salí en las manifestaciones contra el régimen», asegura uno de los jóvenes por cuya voz se deduce que tenga entre 25 y 30 años a lo sumo. «Pero después, todo quedó descontrolado y ahora uno no puede ni moverse sin caer en manos de alguien», apostilla. No obstante, esto no es compartido por todos, pues la joven insiste en que ella y su familia no salieron en ningún momento y que simplemente intentaban vivir su vida, sin estar ni a favor ni en contra de ningún partido. «Ahora Siria no tiene ningún futuro, por eso llevábamos meses intentando marchar, pero los controles no nos lo permitían y en ocasiones al llegar a la frontera turca, hemos sabido que han devuelto a muchos, incluidos niños y mujeres que pueden ser secuestrados y violados, a territorio sirio», sentencia esta muchacha de voz firme, que sigue quejándose de su periplo.

«Salimos de Siria porque no nos podíamos mover con ninguna libertad por nuestro hogar y porque todo está destruido, y llegamos aquí y no nos dejan ni salir». A estas críticas se suman los hombres, que aseguran que solo les han dicho que no pueden salir hasta pasar por un interrogatorio y completar una serie de trámites que no me saben explicar. «Nosotros después de llegar a Turquía acordamos con la persona que nos ayudó a llegar a Europa que iríamos a Alemania, pagándole todo lo que llevábamos ahorrado de los últimos meses que habíamos podido ir trabajando algo: quedarse en Turquía sería imposible porque el gobierno turco no está ayudando tanto como dice y un alquiler en una casa cuesta 1.000 dólares al mes si eres sirio. Los turcos se ríen de nosotros». Insistiendo también en la falta de ayuda por parte del país vecino, la joven contesta con cierta indignación al preguntarle por la posibilidad de haberse quedado en uno de los campos o si por el contrario no quedaba sitio: «¿Es que no sabes lo que sucede en los campos? Se llevan a mujeres y niños los soldados turcos y se producen violaciones».

Pero, «¿por qué acabasteis en España?» «No sé cómo hemos llegado hasta aquí: hemos ido de autobús en autobús y de avión en avión hasta que nos hemos encontrado aquí» (esta respuesta se repite de manera sistemática, la primera vez tras una voz de advertencia en kurdo que no podemos comprender, pero que tal vez insista en que no se den detalles). Y es entonces cuando les preguntamos qué piensan sobre el cambio de destino: «Si yo tengo familiares en Alemania, ¿no puedo ir allí?». Le explicamos a este hombre cómo funciona el entramado legal europeo según el cual se puede solicita, y recibir asilo en el primer país que se pisa dentro del área Schengen. «¿Y entonces que hago?», insiste de nuevo el mayor de todos ellos. «Estamos cercados», se queja la joven. «Salimos de una especie de cárcel para entrar en otra, porque ahora mismo no podemos ni salir de este recinto».

Desamparado, el de mayor edad manda este mensaje: «No hemos venido a pedir nada. Estamos dispuestos a hacer lo que nos digan. Solo queremos poder seguir con nuestra vida: nadie deja su país en guerra por gusto, sino por necesidad. Escribe esto como lo consideres oportuno, cómo tu conciencia te lo dicte: solo queremos seguir con nuestra vida y contactar con nuestras familias que no saben nada. Si no nos quieren en España, que nos manden donde sea de Europa; si no, que nos devuelvan a Siria a morir».

En 2013 unos 200 refugiados sirios llegaron en avión a España. La práctica totalidad de ellos lo hicieron a través de redes ilegales que les proporcionan pasaportes con otra nacionalidad después de que en el verano de 2011 el gobierno español decidiese instaurar el «visado de tránsito aeroportuario» para los sirios tras la llegada de 28 refugiados. Este procedimiento que sólo Reino Unido y España exigen, impide que las personas con nacionalidad siria puedan llegar a España en vuelos que hacen escala aquí para solicitar asilo. Desde 2011 organizaciones como la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) ha solicitado en varias ocasiones al gobierno español que retire este impedimento porque «los aeropuertos españoles son la única vía segura de acceso a la protección internacional que poseen quienes huyen de Siria, dado que otras rutas alternativas, terrestres o marítimas, son extremadamente peligrosas». Este tipo de visado les aboca a tener que pagar por falsos pasaportes y realizar dantescos vuelos alrededor del mundo, aumentando su vulnerabilidad. CEAR considera «fundamental que se mantenga abierta esta puerta de acceso al sistema de asilo español».

La guerra en Siria se ha cobrado la vida de al menos 130.000 personas según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). Dos millones se han convertido en refugiados al huir a países vecinos para salvar sus vidas y 6,5 millones viven desplazados en el propio país.

Fuente original: http://periodismohumano.com/en-conflicto/varias-familias-sirias-solicitan-asilo-en-el-aeropuerto-de-barajas.html