Hace 21 años, el Comité de Santa Fe guiaba la mano de Ronald Reagan y su vicepresidente, George Bush padre. El «think tank» ultraconservador vuelve ahora al poder de la mano de Bush hijo y, en su cuarto documento, describe un mundo lleno de «peligros».Al calor del conservadurismo texano de George W. Bush, regresó a […]
Hace 21 años, el Comité de Santa Fe guiaba la mano de Ronald Reagan y su vicepresidente, George Bush padre. El «think tank» ultraconservador vuelve ahora al poder de la mano de Bush hijo y, en su cuarto documento, describe un mundo lleno de «peligros».
Al calor del conservadurismo texano de George W. Bush, regresó a la escena pública el influyente Comité de Santa Fe, que propició una política exterior ultra dura en tiempos de Ronald Reagan y George Bush padre. Ahora, en el Documento de Santa Fe número 4, estos intelectuales orgánicos del complejo militar-industrial aconsejan enterrar las políticas «permisivas» y «liberales» de Bill Clinton, a quien consideran casi un «camarada de ruta» de los viejos y nuevos enemigos de Washington. Entre los nuevos flagelos destacan los chinos, la mafia rusa, el «narcoterrorismo» y, a nivel continental, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a quien etiquetan como «dictador castrista». Lo inquietante de estas definiciones es que el «think tank» de Santa Fe está integrado por militares, espías, empresarios, diplomáticos y académicos estadounidenses que han vivido y trabajado en Centro y Sudamérica y tienen peso político.
Empezando por su líder, el general retirado Gordon Sumner Jr., que presidió la Junta Interamericana de Defensa, el Santa Fe I, de 1980, calificó al gobierno del general Omar Torrijos como «dictadura nacionalista de extrema izquierda» y el líder panameño perdió la vida, poco después, en un accidente aéreo que nunca fue investigado. Otro «marcado» por el Santa Fe I, el primer mandatario de Ecuador Jaime Roldós, también se estrelló con el avión presidencial. En el Santa Fe II (de 1988) se decía textualmente: «El problema de Panamá deberá estar resuelto antes de 1990». Lo estuvo: la invasión norteamericana se produjo en diciembre de 1989. El Santa Fe IV, que hoy adelanta Página/12, será presentado dentro de pocos días en Buenos Aires, en un trabajo crítico realizado por dos investigadores vinculados al Polo Social del padre Luis Farinello: Beba Balvé y Carlos Suárez.
Los desbordes diplomáticos de George W. Bush en su reciente cónclave con los europeos demuestran que ha leído bien el Santa Fe IV y se apresta a cambiar drásticamente el estilo de su antecesor: «La presidencia de Clinton deja un entorno de inestabilidad y desestabilización potencial -en América latina y en el mundo en general- que incidirá en la capacidad de gobernar de la próxima presidencia norteamericana». Y no sería descabellado imaginar que Bush coincida con Santa Fe IV en la necesidad de tener siempre por delante un buen enemigo externo. El Documento expresa esta peligrosa vocación por revivir la guerra fría con todas las letras: «…la amenaza soviética ha desaparecido. No sólo nuestras fuerzas armadas se ven comprometidas por este cambio radical, también nuestra imagen de nosotros mismos. (…) Ahora que se ha superado la amenaza soviética, tenemos que reconstruir la nación. Pero sin ese peligro externo, nos puede faltar la identificación necesaria para salir adelante».
Por eso, en su curiosa introducción al Documento, James P. Lucier, director de staff del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, dice también sin ambages: «Aunque los días en que debimos defender la independencia de las repúblicas de Sur América parecen haber pasado, aún persiste el hecho de que aquella seguridad y libertad, tanto de los Estados Unidos como de las repúblicas sudamericanas están inextricablemente unidas. Como deja claramente expuesto Santa Fe IV, la soberanía y la integridad de un cierto número de países se hallan en riesgo, no por otra nación sino por organizaciones criminales internacionales tan poderosas que le están denegando a los pueblos de Sur América su herencia de libertad».
Lucier mismo, con inesperada ternura, describe a los autores de Santa Fe IV como hombres que han «vivido un romance de toda la vida con América del Sur y Central». Otra apelación a las relaciones carnales de quienes vivieron en nuestra región «en el campo de los negocios privados, el periodismo, los más altos rangos del servicio militar estadounidense, los servicios de inteligencia y el cuerpo diplomático». Profesiones, todas ellas, de alto contenido «amoroso».
Ya no está en el Santa Fe IV aquel Roger Fontaine que pontificaba: «América Latina y el Sur de Asia son escenarios de refriegas de la tercera fase de la Tercera Guerra Mundial. Las primeras dos fases -contención y distensión- han sido continuadas por la estrategia soviética de doble envolvimiento: interdicción del petróleo y minerales de Occidente y por el cerco de la República Popular China». (República esta última, que ha pasado a ser el malo principal de la nueva película.) Pero hay entre los redactores del IV varios veteranos del primero, como el ya citado general Gordon Sumner Jr.; el diplomático e historiador Lewis Arthur Tambs, profesor como varios «santafesinos» de la Arizona State University, o el ex embajador norteamericano en Perú, David Jordan. Amén de un calificado grupo de asesores y especialistas nucleados en el Center for Hemispheric Studies del American Enterprise Institute, que según el trabajo preliminar de Carlos Suárez y Beba Balvé, «han estado vinculados a los grupos contrarrevolucionarios cubanos y a las organizaciones paramilitares de Guatemala y El Salvador». Discípulos además del profesor Nicholas J. Spykman, quien en su libro Estados Unidos frente al mundo escribió: «La guerra es la situación normal en las relaciones internacionales y la paz es sólo un armisticio entre la guerra que pasó y la que viene».
¿Cuál viene? ¿Dónde? En lo que a nuestra desdichada región respecta, los autores del Santa Fe IV identifican -con cierta tendencia al ritualismo cabalístico- algunos problemas y desafíos que encajonan en lo que llaman «las nueve D» que merecen la mayúscula: Defensa, Drogas, Demografía, Democracia Populista, Desestabilización, Deforestación y Declinación de Estados Unidos. (Esta última por culpa del «abandono» de América Latina que se operó durante la Administración Clinton, que privilegió las relaciones con Europa y China.)
Cada «D» permite ubicar los problemas, pero también subrayar la supuesta potencia de los nuevos enemigos que desafiarían la hegemonía estadounidense: después de la estratégica China, «los capitanes de la droga de América del Sur, especialmente las FARC y el ELN de Colombia (sic) (…) el castrista Chávez de Venezuela» y «el surgimiento de un militarismo izquierdista en los países andinos que finalmente está obteniendo un poco de atención por parte de los medios, en la medida en que el ‘bolivarismo’ se convierte en un grito de ataque de los comunistas y socialistas».
La visión conspirativa del nuevo Comité de Santa Fe introduce un toque muy sabroso al vincular a los competidores europeos con el delito: «Los bancos españoles, supuestamente financiados por los narcodólares de la mafia rusa, cubrieron el continente en lo que se llegó a conocer como ‘la reconquista de las Américas'». (Es divertido recordar que el inicio del conflicto entre el Station Chief de la CIA en Argentina, Ross Newland, y el ex jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes, se debió a que el banquero -vinculado en su momento al Banco Francés, que pertenece al español Banco de Bilbao Vizcaya- no estuvo a la altura de los requerimientos norteamericanos de apoyo para investigar en Argentina a la mafia rusa.)
Según Suárez y Balvé, la nueva evaluación del Comité de Santa Fe ya tiene principio de ejecución en la política exterior que empieza a aplicar Bush, no sin algún tropiezo importante como la caída del avión espía en territorio chino. Santa Fe IV recomienda: «No deben ignorarse los pronunciamientos chinos de guerra asimétrica. Las democracias frágiles del hemisferio son especialmente vulnerables a esta amenaza (…) A continuación se plantean los principales elementos geoestratégicos que siguen siendo importantes para la seguridad nacional de Estados Unidos:
1) Control de los Estrechos Atlánticos.
2) Uso del Canal de Panamá (que fue «devuelto» a fin de 1999 al pequeño país donde fue trazado, pero que según los «santafesinos» estaría siendo operado por compañías de cobertura de los chinos).
3) Una ruta sureña, segura, alrededor del Cabo de Hornos.
4) Seguridad de que los países del hemisferio no son hostiles a nuestras preocupaciones de seguridad nacional. Además, que los recursos naturales del hemisferio están disponibles para responder a nuestras prioridades nacionales. Una Doctrina Monroe, si quieren».
NOTA : Tomado de ALIA