Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El debate entre Palin y Biden no ha revelado ningún argumento nuevo de ninguno de los dos candidatos a la vice-presidencia de Estados Unidos. En cambio ha demostrado la arrolladora personalidad de la gobernadora Sarah Palin y su increíble aplomo para formular certezas manidas y evitar el diálogo de fondo. Para los sociólogos Jean-Claude Paye y Tülay Umay, esta nueva figura política (que en Francia sucede a la de Ségolène Royal, madre justa y severa), encarna la mutación del orden simbólico de las sociedades occidentales: el poder rechaza toda exterioridad, se vuelve englobante, castrador, simbiótico.
La cuestión no es determinar si gracias a la aportación de Sarah Palin John McCain va a ganar las elecciones presidenciales estadounidenses. Este resultado depende también de otras variables y es secundario en relación a lo que revela esta candidatura. Esta candidatura es síntoma de una profunda mutación del orden simbólico de la sociedad, a saber, la aparición a plena luz de la figura maternal a la que se le ofrece el poder del Estado. Esta imagen, enteramente erigida por los medios de comunicación, sustituye a la figura paterna. Este modo de comunicación englobante suprime toda distinción entre interior y exterior, entre privado y público. Instala una relación simbiótica entre individuo y poder. Esta transformación no es únicamente formal. Atestigua un cambio radical en la organización social, el paso de una estructura neurótica a una estructura psicótica, a saber, la negación del vínculo social y la neutralización de la conciencia.
Por primera vez en la historia de las elecciones estadounidenses el interés por el puesto de vice-presidente supera al que se tiene por el candidato efectivo, cuando el primero suele ser una función secundaria. ¿Quién conoce la personalidad del vice-presidente de George W. Bush? En este caso, por el contrario, desde hace varias semanas el candidato republicano permanece a la sombra de su compañera de lista. Él no es sólo quien ha elegido a Sarah Palin.
La prensa estadounidense insiste ahora en la edad de este último, en su enfermedad, en el hecho de que no podrá llegar hasta el final de su mandato y que dejará el sitio a su compañera de lista. Cada vez más parece que votar a McCain es cumplir las condiciones que permitirán a Sarah Palin ejercer el mandato presidencial.
La situación en la que se encuentra Sarah Palin es exactamente la inversa de la situación a la que estaba confinada Hillary Clinton. Al contrario de esta última, Palin no ha luchado por obtener esta función sino que le han ofrecido el puesto.
Hillary Clinton había insistido en su competencia y en su larga experiencia. Sarah Palin sólo puede hacer valer una función de alcaldesa de una ciudad pequeña y un mandato de gobernadora de un Estado muy poco poblado.
En su oposición a Obama Hillary Clinton ser había posicionado como campeona de los valores masculinos. Esta postura feminista clásica (ser más fuerte que los hombres en su propio terreno) no le permitió suplantar a su rival. Al contrario, se produjo un vuelco en su ventaja inicial en los sondeos.
¿Cuál es la cualidad atribuida a la nueva candidata que suple todo lo que hasta entonces se consideraba indispensable para ocupar el puesto presidencial? Al contrario de Clinton, Sarah Palin no se presenta como una mujer que compite con los hombres. Aparece a través de la figura de la madre. No necesita atributos de lo masculino para ser una mujer. Los hombres ya están fuera de juego. Se presentan como niños y le dejan el poder.
En su discurso de ascenso al trono de compañera de lista de McCain, Palin se presenta como feminidad todo poderosa, que puede dar la vida y la muerte. Es a la vez madre de familia que da a luz, que lleva a sus hijos a jugar al hockey y ángel exterminador, » pitbull con los labios pintados» que destruye a sus adversarios y aniquila a los «enemigos de Estados Unidos».
La candidata a la vice-presidencia se mostró firme con Rusia, sin descartar la posibilidad de una guerra. También consideró una intervención en Pakistán sin obtener el aval de este país. El discurso reveló ser no sólo beligerante sino también unilateral, lo que da un carácter absoluto a su decisión. No se deja lugar alguno a la negociación y no se discute nada con los «aliados». El otro no existe.
La relación con la castración permite diferenciar a Palin de [Hillari] Clinton. El falo es castrado simbólicamente por la Ley que a través del niño conmina a la madre a no dárselo a ella misma.
Palin exalta la omnipotencia de la madre, la que devora a sus hijos y que opera una negación de la prevalencia de la Ley.
Clinton, por su parte, permanece bloqueada en un estadio anterior de la feminización de la sociedad. Quiere competir con el hombre. Ocupa una posición feminista clásica, se reivindica como alguien más digno que los hombres de albergar el significante fálico. Su acción se limita a una guerra por ocupar un lugar en el seno de la misma estructura.
Palin, a su vez, ya no se modela según los hombres. Tiene una forma de actuar post-feminista en la que ya no existe la confrontación de género. Ya no estamos en la guerra entre los sexos. Sarah Palin opera una negación del significante. No pretende adquirir el falo simbólico, lo es gracias a la imagen. Desaparece toda mediación. Su placer no tiene límites. Ahora la figura maternal es erigida por los medios de comunicación, como un falo. Esta maternidad triunfante excluye tanto a las mujeres como a los hombres, ella sólo se dirige a unos niños. El reciente apoyo de la principal organización feminista estadounidense a Obama demuestra que el principal combate de retaguardia frente a la omnipotencia maternal vendrá de la mujer. El hombre, por su parte, se ha situado fuera de juego desde hace tiempo.
Clinton no pudo acumular los logros de la feminización de la sociedad. Palin es quien se beneficia de ella, de la abolición de la Ley del padre. Ella encarna una madre todopoderosa que ya no introduce en el lenguaje, en lo simbólico, sino que encierra en la imagen, en el narcisismo. Opera una negación de la castración simbólica, una negación de la carencia y lo sustituye por falo imaginario del que se apropia. No le afecta la duda, está dispuesta a todo. Ella es el todo que goza de sí mismo, una omnipotencia a la que la Ley no bloquea.
Así, Palin es la figura política ideal de una sociedad tras el 11 de septiembre de 2001, una sociedad en la que a nivel jurídico se ha invertido el papel de la ley. El poder que impone la ley ya no está sometido a ella. La ley se convierte en una forma vacía. Sólo es el registro de la omnipotencia de la administración. Tanto esta mutación en el orden simbólico como la negación de los hechos suprimen toda limitación, toda exterioridad a la potencia maternal que encarna el poder. Esto es particularmente visible en la transformación del orden jurídico que actualmente suprime toda distinción entre interior y exterior, toda diferencia entre guerra y paz. Se confunden el derecho penal y el derecho de la guerra. El Estado aplica a sus propios ciudadanos técnicas de vigilancia y de encarcelamiento que antes estaba reservadas al enemigo.
Sarah Palin es una imagen pura de esta estructura social en la que los individuos están sumidos en el pavor y se abandonan al Estado en tanto que madre. Consienten la destrucción de sus libertades y del derecho a disponer de ellos mismos a cambio de una cobertura de seguridad que los anula.
Jean-Claude Paye y Tülay Umay son sociólogos. Últimos libros publicados del primero: La Fin de l’État de droit, La Dispute 2004 [traducción al castellano, El final del Estado de derecho, Hiru, Hondarribi, 2007], Global War on Liberty, Telos Press 2007.
Enlace con el original: http://www.voltairenet.org/article158193.html