Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos,
Dos imágenes recientes condensa el mensaje que subyace tras las frías estadísticas del informe del Banco Mundial sobre la situación de la economía palestina publicado la semana pasada.
La primera es un cartel del grupo Visualizar Palestina (Visualising Palestine) con una imagen retocada con photoshop de Central Park inquietantemente desnudo de árboles. En medio de los rascacielos de Nueva York los bulldózeres han despojado al parque de sus árboles. Una nota explicativo revela que desde que empezó la ocupación en 1967 Israel ha arrancado 800.000 olivos pertenecientes a los palestinos, una cantidad suficiente para llenar 33 parques como Central Park.
La segunda, una foto ampliamente difundida el mes pasado en Israel, es de una diplomática francesa tirada en el suelo y mirando a unos soldados israelíes que la rodean y apuntan con sus armas. Marion Castaing fue maltratada cuando junto con un grupo pequeño de diplomáticos trató de entregar ayuda de emergencia, incluidas tiendas de campaña, a agricultores palestinos cuyas casas acababan de ser arrasadas.
Estas demoliciones formaban parte de una campaña israelí en marcha desde hace mucho tiempo para expulsar a los palestinos del valle del Jordán, el centro agrícola de un futuro Estado palestino. El resultado del acto de rebeldía de Marion Castaing fue ser discretamente despachada a Europa ya que los altos cargos franceses trataban de evitar una confrontación con Israel.
El informe del Banco Mundial es una manera de afirmar discretamente lo que Marion Castaing y otros diplomáticos trataban de poner de relieve: que Israel está mermando gradualmente las bases sobre las que los palestinos puede construir una vida económica y un Estado viable.
Este informe se suma a una larga lista de advertencias hechas en los últimos años por organismos internacionales acerca de la espantosa situación económica a la que se enfrentan los palestinos. Pero resulta muy significativo que el Banco Mundial se haya centrado en el campo de batalla clave de una comunidad internacional que todavía alberga la vana esperanza de que el conflicto israelo-palestino acabe en un Estado palestino.
El informe se centra en casi dos terceras partes de Cisjordania, lo que se conoce como la Zona C, que está bajo exclusivo control israelí y en la que Israel ha implantado más de 200 colonias para apropiarse de la tierra y de los recursos palestinos.
Se debe considerar el informe del Banco Mundial un elemento complementario de la sorprendente decisión tomada este verano por la Unión Europea de excluir de la financiación de la Unión Europea a entidades asociadas a las colonias.
Ambas cosas reflejan a su vez la creciente frustración en las capitales europeas y en otros lugares por la intransigencia israelí y la aparente impotencia estadounidense. Los europeos en particular están exasperados con su constante papel que subvenciona eficazmente a través de la ayuda una ocupación israelí a la que no se ve fin.
Con Israel y los palestinos obligados a volver a las negociaciones desde julio y después de que el secretario de Estado estadounidense John Kerry advirtiera de que esta era la «ultima oportunidad» de llegar a un acuerdo, la comunidad internacional está desesperada por ejercer alguna influencia por pequeña que sea sobre Israel y Estados Unidos para garantizar un Estado palestino.
La preocupación del Banco Mundial por la Zona C está justificada. Ahí es donde se sitúan casi todos los recursos que tendrá que explotar un Estado palestino: terrenos no urbanizados para la construcción, tierra agrícola y fuentes de agua para las cosechas, canteras de piedra y el Mar Muerto para extraer minerales, y emplazamientos arqueológicos para atraer al turismo.
Con el acceso a estos recursos la Autoridad Palestina podría generar unos ingresos extra de 3.400 millones de dólares al año, lo que aumentaría su PNB una tercera parte, reduciría un déficit galopante, disminuiría la tasa de paro que llega al 23%, aliviaría la pobreza y ayudaría al joven Estado a librarse de la dependencia de la ayuda [exterior]. Pero no se puede lograr nada de esto mientras Israel mantenga su control sobre la Zona C en violación de los Acuerdos de Oslo de 1993.
Israel ha afianzado su dominio de la Zona C precisamente debido a su riqueza en recursos naturales. Israel no quiere ni que los palestinos logren los activos con los que construir un Estado ni tiene la intención de perder los muchos beneficios materiales que ha acumulado para sí mismo y para la población de colonos en la Zona C.
La forma como Israel ha tratado la Zona C es lo que desmiente la afirmación del primer ministro Benjamin Netanyahu de que ha estado buscando la «paz económica» con los palestinos en vez de progresar en el frente diplomático. En cambio, la descripción que hacen los palestinos de esta política como «guerra económica» es más cercana a la realidad. Durante el periodo de Oslo se ha duplicado la diferencia entre el PNB per capita de Israel y el de los palestinos, hasta llegar a 30.000 dólares. Y el Banco Mundial afirma que la economía palestina se está hundiendo rápidamente: el crecimiento del 11% que Netanyahu se atribuyó en 2011 ha descendido estrepitosamente al 1,9 % en los primeros seis meses de este año. En Cisjordania el PNB se ha reducido en realidad un 0.1%.
A pesar de sus recursos la Zona C está hambrienta de fondos palestinos. Los inversores son reacios a tratar con las autoridades militares israelíes, que invariablemente les niegan permisos de explotación y ponen graves restricciones al movimiento. La imagen de la diplomática francesa tirada en el suelo simboliza la forma en la que probablemente se les trate si se enfrentan a Israel en la Zona C. Los agricultores palestinos, por su parte, no puede cultivar cosechas rentables con las miserables raciones de agua Israel les asigna de los propios acuíferos palestinos.
Conscientes de los muchos obstáculos a los que se enfrenta para desarrollar la Zona C, los altos cargos palestinos simplemente la han desatendido y se han concentrado, en cambio, en la tercera parte de Cisjordania que está bajo su control total o parcial y que además de estar superpoblada es pobre en recursos.
Había la esperanza de que esto cambiara cuando Kerry anunció en el período previo a las nuevas conversaciones un plan para animar a los inversores privados a invertir 4.000 millones de dólares para desarrollar la economía palestina. Pero, como señala el informe, la realidad es que no puede haber una verdadera inversión en el centro económico de la Zona C hasta que acabe el control de Israel.
En efecto, el Banco Mundial afirma que el plan de Kerry (y del papel del enviado de la comunidad internacional, Tony Blair, el llamado Representante del Cuarteto) no sólo es equivocado sino que es verdaderamente delirante. El Cuarteto ha estado tratando de reactivar la economía palestina como preludio a las condiciones para ser un Estado. El punto de vista del Banco Mundial es que no puede haber un Estado palestino, y no digamos ya una reactivación económica, hasta que se obligue a Israel a irse de los territorios palestinos. La comunidad internacional lo entiende todo al revés.
La idea de que una ayuda financiera (ya sea el plan de Kerry o la paz económica de Netanyahu) va a allanar el camino para el final del conflicto es una ilusión. La paz y la prosperidad sólo llegarán cuando los palestinos se liberen del control israelí.
Jonathan Cook es un periodista independiente que vive en Nazaret. Obtuvo el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books).Véase: www.jonathan-cook.net (una versión de este artículo se publicó antes en The National, Abu Dhabi.)
Fuente original: http://www.palestinechronicle.com/even-the-world-bank-understands-palestine-is-being-disappeared/#.UmwLT7N5MxC