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Según un informe del Pentágono, las interrogadoras explotan los tabúes sexuales musulmanes con los detenidos en Guantánamo

Fuentes: El Mundo

El Pentágono utilizó los tabúes sexuales del islam como un arma habitual en los interrogatorios de prisioneros musulmanes.Las mujeres que cuestionaban a los detenidos en Guantánamo trataron de presionarlos con tocamientos sexuales, su ropa interior o incluso falsa sangre menstrual. Según un documento del Pentágono publicado por la agencia AP, las tácticas se aplicaban contra […]

El Pentágono utilizó los tabúes sexuales del islam como un arma habitual en los interrogatorios de prisioneros musulmanes.Las mujeres que cuestionaban a los detenidos en Guantánamo trataron de presionarlos con tocamientos sexuales, su ropa interior o incluso falsa sangre menstrual.

Según un documento del Pentágono publicado por la agencia AP, las tácticas se aplicaban contra sospechosos de terrorismo. El sargento Erik Saar, que participó en los interrogatorios como traductor de árabe, también confirma en un libro a punto de salir algunas de estas técnicas.

Las oficiales del Pentágono explotaban las prohibiciones sexuales del Corán para los hombres, como no tener contacto con mujeres que no sean sus esposas o no acercarse a ninguna durante la menstruación.

Saar describe el interrogatorio de un saudí que se había apuntado a una academia de vuelo en Arizona antes del 11-S y era sospechoso en el plan del secuestro de aviones. Mientras el detenido rezaba, la mujer que lo interrogaba se quitó su uniforme militar, se quedó en camiseta y empezó a tocarse los pechos y a presionarlos contra la espalda del prisionero. Después, comentó la erección del detenido, según el testimonio del traductor.

La interrogadora, dice el manuscrito obtenido por AP, preguntó a un árabe entonces qué podía hacer que el saudí considerara sacrilegio. El le aconsejó que le dijera que estaba menstruando, lo tocara con supuesta sangre e impidiera que el sospechoso se lavara. «La idea era hacer que el detenido sintiera que, después de haber hablado con ella, estaba sucio y era incapaz de postrarse ante Dios con una plegaria para conseguir fuerza», dice el documento.

La interrogadora utilizó tinta roja para simular la menstruación, se metió la mano en los pantalones delante del detenido y le dijo que se había manchado de sangre. «¿Quién te mandó a Arizona?», repetía, mientras extendía la tinta roja sobre la cara del prisionero, que comenzó a gritar y le escupió a la cara. «Entonces empezó a llorar como un bebé», dice el borrador de Saar. La interrogadora abandonó la sala diciendo: «Diviértete esta noche en tu celda sin agua para limpiarte».

Las tácticas sexuales eran frecuentes, según el traductor. Varios detenidos liberados de Guantánamo comentaron haber sido interrogados por «prostitutas». En noviembre, el Pentágono reconoció un incidente de abril de 2003, cuando una oficial se había quedado en ropa interior, había tocado el cuerpo de un detenido y se le había sentado encima. En ese caso, según el Ejército, el interrogatorio había sido interrumpido y la mujer retirada temporalmente de su puesto. Sin embargo, ese episodio no parece aislado, al menos a juzgar por una carta del FBI donde sus agentes denunciaban a las interrogadoras militares por el uso de técnicas «altamente agresivas», como coger los genitales de los prisioneros.

Un memorando interno del Ejército, publicado por una newsletter militar, se queja de que en los últimos meses los interrogadores apenas están consiguiendo información de los detenidos en Irak, entre otras cosas por la presencia de mujeres, que no consiguen «intimidar» a los prisioneros.

Según Los papeles de la tortura, un conjunto de los memorandos de la Administración Bush sobre las tácticas de interrogación publicado por la Universidad de Nueva York, el Gobierno republicano ha construido desde el 11-S una extensa legislación que ha roto con las protecciones de la Convención de Ginebra.

La mayoría de los estadounidenses desaprueba el uso de la tortura y considera que el escándalo de Abu Ghraib y otras prisiones gestionadas por el Pentágono han deteriorado la imagen de EEUU en el mundo, según un sondeo de Gallup. El 59% de los ciudadanos no está dispuesto a apoyar la tortura de «conocidos terroristas», pero la mayoría, el 65%, aprueba asesinarlos.