En los últimos seis años, la cantidad de militares despedidos en Estados Unidos por no ocultar su condición de homosexuales y lesbianas equivale a la de reservistas convocados este año por falta de personal. Y no eran, precisamente, los menos capacitados
Durante ocho años, el sargento del ejército Brian Muller sirvió a Estados Unidos. Experto en antiterrorismo, fue seleccionado para custodiar al presidente George W. Bush y al vicepresidente Dick Cheney.
Cumplió misiones en Bosnia-Herzegovina, con apenas 17 años, y luego en Afganistán. Tiene 21 medallas que dan crédito de su valor en la batalla.
Hoy, Brian Muller está fuera del ejército, gracias a la política militar pactada por el ex presidente Bill Clinton (1993-2001) con legisladores que se negaban a derogar la prohibición de que los homosexuales sirvan en las fuerzas armadas.
Esa política es conocida por una frase que sirve para explicarla: «No preguntes, no lo digas.» Mientras no se conozca su carácter de tales, homosexuales y lesbianas pueden calzarse el uniforme. Si salen del armario (revelan su condición sexual), deberán romper filas.
Cuando Estados Unidos invadió Iraq, luego de años de escuchar a los comandantes pronunciar frases como «todos los maricas deberían enfermarse de sida y morir», Muller decidió «salir del armario» y declararse homosexual.
La historia de Muller es una de las 30 incluidas en el informe «Gays y lesbianas en guerra: Servicio militar en Iraq y en Afganistán bajo el ‘No preguntes, no lo digas'», publicado por el Centro de Estudios sobre Minorías Sexuales en las Fuerzas Armadasn de la Universidad de California en Santa Bárbara.
Los autores del estudio detectaron homosexuales y lesbianas en el frente de batalla de Estados Unidos en ambos países.
El informe deja en evidencia que la política «No lo digas, no preguntes» no se cumple a rajatabla. La identidad sexual de muchos esos soldados es conocida por todos o por «una mayoría de los miembros de sus unidades», indica el informe.
«Cuando los homosexuales lo son públicamente, se registran mayores éxitos en los lazos afectivos, el estado de ánimo, el avance profesional, el compromiso, el mantenimiento de los servicios esenciales de apoyo y el acceso a éstos», agrega.
Pero la flexibilidad de la política establecida por Clinton y mantenida por su sucesor, George W. Bush, no implica que los homosexuales y lesbianas hayan dejado de sufrir purgas en el ejército. Manifestar abiertamente la condición de tales es ilegal.
El autor del informe, Aaron Belkin, dijo a IPS que homosexuales y lesbianas arriesgan su vida en al menos 161 especialidades militares críticas para la «guerra contra el terrorismo» declarada por Bush.
Entre esas funciones figuran las de expertos en lengua árabe, soldados de infantería, expertos en armas nucleares, químicas y biológicas, policías militares, oficiales de seguridad e ingenieros.
En los últimos seis años, según Belkin, la cantidad de despedidos por el Departamento (ministerio) de Defensa por ser homosexuales y lesbianas supera a la convocatoria forzosa de unos 5.600 reservistas a filas realizado en el último verano boreal.
«Podrían haber evitado esas convocatorias si no hubieran despedido a todos esos gays», agregó.
Pero a pesar de la sangría de las fuerzas armadas –donde faltan, entre otras especialidades, expertos en Medio Oriente–, no parece que la política vaya a revertirse en el corto plazo. La plataforma por la reelección de Bush respalda su mantenimiento.
Mientras, el rival de Bush en las elecciones presidenciales de noviembre, John F. Kerry, cambió las posturas expresadas en el sitio web de su campaña para restar claridad a su posición sobre la presencia de homosexuales y lesbianas en las fuerzas armadas.
Antes, el sitio informaba que la presencia de minorías sexuales en el ejército era una de las «prioridades» de Kerry, senador del opositor Partido Demócrata.
«John Kerry se opuso a la política ‘No preguntes, no lo digas’ del gobierno de Clinton. Fue uno de los pocos senadores en pedirle al presidente desde el Comité de Servicios Armados del Senado que la derogara», recordaba la página web de la campaña.
Pero ese pronunciamiento cambió luego de que el diario Orlando Sentinel informara al respecto. Ahora, el sitio de la campaña de Kerry no aclara el punto, y el candidato no se refiere al asunto en sus discursos.
Los responsables de su campaña tampoco respondieron los numerosos llamados telefónicos realizados para consultarlo sobre el punto.
De todos modos, a los homosexuales purgados de las fuerzas armadas consultados por IPS no les importa el silencio demócrata, porque la anulación de la actual política requeriría de una votación en el Congreso legislativo.
Y tanto la Cámara de Representantes como el Senado están controlados por el gobernante y conservador Partido Republicano.
Pero esa política deberá cambiar más temprano que tarde, según el capitán Austin Rooke, quien acaba de regresar de Medio Oriente, donde participó en una unidad de operaciones especiales.
Durante los seis meses previos a la invasión de Iraq, este fornido oficial nacido en Alabama procesó información de inteligencia entre el Comando Central y sus agentes operativos.
Dada su complexión física, la presencia de Rooke en el ejército constituía un mentís a los estereotipos predominantes. Ninguno de sus compañeros de armas sabía que era homosexual.
«La política ‘No lo digas, no preguntes’ significa que no se lo puedes decir a nadie. Significa que no puedes decírselo a tu mamá, a tu papá, a tu mejor amigo. De ese modo, vives en una condición cuasi legal. Cualquiera que te descubra tendrá poder sobre tu persona.»
Centro de Estudios sobre Minorías Sexuales en las Fuerzas Armadas
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