Estados Unidos es una «democracia» sólo en el sentido de que los ciudadanos tienen derecho teórico de votar por una serie de funcionarios propuestos. Es una libertad que casi la mitad de los estadounidenses considera carente de sentido, razón por la cual sólo 56 % de ellos se presentó a la elección presidencial en 2016, […]
Estados Unidos es una «democracia» sólo en el sentido de que los ciudadanos tienen derecho teórico de votar por una serie de funcionarios propuestos. Es una libertad que casi la mitad de los estadounidenses considera carente de sentido, razón por la cual sólo 56 % de ellos se presentó a la elección presidencial en 2016, y para el Congreso hace 2 años votó menos del 40 %.
Como la mayoría de los socialistas «democráticos» en Estados Unidos, Bernie Sanders, el sorprendente favorito de gran número de los estadounidenses en la campaña electoral de 2016, confunde la libertad electoral burguesa con la democracia real que habilita a los pueblos para poner la economía política al servicio del bien común.
Con ello, lo que pretende es crear un fundamento púdico para ponerse del lado del imperialismo estadounidense, afirma Glen Ford, director ejecutivo de Black Agenda Report en un enjundioso artículo que fue reproducido el 20 de septiembre por la publicación digital marxista leninista MLToday.
Estados Unidos es una oligarquía en la que los grandes empresarios casi siempre se salen con la suya mientras que los ciudadanos medios y las organizaciones de masas tienen poca o ninguna influencia en la política.
Hay una dictadura de las clases adineradas, dice Glen Ford al recordar que la superpotencia está gobernada por oligarcas que también, como dijera el Dr. Martin Luther King Jr. en 1967, son los mayores proveedores de violencia en el mundo de hoy.
Los aliados más cercanos de Washington en esta misión global son las antiguas potencias coloniales de Europa occidental y las antiguas colonias de colonos blancos de Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La política exterior de la superpotencia gobernada por multimillonarios blancos tiene como objetivo preservar el orden global de supremacía blanca que le sirvió por más de 500 años para mantener a la mayor parte del mundo bajo su dominio exterminador y esclavizante.
Según Ford, «no es de extrañar que Bernie Sanders, y tantos otros políticos que se consideran progresistas en Estados Unidos, eviten articular claras posiciones de política exterior. Así actúan dos tercios de los candidatos demócratas progresistas al Congreso».
Ejemplo de ello es que los partidarios de Sanders en el equipo de campaña de la candidata al Congreso del Bronx, Alexandria Ocasio-Cortez, excluyeran de su plataforma programática los párrafos sobre «Economía de Paz», que denunciaban las intervenciones militares de Estados Unidos en Libia, Siria, Irak, Afganistán, Yemen, Pakistán y Somalia.
Una verdadera política exterior estadounidense necesita una lista de enemigos y Sanders los encontró en un eje autoritario cuyos miembros «comparten atributos de hostilidad hacia las normas democráticas, antagonismo hacia una prensa libre, intolerancia hacia las minorías étnicas y religiosas, y la creencia de que el gobierno debe beneficiar sus propios intereses financieros egoístas. Estos líderes también están profundamente conectados a una red oligárquica de multimillonarios que ven al mundo como su juguete económico».
El gobierno de Estados Unidos, como juguete de 12 de las 15 personas más ricas del mundo, debería estar en el primer puesto de la lista de Bernie Sanders. Pero no, según su cosmovisión, sólo Trump clasifica como villano de clase mundial, aunque él sea, por sí sólo, un oligarca menor que el resto en el conjunto.
Pero es significativo que el centro geopolítico de este nuevo eje autoritario oligárquico del mal no sea localizado en Wall Street ni en Londres, sino en Rusia y China que son los enemigos a quienes los belicistas del Pentágono y la CIA pretenden que teman y odien principalmente los estadounidenses.
Sanders no se opone claramente al imperialismo yanqui, por el contrario ofrece una justificación, supuestamente «progresista», para preservarlo. El nuevo eje autoritario oligárquico del mal busca dar a los «progresistas» una razón para aceptar, e incluso amar, el militarismo y el imperialismo estadounidense.
Sanders aspira a que Estados Unidos componga las relaciones con «nuestros viejos aliados democráticos» de Europa occidental porque opina que China y Rusia son malhechores más peligrosos y funcionan como una sola unidad satánica.
El trabajo periodístico de Glen Ford concluye expresando su esperanza de que Sanders logre buenos resultados en las primarias de 2020, y que derrote a todos los demás aspirantes demócratas corporativos a la postulación. Aunque piensa que ello obligará a las autoridades superiores del partido demócrata a sabotear una vez más la campaña del propio Sanders.
«Sanders nunca abandonará el partido demócrata, pero quizás una masa crítica de sus seguidores saldrá de esa porqueriza capitalista en busca de soluciones socialistas reales, y verdaderamente democráticas» pronostica Glen Ford.
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