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Tal vez simplemente no hay espacio para los derechos humanos en Israel

Fuentes: 972mag

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Los izquierdista israelíes hace décadas advirtieron que la ocupación un día vendrá a casa a dormir, mientras que las injusticias infligidas a los palestinos en los territorios con el tiempo socavarán el tejido democrático del mismo Israel. 

Tales advertencias son problemáticas, ya que sugieren que la ocupación militar es de alguna manera aceptable siempre y cuando no es perjudicial para el ocupante. Pero al final del día las advertencias de que «la ocupación corrompe» suenan a verdad y dos eventos de esta semana ilustran cuán inquietante puede llegar a ser una profecía.

El Tribunal Supremo de Israel esta semana autorizó la denegación de asistencia legal a los principales sospechosos en el inquietante asesinato de la familia Dawabshe. Este asunto se refiere a una revelación altamente secreta que alude a que el Shin Bet, con la autorización del fiscal general, ha estado utilizando medios de interrogatorio «extraordinarios» o como se conoce en todo el mundo: la tortura.

El uso de la tortura y la negación de los derechos básicos no es nada nuevo para los servicios de seguridad israelíes. Hace apenas un par de meses el Shin Bet se vio obligado a admitir que utilizó ilegalmente la tortura contra posiblemente docenas de palestinos hasta hace alrededor de un año. Como lo demuestra el caso de la legisladora feminista palestina Khalida Jarrar el Estado a menudo prefiere poner a palestinos en detención administrativa en lugar de presentar un caso legal que los lleve a prisión. 

Esas violaciones de los derechos civiles y humanos básicos, como la posibilidad de defenderse eficazmente en el tribunal y sin haber sido violados ni su cuerpo ni su dignidad por la tortura, ahora están trascendiendo la división étnica-religiosa de Israel. Y estos abusos cuentan con el apoyo no sólo del gobierno de Israel, sino también de la mayoría de los partidos de la oposición.

El terrorismo es el terrorismo, declararon los políticos de todas las facciones después de los asesinatos de la Duma, el caso más horrible de «terrorismo judío» en los últimos años. Israel debe tratar a los terroristas judíos «exactamente igual que a sus hermanos los terroristas islamistas», declaró el líder de la oposición en su momento, Isaac Herzog, tratando de sacar a la derecha del flanco de la extrema derecha.

Esa actitud, por desgracia, equivale a un asalto a los derechos civiles en el nombre de la igualdad.

El segundo episodio que está levantando una nube cada vez más siniestra sobre los valores y las protecciones de los derechos civiles es la actual campaña que se libra contra las organizaciones que trabajan para avanzar en ellos. Esa ofensiva alcanzó nuevas cotas semana cuando una organización de extrema derecha que tiene como afiliados a importantes miembros del gobierno israelí acusó a las organizaciones de derechos humanos y activistas individuales de ser agentes extranjeros que sirven a nefastas agendas de gobiernos hostiles.

El mensaje, similar al expresado en un vídeo igualmente indignante y antisemita publicado a principios de este año, es claro: los derechos humanos y los derechos civiles no son valores que existen orgánicamente en la sociedad israelí. Los derechos humanos y la oposición a la ocupación se imponen desde el exterior y hacia adentro y sólo a los efectos de perjudicar al Estado judío, a sus ciudadanos y su imagen global, organizaciones como Im Tirzu, NGO Monitor y otras sugeridas.

Esa visión del mundo no deja lugar a la idea de que los israelíes de conciencia podrían, sin ningún tipo de incentivo económico, molestarse por los sistemas legales duales para las diferentes clases de ciudadanos y sujetos, en gran medida sobre la base de criterios étnicos y religiosos. No deja lugar a la idea de que los israelíes, motivados por los valores liberales más universales, puede ser que deseen formar organizaciones que se oponen al uso de la tortura que hace su propio gobierno. No permite la idea de que los propios hijos nativos de Israel, sus soldados de combate a quienes envía a hacer sus prácticas en los territorios ocupados, podrían tener luego remordimientos de conciencia y sentir la necesidad de hablar de lo que han hecho por su país.

En resumen, los que acusan a las organizaciones de derechos humanos de agentes extranjeros están diciendo que los derechos humanos no son un valor de Israel.

Y mientras la actual campaña de incitación contra la izquierda israelí, y particularmente contra las organizaciones de derechos humanos, está siendo llevada a cabo por las organizaciones que representan a una minoría de los israelíes, la ola de apoyo popular que están montando es mucho mayor. Iniciativas dirigidas a las ONG de derechos humanos -u «ONGs de izquierda » a las que se hace referencia en estos días- han estado dirigidas y patrocinadas por todos, desde el Partido Laborista hasta la dirigencia del Likud, pasando por el exministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Liberman. Desde el centro político, nadie marginal.

Los ataques también están viniendo de más y más direcciones. En particular, Rompiendo el Silencio, una organización de exsoldados israelíes que se oponen a la ocupación, ha sido blanco de ataques en las últimas semanas por el departamento nacional de la policía nacional, el ministro de Defensa, el ministro de Educación, e incluso del presidente mismo. Sin embargo los críticos de la organización rara vez se involucran con el mensaje y las actividades de ‘Rompiendo el silencio’. En cambio, los ataques tienden a ser ad hominem, centrándose en de donde provienen los fondos y a quién se dirigen.

La persecución en Israel de las ONG de derechos humanos y civiles -y de los valores que representan- es sin duda preocupante, pero no es de extrañar. Tendencias similares han sido documentadas en todo el mundo, a menudo con mucha más ferocidad. Y no debe sorprender a nadie que un país que durante cinco décadas ha justificado la violación sistemática de los derechos civiles y humanos de una población específica podría alejarse de la defensa de esos mismos valores contra las olas de populismo, especialmente si ve que se avecina el aislamiento internacional.

Esta historia no es nueva. Y de hecho sólo está empezando. El privilegio de la defensa de los derechos humanos se le concedió a los activistas judíos israelíes que gozaban de cierto nivel de inmunidad ante la persecución política, en esas áreas que los palestinos han sufrido durante décadas. Con la fuerte influencia del gobierno de derechas actual en el poder, sin oposición discernible a la vista y nadie siquiera para discutir el fin de la ocupación, es seguro decir que lo peor está por venir.

Fuente: http://972mag.com/maybe-theres-no-room-for-human-rights-in-israel/114828/