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¿Terminaremos dándole las gracias a Trump?

Fuentes: ALAI

Quizás muchos se sorprendieron cuando Rusia, como respuesta a las sanciones de Estados Unidos, expulsó de su territorio cerca de 800 «diplomáticos». La sorpresa fue causada por la respuesta del presidente Trump, que le dio la gracias a Putin por aquel gesto. Trump explicó que entre sus planes estaba la disminución del personal del Departamento […]

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Quizás muchos se sorprendieron cuando Rusia, como respuesta a las sanciones de Estados Unidos, expulsó de su territorio cerca de 800 «diplomáticos». La sorpresa fue causada por la respuesta del presidente Trump, que le dio la gracias a Putin por aquel gesto. Trump explicó que entre sus planes estaba la disminución del personal del Departamento de Estado, tanto en Washington como en el exterior y que la acción de Putin le había ahorrado parte del trabajo. Aunque esto resulte un sarcasmo, en cierta medida, coincide con los planes de Trump.

 

¿Terminaremos nosotros dándole las gracias a Trump? Analicemos un poco este asunto.

 

Dentro de la sociedad capitalista, como en toda sociedad, existen contradicciones. Cuando las contradicciones son armónicas, a pesar de ellas, la sociedad avanza y se fortalece. Cuando las contradicciones son antagónicas, la base de la sociedad va destruyéndose y comienzan a formarse los cimientos de una nueva sociedad. Las contradicciones antagónicas van permaneciendo en la sociedad, luchando entre ellas para subsistir, pero en un momento determinado puede llegar un fenómeno social que radicalice esa lucha y entonces cambia la naturaleza de la lucha, en lugar de subsistir, la lucha se centra en eliminarse entre ella, lo cual rompe por completo la coincidencia de intereses de la clase que domina esa sociedad.

 

¿Pudiera ser la administración Trump ese fenómeno social?

 

Es evidente que las acciones de la administración Trump han causado desasosiego en un alto número de personas, los inmigrantes que aspiraban sus familiares fueran a residir con ellos a Estados Unidos. Los ecologistas que después de Estados Unidos retirarse del protocolo de Kyoto, entienden que la destrucción del mundo está más cercana. Los llamados «transgenders», cuyo derecho a defender la patria les ha sido cercenado. Los afro estadounidenses, que han sentido la fuerza con que atacan los supremacistas blancos, sobre todo en los sucesos de Charloteville. Las mujeres, que desde antes de Trump llegar a la presidencia ya se sentían discriminadas por éste.

 

El problema también se pone de manifiesto dentro de la propia clase social a la que pertenece Donald Trump. Muchos millonarios sienten que sus capitales están inseguros, tienen una idea distinta a la de Trump de cómo llevar adelante la economía. Los capitalistas, por su propia característica, son conservadores, han realizado inversiones en países que les han dado la oportunidad de explotar mano de obra barata, materias primas a bajos precios y la exportación de las ganancias a paraísos fiscales, que con los planes de Trump, de que retornen las inversiones a Estados Unidos, todo lo que tenían planificado para incrementar sus capitales, se pone en riesgo. Esto ha provocado divisiones dentro del propio partido republicano.

 

La prensa, que responde a los grandes capitales, algunos le dicen el cuarto poder, está en una guerra totalmente abierta contra Trump, prácticamente no lo dejan trabajar. Todo lo que hace es criticado e investigado, si encuentran alguna irregularidad, por pequeña que esta sea, se publica en primera plana. Atacan a sus principales asesores, su familia y más estrechos colaboradores. Algunas de esta personas son acusadas de «conservadores», como si la casi totalidad de los políticos estadounidenses no lo fueran.

 

Se incrementa la preparación y el armamento de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y la Policía, para sofocar brotes de inestabilidad social, estilo las propias «primaveras» que Estados Unidos ha organizado en distintos países del mundo para derrocar gobiernos, con la única diferencia que ahora el gobierno a derrocar será el de ellos.

 

La política exterior navega en aguas turbulentas, sin embargo en vez de buscar soluciones diplomáticas que aseguren la paz y la seguridad internacional, como se establece en la Carta de las Naciones Unidas, se desenfundó el «Big Stick», con la idea de que en vez de infundir respeto, es necesario infundir miedo. El miedo es uno de los artífices de la fracasada Guerra Fría, que para mantener las utilidades de las empresas de la industria armamentista, se convirtió en Guerra contra el Terrorismo.

 

No es lo mismo tratar de infundirle miedo a una organización terrorista, de limitados recursos, muchas veces entrenados por las propias agencias estadounidenses, que a un país en cuyos arsenales se encuentran algunas bombas atómicas. El juego es distinto y estar promoviéndolo es una seria irresponsabilidad, en relación con la cual muchos millonarios en Estados Unidos no están de acuerdo y es otro punto de discrepancia dentro de la clase dominante estadounidense.

 

La famosa unidad con Europa, tan preservada durante años, como el principal aliado de Estados Unidos en el mundo, presenta seria grietas, en buena parte, por la política de Trump, de que cada cual pague la parte que le pertenece en la OTAN y en otros organismos que dependen de la Unión Europea.

 

Los planes contra Venezuela también están ganado opositores dentro de Estados Unidos, su élite económica y financiera. Algunos consideran que las propias sanciones impuestas por Trump pueden afectar y hacerle daño a sus intereses económicos, otros consideran que debe hacerse más esfuerzo para derrocar a Maduro por la vía constitucional, pero que un golpe de estado o una invasión sería correr un alto riesgo, sin tener seguridad alguna, de que las acciones estadounidenses tendrían éxito.

 

Entre otras actividades internacionales, las acciones de Trump en relación con México y Canadá, aliados tradicionales de Estados Unidos y las modificaciones que considera deben hacerse al TLCAN y seguramente después al ASPAN, más el problema del muro, la deportación de ilegales y otras acciones contra ambos países, han resquebrajado las buenas relaciones que aparentemente existían.

 

La total entrega a intereses estadounidenses y los desmanes realizados por gobiernos mediatizados, en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Colombia, Panamá, México ,Guatemala, Honduras y algunos otros países de Nuestra América, han originado movimientos de protesta, que van radicalizando la lucha en esos países, algo que en el futuro se podrá observar más claramente.

 

Después de analizar estos puntos, a los cuales pudieran agregarse algunos más, podemos llegar a la conclusión que estos Estados Unidos son distintos a los que conocíamos. Divididos desde el punto de vista económico, social, cultural, político y étnico. Donde las diferencias de clase se han agudizado. Donde un grupo mayoritario manifiesta su inconformidad con el sistema que permite la inmunidad, la injusticia y es incapaz de garantizar una vida digna para los ciudadanos. Donde la inseguridad es diaria y la xenofobia y el racismo se incrementan por día.

 

¿Este fenómeno social, consolida o va en camino de destruir el sistema implantado en Estados Unidos?

 

En muchas ocasiones los caminos son largos, pero también, en ocasiones, el nivel de resistencia llega a su límite y el camino se acorta.

 

Dr. Néstor García Iturbe es editor del boletín electrónico El Heraldo (Cuba)

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/187776