Foto: En las recientes elecciones intermedias en Estados Unidos, Denton, donde se inventó y perfeccionó el fracking, se convirtió en la primera ciudad del estado petrolero de Texas en aprobar la prohibición de esta técnica de perforación, a pesar de una intensa campaña de poderosas compañías. Imagen de archivo de una protesta en julio en […]
Foto: En las recientes elecciones intermedias en Estados Unidos, Denton, donde se inventó y perfeccionó el fracking, se convirtió en la primera ciudad del estado petrolero de Texas en aprobar la prohibición de esta técnica de perforación, a pesar de una intensa campaña de poderosas compañías. Imagen de archivo de una protesta en julio en la urbe mencionada-Foto Ap.
Legalización de mariguana, incremento de los salarios mínimos, límites al fracking, reformas del sistema penal, defensa de derechos reproductivos de las mujeres, y candidatos progresistas que se enfrentan con petroleras y Wall Street, entre otras cosas, triunfaron en las elecciones intermedias realizadas la semana pasada en Estados Unidos.
¿Pero, no que ganó la derecha?
Los resultados no fueron un mandato popular nacional para la derecha -los republicanos sólo ganaron la mayoría de los votos de poco más de la tercera parte de los ciudadanos que se animaron a acudir a las urnas (se calcula de manera preliminar que la tasa de participación de aquellos con derecho al voto fue de 36.6 por ciento, aunque otros dicen que fue inferior).
Sin embargo, no hay duda de que a escala nacional fue un triunfo del gran dinero en la elección intermedia más cara de la historia. Este país profundamente desanimado deseaba botar a los vagos en el poder, y esos vagos en el poder eran demócratas, encabezados por el vago-en-jefe Obama. El mensaje del electorado no podría ser más claro: al agriarse aquello de esperanza y cambio (los lemas de la primera campaña presidencial de Obama), los estadunidenses votaron por el cambio sin esperanza, resumió el veterano observador político Frank Rich en la revista New York.
Pero debajo de los escombros de las elecciones que dejaron enterrados a los partidarios del presidente Barack Obama y permitieron la toma del Capitolio por un partido cuyas corrientes más fuertes son antimigrantes, anticiencia (repudian la evidencia del cambio climático y algunos cuestionan a Darwin), abiertamente antisindicales, antiderechos civiles de las minorías y las mujeres, y promotores de la oligarquía estadunidense (el otro partido tampoco se salva de algunas de estas cosas, pero estamos hablando de extremos), y tanto más, aparecen algunos tesoros ocultos en los resultados.
En contiendas locales y estatales prosperaron medidas y candidatos contrarios a la ola republicana y sus posiciones, lo que indica un electorado mucho más complejo y hasta progresista de lo que uno supondría, dado los resultados nacionales. Algunos ejemplos:
Medidas estatales para incrementar el salario mínimo ganaron en los cuatro estados en que se sometieron al voto. Pero aún más notable es que esos cuatro estados -Alaska, Arkansas, Nebraska y Dakota del Sur- son controlados por el Partido Republicano, el cual se opone a tales medidas. Aunque las propuestas son moderadas, son en parte producto de un creciente movimiento nacional de trabajadores del sector de comida rápida y empresas como Wal-Mart en demanda de mejores condiciones y, por otro lado, expresan la ira popular contra la creciente desigualdad económica en el país.
Medidas estatales para desmantelar parte de la estrategia de la guerra contra las drogas fueron aprobadas en todos los estados en que se sometieron al voto (con una excepción). El caso más dramático fue Oregon, donde los votantes aprobaron una medida para legalizar y regular el cultivo, la venta y el uso de la mariguana y con ello convertirse en el tercer estado en hacerlo (junto con Colorado y Washington). También se aprobaron medidas en Alaska para legalizar la mariguana para uso recreativo y en Washington, DC. para legalizar el uso personal de mariguana. En Florida, aunque fue derrotada la medida para legalizar la mariguana para uso médico, recibió el apoyo de 58 por ciento de los votantes, sólo dos puntos menos de los necesarios. El Washington Post indicó que casi 18 millones de estadunidenses viven ahora en estados donde la mariguana está legalizada.
En California se aprobó una medida para reformar el sistema penal en una derrota al complejo prisión-industrial.
Denton se convirtió en la primera ciudad del estado petrolero de Texas en aprobar la prohibición del fracking, a pesar de una masiva campaña de algunos de los intereses más poderosos del planeta. Aún más notable: fue en esa ciudad en donde se inventó, y perfeccionó, el fracking.
En Colorado y Dakota del Norte los votantes rechazaron medidas para limitar el acceso a servicios de aborto (aunque perdieron en Tenesí).
En la ciudad de Richmond, California, un gobierno municipal progresista que durante una década se ha enfrentado a empresas petroleras -sobre todo Chevron, que tiene una refinería masiva ahí- e intereses de Wall Street, logró mantener el poder en sus manos a través de una alianza de organizaciones comunitarias, ambientalistas y sindicatos. Con ello, continuará con sus demandas para obligar a Chevron a limpiar su contaminación y a los bancos a hacer más para apoyar a familias que están amenazadas con perder sus casas por no poder pagar sus hipotecas.
Todo esto no borra lo que ha sido una derrota severa para los demócratas y los progresistas que, por alguna razón, insisten en aliarse con ese partido.
Pero dentro de esa derrota, los triunfos enterrados son citados por una amplia gama de progresistas como indicadores esperanzadores. Algunos promueven esfuerzos para retar desde la izquierda a ambos partidos del gran negocio, como los llama el líder ambientalista Howie Hawkins, ex candidato del Partido Verde a gobernador de Nueva York. Otros, como el veterano líder progresista popular Jim Hightower, creen que ya existe una corriente mayoritaria progresista popular, pero que no tiene por dónde expresarse en el actual sistema a escala nacional. Unos más depositan sus esperanzas en posibles candidaturas nacionales de políticos como el senador independiente socialista Bernie Sanders, de Vermont, para presionar desde la izquierda a los demócratas. Y otros siguen construyendo pequeños partidos independientes para generar poder popular a nivel local y estatal para después incidir a nivel nacional.
Ahora está por verse si estos tesoros enterrados en esta elección ofrecen esperanza de un cambio, o si la falta de cambio seguirá desesperando a una población que ya no confía en su clase política.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/11/10/opinion/025o1mun