La declaración de culpabilidad en varios cargos del influyente republicano estadounidense Jack Abramoff amenaza con exponer una red de grupos de presión y legisladores derechistas cuyo auge, desde inicios de los años 90, se alimentó de dinero, tráfico de influencias y convicciones ideológicas. Abramoff se declaró el martes culpable de fraude, evasión impositiva y conspiración […]
La declaración de culpabilidad en varios cargos del influyente republicano estadounidense Jack Abramoff amenaza con exponer una red de grupos de presión y legisladores derechistas cuyo auge, desde inicios de los años 90, se alimentó de dinero, tráfico de influencias y convicciones ideológicas.
Abramoff se declaró el martes culpable de fraude, evasión impositiva y conspiración para sobornar a funcionarios públicos. Y el miércoles hizo lo mismo en relación a acusaciones de fraude por otro caso en el sudoriental estado de Florida.
Esta figura fue un puntal de la conservadora política republicana desde 1994, cuando el partido del actual presidente George W. Bush ganó control de la Cámara de Representantes por primera vez en 50 años.
Su caída –y la amenaza que ahora supone para otros republicanos poderosos, como su patrocinador político más importante, el ex jefe de la mayoría en la cámara baja, Tom DeLay– reforzará los esfuerzos del opositor Partido Demócrata de exponer la corrupción oficial con vistas a las elecciones legislativas de noviembre.
Los demócratas esperan recuperar en esos comicios el control de por lo menos una de las cámaras del Congreso legislativo.
Los demócratas no salieron indemnes, sin embargo, dado que algunos importantes dirigentes opositores también recibieron contribuciones para sus campañas de Abramoff.
De acuerdo a su declaración acordada entre sus abogados y los fiscales federales que trabajaron más de dos años en el caso, Abramoff, de 47 años, tendrá que pagar más de 26 millones de dólares a sus ex clientes –la mayoría de ellos tribus indígenas que administran casinos en sus reservas– y al Tesoro de Estados Unidos. También podría ser sentenciado a 30 años de prisión.
Pero es probable que la sentencia resulte reducida, dado que Abramoff coopera con una investigación más amplia. Según informes publicados por la prensa, los fiscales están investigando a media docena de legisladores, incluyendo a DeLay, quien presuntamente aceptó favores o pagos de Abramoff a cambio de votos, pero la cantidad podría ampliarse a otros 15 o 16.
Según el diario The Wall Street Journal, el propio Abramoff dijo tener información que podría implicar a unos 60 legisladores y a sus equipos, así como a varios funcionarios del gobierno del presidente Bush.
«El caso es significativo y el plan de corrupción con Abramoff es muy amplio», dijo Alice Fisher, fiscal federal a cargo de la investigación. Observadores señalan que el escándalo parece el peor en décadas.
En septiembre, el ex director de la sección de adquisiciones federales de la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca, David Safavian, fue arrestado por «mentir y obstruir una investigación penal» sobre la negociación de Abramoff con el gobierno federal.
La Casa Blanca anunció el miércoles la devolución de 6.000 dólares de una contribución electoral vinculada a Abramoff, quien alcanzó el grado de «pionero» en la campaña para la reelección de Bush, en 2004, recaudando más de 100.000 dólares en su nombre.
El anuncio de la Casa Blanca es el último de una serie por parte de dirigentes republicanos, incluyendo a DeLay, el presidente de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, y el jefe en funciones de la mayoría, Roy Blount, que buscan desvincularse de la generosidad de Abramoff.
Las declaraciones prometen devolver o donar a organizaciones benéficas decenas de miles de dólares de contribuciones de Abramoff.
Éste comenzó su ascenso al poder en los años 80, cuando se alineó, en su calidad de presidente del Comité Nacional de Republicanos Colegiados, con otras dos ascendentes superestrellas republicanas.
Una de ellas fue Grover Norquist, actual director de Americans for Tax Reform (Estadounidenses por la Reforma Impositiva), uno de los estrategas clave de la extrema derecha y estrecho asesor del principal colaborador político de Bush, Karl Rove.
El otro fue Ralph Reed, ex director de Christian Coalition of America (Coalición Cristiana de Estados Unidos), quien se desempeñó como mariscal de campo de la campaña de 2004 en los estados meridionales y ahora se postula a vicegobernador en el sudoriental estado de Georgia.
A mediados de los años 80, Abramoff se alistó en varias actividades relacionadas con la llamada «Doctrina Reagan», la política que brindó apoyo encubierto a militares y paramilitares «anticomunistas» en el mundo en desarrollo, según una investigación del periódico The Washington Post.
De ese modo, trabajó de cerca con los dirigentes de la «contra» nicaragüense, haciendo cabildeo por su causa en el Congreso, con el líder rebelde angoleño Jonas Savimbi, y con el régimen segregacionista sudafricano del apartheid, finalizado en 1994.
El régimen racista de Sudáfrica pagó en secreto a la International Freedom Foundation (Fundación Internacional para la Libertad) de Abramoff alrededor de 1,5 millones de dólares por varios servicios, según testimonios recogidos por la Comisión Sudafricana para la Verdad y la Reconciliación.
Su carrera como cabildante despegó en 1994 con la «Revolución republicana», liderada por Newt Gingrich, cuando comenzó reclutar como clientes a tribus indígenas, de las cuales recaudó casi 82 millones de dólares a cambio de que el Congreso y el Poder Ejecutivo no perturbaran sus lucrativas operaciones de casinos.
Esos aportes se tradujeron luego en contribuciones a las campañas, a menudo concretadas a través de una red de organizaciones «pantalla», partidos de golf en el exterior, cenas gratuitas en los restaurantes de Capitol Hill (sede parlamentaria) y palcos en espectáculos deportivos de Washington.
Abramoff y DeLay se vincularon en 1995, y el constante ascenso del segundo en la escalera del liderazgo republicano reforzó la imagen del primero como persona decisiva para influir en la Cámara de Representantes.
Ambos constituyen una extraña pareja. DeLay es un ferviente cristiano evangélico y líder de la derecha cristiana en la cámara baja, mientras Abramoff es un judío ortodoxo. Pero tenían intereses en común, particularmente consolidar el control republicano del Congreso y promover una agenda ultraconservadora tanto en Estados Unidos como en Medio Oriente.
A comienzos de este año, la revista Newsweek informó que varios de los clientes indígenas de Abramoff donaron más de un millón de dólares a Capital Athletic Foundation (Fundación Atlética Capital), una organización benéfica supuestamente establecida para la juventud urbana pobre, y muy favorecida por DeLay.
Según Newsweek, más de 140.000 dólares fueron enviados a colonos judíos radicales en Cisjordania, que usaron ese dinero para comprar trajes camuflados, aparatos de luz infrarroja, visores nocturnos y otros equipos de «seguridad».
Según la revista American Conservative, Abramoff también persuadió al diputado Robert Ney –otro miembro de la dirigencia republicana que parece ser un importante blanco de la investigación judicial– de otorgar un contrato por tres millones de dólares para mejorar la recepción de los teléfonos lugar de oferentes estadounidenses.
Abramoff también tuvo una larga relación con Daniel Lapin, un rabino de extrema derecha originario de Sudáfrica, que fue pionero en la construcción de una alianza entre algunos líderes judíos ortodoxos y la derecha cristiana, de la cual Reed fue figura importante.
Sus intereses en el exterior tampoco se limitan a Israel. Pese a su ferviente sionismo, Abramoff representó a las fuerzas armadas pakistaníes en Washington a fines de los años 90, a Malasia, a Zaire (hoy República Democrática de Congo) durante el gobierno del presidente Mobuto Sese Seko (1965-1997) y, últimamente, a empresas petroleras rusas.
A comienzos de 2005 se supo que en 2003 el gobierno del presidente de Gabón, Omar Bongo, pagó a Abramoff nueve millones de dólares para obtener una reunión con Bush en la Casa Blanca, que se llevó a cabo en mayo de 2004.
Según el Post, tanto él como un ex asesor de DeLay, Michael Scanlon –quien también se declaró culpable en la misma investigación federal– crearon un «grupo de expertos» sin fines de lucro, que en realidad era un arma de cabildeo a favor de clientes a quienes ellos no querían representar oficialmente, como Malasia o compañías petroleras que operaban en Sudán.